El 28 de junio de 1914 el archiduque Francisco Fernando fue asesinado en Sarajevo. Exactamente cinco años después, el 28 de junio de 1919, la Primera Guerra Mundial experimentaba sus últimos estertores con la firma del Tratado de Versalles, entre los aliados y Alemania —la fecha exacta del fin de las hostilidades fue el 11 de noviembre de 1918—. Desde entonces se sucedieron un sinfín de acontecimientos que, de manera paulatina, fueron sentando las bases para el estallido de la Segunda Guerra Mundial, dos décadas después. Ahora que se cumplen 100 años de aquella firma histórica, y tras la reciente publicación de La Primera Guerra Mundial. De Lieja a Versalles (Alianza Editorial), Libertad Digital charla con Ricardo Artola acerca de las consecuencias que tuvo un documento que fue tildado desde el principio como una humillación desmesurada para los vencidos, y como una de las primeras piedras colocadas que permitieron la reanudación del conflicto en 1939.
"Yo soy contrario al determinismo, tanto en la historia como en la vida", comenta él. "No creo en el destino ni en que los hombres estemos sentenciados a un futuro concreto desde mucho tiempo antes de que vaya a ocurrir. En el caso del Tratado de Versalles, entre 1919 y 1939 pasaron 20 largos años, por lo que considero exagerado decir que fue la causa principal del estallido de la Segunda Guerra Mundial. Ahora bien, sí que creo que fue la primera semilla sembrada. Lo que pasa es que las semillas después pueden malograrse, y si esta semilla concreta no se malogró es porque se sucedieron después otras muchas cosas que fueron tensando la situación mundial".
Pese a no ser determinante, el Tratado sí que fue uno de los principales condicionantes. Entre otras cosas, por ejemplo, exigía que los vencidos asumiesen toda la responsabilidad de las causas de la guerra, por lo que, de manera consecuente, debían aceptar también el desarme, la cesión de multitud de territorios a los vencedores —al final del conflicto, los imperios alemán, austro-húngaro y otomano dejaron de existir—, y el pago de una cantidad tan desorbitada de dinero que, en concreto, Alemania terminó de saldar la deuda en el año 2010. "Ahí la gran protagonista fue Alemania, sin duda", dice Artola. "La humillación que supuso la firma fue creando una sensación de ganas de resarcimiento. Y eso, sumado a otras cuestiones como la gran depresión económica motivada, entre otras cosas, por las enormes deudas que supuso la firma del Tratado, favoreció con el tiempo la subida de Hitler al poder".
Desde ese punto de vista, Artola no cree "el aniversario de la firma sea un verdadero motivo de celebración. En todo caso, y aunque la guerra había acabado unos meses antes, lo que se puede celebrar es el fin del conflicto", dice. "No creo que el Tratado sea un ejemplo de nada, la verdad. De hecho es un mal tratado. Era más bien un dictado de los vencedores a los vencidos. En vez de una negociación entre las dos partes, como debería haber sido, fue una negociación entre los países aliados, y después una imposición a los vencidos".
Sociedad de Naciones
Pese a todo, aquella firma también dio paso a la aplicación de algunas medidas positivas: supuso la fundación de la Sociedad de Naciones, ideada como mediadora entre países, con la intención de evitar que una guerra de tales magnitudes se volviese a dar. Pero evidentemente, aquello no resultó. "Bueno, la Sociedad de Naciones era una buena idea", dice Artola. "Lo que pasa es que sólo fructificó con la creación de la ONU. En el fondo fue como botar un barco en mitad de una tormenta: primero porque nunca tuvo oportunidades reales de consolidarse, y segundo porque fue algo prematura. Si todavía a día de hoy cuesta que los países asuman cierta pérdida de su soberanía en beneficio de la Unión Europea, imagínate hace un siglo, cuando tanto el Imperio británico como Francia acababan de salir reforzados de la firma del Tratado de Versalles", concluye.