¿Un niño dando lecciones a los adultos? La verdad, la cosa no es de ahora. San Lucas describe en su Evangelio a Jesús, con doce años, debatiendo con los doctores y maestros en el templo de Jerusalén. ¿Podemos decir que Greta Thunberg es la sucesora de Jesucristo, como sostuvieron los miembros de una parroquia luterana sueca? Aparte de los detalles de que Jesucristo era Hijo de Dios y se dejó matar en la cruz, Greta no parece dispuesta a inmolarse por el Planeta, ni mucho menos por la Humanidad.
Además, Jesús, una vez encontrado por sus padres volvió con ellos a Nazaret, mientras que los padres de Greta la han convertido en una máquina registradora. Y, por último, los poderosos de Israel conspiraron para matar a Jesús; por el contrario, a Greta le reciben y agasajan todo tipo de mandamases, incluso los que más contaminan o más han bombardeado a los prójimos, como Barack Obama.
¿Una sociedad guiada por una niña que se cree animada por una misión? No sabe conducir un coche (eléctrico o diésel) y nos va a conducir a través de una transición ecológica a un mundo sostenible y vegano, en el que el león y el cordero jugarán juntos, los carriles bici cubrirán la Tierra y los humanos se alimentarán de pastillas.
Cuando los adultos permiten que los niños impongan su voluntad o sus caprichos, suelen ocurrir desastres.
La profecía de Nongqawuse
Hace siglo y medio, en la Cafrería Británica (Sudáfrica oriental), otra niña tuvo visiones y causó la muerte de docenas de miles de personas de su pueblo. Se llamaba Nongqawuse (1841-1898) y en 1856 convenció a sus mayores xhosa de que matasen a su ganado por unas visiones que declaró haber recibido.
Mientras se encontraba en un sembrado para espantar a los pájaros se le aparecieron tres espíritus en la maleza que le dieron el siguiente mensaje: si los xhosa mataban su ganado y quemaban sus cosechas, sus antepasados muertos regresarían para expulsar a los blancos y les entregarían mejores animales. Como se ve, la adolescente no buscaba eliminar la huella de carbono.
En esos años, en Sudáfrica había comenzado el mayor proceso de colonización realizado por los europeos en África, en una escala que no se repitió en el resto del continente.
Francia conquistó Madagascar tan tarde como en 1897 y Guinea en 1898; España y Francia gobernaron Marruecos en nombre del jerife desde 1912; y Gran Bretaña ocupó Egipto en 1882. Los dominios por las potencias europeas duraron sólo unas pocas décadas, hasta los años 50 y 60 del siglo XX. Por el contrario, el establecimiento no sólo de colonos blancos, sino de toda una sociedad nueva, en Sudáfrica fue anterior y más profunda.
Los neerlandeses arrebataron el territorio del Cabo de Buena Esperanza a los portugueses en 1652 y formaron una pequeña colonia cuya finalidad era servir de refugio y escala a los barcos que navegaban entre Asia y Europa. En las guerras napoleónicas, Gran Bretaña ocupó la colonia en 1806 y se la anexionó en 1814. Comportamiento que tenía el precedente de Gibraltar.
Muchos de los neerlandeses rechazaban la presencia de administradores y colonos británicos, y decidieron iniciar un movimiento similar en el tiempo a la marcha al oeste en Estados Unidos. Entre los afrikáners se llamó el Gran Trek.
Tanto los neerlandeses como los británicos toparon con pueblos nativos (xhosa, zulúes, shoto, tswana…), cuyo modo de vida había sido alterado hacía tiempo por la presencia y el comercio con los portugueses, los neerlandeses y los británicos. El principal sustento de estos pueblos era el ganado. Las sequías o las epidemias causaban atroces guerras por la supervivencia, en las que los vencidos desaparecían. Como describe el historiador R. W. Johnson (Historia de Sudáfrica: el primer hombre, la última nación):
"una sequía o una enfermedad del ganado sencillamente significaba robar el ganado de la comunidad vecina y dejar que muriera de hambre. Ningún líde blanco mató a tantos africanos como Chaka. Y algunas sociedades africanas estaban muy dispuestas a dedicarse a la trtaa de esclavos: de no haberla abolido los ingleses, sin duda hubiese continuado."
A esta sustitución de un mundo condenado por otro ascendente, hasta el punto de que los británicos imponían paces y destituían reyes, se añadió a principios de la década de los 50 una epidemia de pleuroneumonía contagiosa bovina, probablemente transmitida por las vacas de los afrikáners, que diezmó el ganado de los nativos. Entonces se produjo la profecía de Nongqawuse.
Tres cuartas partes de su pueblo murieron
El jefe de su tribu, Sarhili ordenó que se obedeciera a la adolescente y entre 1856 y 1857 se ejecutó la matanza de todo el ganado, que se calcula en unas 400.000 cabezas, y se dejó de cultivar la tierra. Algunos se negaron y fueron despreciados por los demás. En febrero de 1857, Nongqawuse anunció que un día exacto el Sol se volvería rojo y ésa sería la señal de la resurrección de los muertos y la expulsión de los blancos.
Llegó la fecha y nada ocurrió. La muchacha respondió al jefe Sarhili que los espíritus le dijeron que esperasen ocho días más. Pero de nuevo nada sucedió. Y es que las profecías apocalípticas no deben tener una fecha cercana para su cumplimiento, porque vienen el fracaso y la decepción.
Entonces, sobrevino una hambruna que redujo la población en tres cuartos: de poco más de 100.000 personas a unas 27.000. Las autoridades británicas procesaron a catorce jefes por conspiración y el vaciado de la región permitió la colonización con agricultores blancos.
Nongqawuse, que no sabemos si se arrepintió, fue entregada a un oficial británico con cuya familia vivió unos años. Luego, se le trasladó a una granja en la provincia del Cabo, lejos de la tierra que había contribuido a asolar. Falleció en 1898.
Los libros de historia del ‘apartheid’ (1948-1994) llamaron a este acontecimiento "el suicidio nacional de los xhosa", pero, señala Johnson, la expresión "se prohibió por ser políticamente incorrecta".
Ahora tenemos una Nongqawuse a escala global que nos dice que también hemos de renunciar a nuestra tecnología y nuestros adelantos. La pregunta es por qué la sueca de las trenzas recibe el respaldo de políticos, financieros, actores, ‘oenegeros’, empresarios…
En su libro, el historiador Johnson escribe que
"en contra de la mitología africanista, no hubo ninguna edad de oro de la sociedad africana tradicional antes de la caída. La verdad es que la vida era desagradable, brutal y corta incluso antes del advenimiento del colonialismo".
Prácticamente lo mismo se puede aplicar a la vida humana antes de la aparición de las chimeneas, los plásticos y los motores de explosión que tanto molestan a la nueva Nongqawuse y sus seguidores. Pero entonces, se consolarán, éramos más iguales. Iguales en la pobreza y en la enfermedad. Aunque me temo que si volviéramos a las cuevas, ya están preparados los que nos venderán la leña con la que encender las hogueras.