Esta tierra fue conquistada por el buen caballero y venturoso capitán Hernando Cortés, marqués que ahora es del Valle (Fray Toribio de Benavente "Motolinia", Historia de los indios de la Nueva España, Epístola proemial, ed. Dastin, p. 56)
Ya Cadalso, en sus Cartas Marruecas (Carta IX), se ve obligado a responder a las acusaciones que cierta literatura "europea no española" arroja sobre España hablando permanentemente de crueldad, codicia, perfidia, tiranía en su acción en América. Es curioso, digno de reflexión, dice Cadalso, que los pueblos que propagan esa mala fama de los españoles son precisamente los mismos que
van a las costas de África, compran animales racionales de ambos sexos a sus padres, hermanos, amigos o guerreros felices, sin más derecho que ser los compradores blancos y los comprados negros; los embarcan como brutos; los llevan millares de leguas desnudos, hambrientos y sedientos, los desembarcan en América; los venden en público mercado como jumentos, a más precio los mozos sanos y robustos, y a mucho más las infelices mujeres que se hallan con otro fruto de miseria dentro de sí mismas; toman el dinero; se lo llevan a sus humanísimos países, y con el producto de esta venta imprimen libros llenos de elegantes invectivas, retóricos insultos y elocuentes injurias contra Hernán Cortés por lo que hizo; ¿y qué hizo?. Lo siguiente. (Cartas Marruecas, Editora Nacional, p. 87-88).
Y a partir de aquí desarrolla en veinte puntos, en la que quizás es la Carta más extensa de todas las reunidas por Cadalso, lo que para él representó la obra de Cortés, concluyendo que la acción del extremeño en América está muy lejos de la desfiguración que de él han hecho los publicistas procedentes de esas naciones extranjeras, dedicadas paradójicamente, observa Cadalso perspicaz e irónico, a ese gran "mercado de carne humana" (Inglaterra fue la nación que más desarrolló la explotación, sin parangón, del mercado esclavista -la trata- entre África y América).
Hay que decir, en cualquier caso, que la labor propagandística de estos publicistas ha sido tan poderosa que ha encontrado gran resonancia en el interior de la propia patria de Cortés, tanto en la vieja España como en la Nueva, de tal manera que, ahora mismo, en los albores del siglo XXI, esta visión negrolegendaria es la que sigue prevaleciendo, sin duda, acerca del conquistador de Medellín, sobre todo a nivel divulgativo (y no tanto en la historiografía) .
No ocurre de esta manera, sin embargo, en la cronística desplegada durante el siglo XVI, coetánea o inmediatamente posterior, acerca de la labor cortesiana, en la que la figura de Cortés adquiere unos tintes mucho más cercanos al de un gobernador prudente, casi salomónico, que al de un déspota con afán de lucro. Así, López de Gómara, es verdad que muy favorable al Marqués del Valle, dirá que
la conquista de Méjico y conversión de los de la Nueva España, justamente se puede y debe poner entre las historias del mundo, así porque fue bien hecha, como porque fue muy grande. Por ser buena, la escribo aparte de las otras, como muestra de todas. Fue grande, no en el tiempo, sino en los hechos, pues se conquistaron muchos y grandes reinos con poco daño y sangre de los naturales, y se bautizaron muchos millones de personas, los cuales viven, a Dios gracias, cristianamente. (López de Gómara, Historia General de Indias, II. Conquista de México, ed. Iberia, p. 11).
Por su parte, Fray Toribio de Benavente (Motolinia), en la misiva que en 1555 envía al emperador Carlos para neutralizar la literatura "infamante" – así lo dice- de Las Casas, afirma que la Nueva España, antes de la llegada de Cortés, era una sangría humana dando como prueba, de los muchos más ejemplos que podrían ofrecerse, la noticia de las ochenta mil cuatrocientas víctimas sacrificadas a los ídolos por el antecesor de Moctezuma en sólo tres o cuatro días. Tras la acción de España allí, y después de la promulgación de las leyes de Indias, muy benevolentes con los indígenas, continúa Motolinia en su carta a Carlos I,
sepa V.M. por cierto que los indios de esta Nueva España están bien tratados y tienen menos pecho y tributo que los labradores de la vieja España (Carta de Fray Toribio de Benavente, "Motolinia", a Carlos I, ed. Dastin, p. 318).
Por su parte, ya en el siglo XVII, el gran compilador del derecho indiano, Solórzano Pereira, hará un balance final del resultado de esta acción de España en Indias, en general, globalmente hablando (siendo la acción de Cortés un hito fundamental), defendiendo la idea de que el imperialismo español significó la introducción de la civilización en el orbe americano, habiendo puesto a los indios
en vida sociable, y política, desterrando su barbarismo, trocando en humanas, sus costumbres ferinas, y comunicándoles tantas cosas, tan provechosas, y necesarias, como se les han llevado de nuestro Orbe, y enseñándoles la verdadera cultura de la tierra, edificar casas, juntarse en pueblos, leer y escribir, y otras muchas artes, de que antes totalmente estaban agenos. […] (Solórzano Pereira, Política Indiana, Lib. I, Cap. VIII, 7, p. 81).
Entre la idea, pues, de un Cortés "caballero y venturoso capitán", del XVI, y la de un "tirano sanguinario" como se retrata por ejemplo en la obra Esas Yndias olvidadas y malditas, del recientemente fallecido Rafael Sánchez Ferlosio (deudor del retrato "neurótico" de Las Casas), media ya no solo la propaganda secular ejercida por las potencias rivales contra España, sino, sobre todo, la propia derrota del Imperio. Una potencia hegemónica siempre va a tener una reacción en contra (un antiimperialismo) que va a observar dicho dominio como tiránico, arbitrario, despótico. Lo llamativo, e insólito, de la leyenda negra antiespañola es que ésta sigue persistiendo aún ya con el imperio fenecido, derrotado ante sus potencias rivales (según Olivié, en su magnífico libro La herencia de un Imperio roto, la política española en el XIX estará marcadas por las directrices procedentes de Londres y París, y en el XX por Washington).
Ahora bien, no es tan fácil que la Historia, como tal disciplina, se tenga que dejar avasallar por la imposición ideológica del "vencedor". Existe cierta neutralidad en la Historia, respecto a las ideologías victoriosas o dominantes geopolíticamente, que viene proporcionada por la vasta documentación que un Imperio como lo fue el español, especialmente burocratizado, ha dejado tras su paso por la historia. La mayor facilidad que existe hoy día, gracias a las nuevas tecnologías, para tener acceso a los archivos, a la enorme cantidad de legajos de documentos que se conservan en las bibliotecas españolas (AGI, AHN, Archivo de Simancas, etc), permite romper con ciertas rigideces burocráticas, muchas veces al albur de esa ideología dominante, y emprender un trabajo serio y riguroso de documentación desde el ordenador personal (por ejemplo, a través de plataformas, como el programa PARES, que proporciona una vía de acceso directo a esos documentos). Ya no está la Historia tan pendiente de lograr una ventajosa beca de estudios, ni de la aquiescencia, muchas veces arbitraria, de los directores de departamento universitarios o de los propios archiveros.
En este sentido, creemos, la Historia en la actualidad queda algo más liberada de condicionantes ideológicos, lo que permite una mayor profundidad archivística en la investigación histórica, derivada de esta facilidad de consulta, de tal modo que, atendiendo en concreto a la Historia de España, es posible conjurar ciertos fantasmas ideológicos que, permanentemente, se filtraban en el relato histórico. La Historia tiene pues un fuerte compromiso con la verdad, y la verdadera Historia (que no puede ser sino historia verdadera) es la que se deriva de ese depósito documental, dejando fuera como ficticio cualquier relato que no tenga este apoyo o respaldo documental. En este sentido, la leyenda negra antiespañola queda completamente reducida a pura fantasía cuanto más se penetra en ese trabajo de archivo.
De esta manera el "Cortés sanguinario" es un mito que podrá seguir operando en los terrenos de la ideología y de la política (así lo ponen de manifiesto las recientes declaraciones del actual presidente mexicano López Obrador), pero que se desvanece, se diluye como un azucarillo en el café, al contrastarlo con la documentación de los archivos. Es más bien la figura del héroe, no mitológico sino histórico (cercano a un Alejandro, un César), la que perfilaría los trazos de una personalidad como Cortés, que, por supuesto, no en soledad sino en compañía (sigamos en esto a Bernal Díaz del Castillo), fue capaz de envolver e incorporar a una masa humana muy importante, continental, a la "vida civil" (lo mismo que hizo Alejandro con los persas o César con los celtas), generando una nueva sociedad, la novohispana, que actualmente constituye el epicentro de la Hispanidad (de una Hispanidad unida fundamentalmente por una lengua común de 600 millones de hispanohablantes).
Frente a la propaganda de las naciones extranjeras que quieren deslegitimar, en el siglo XVIII, la acción de España en Indias (y colocarse ellas, claro), continúa diciendo Cadalso en su particular análisis del comportamiento de Cortés:
Llega a la isla de Cozumel (horrenda por los sacrificios de sangre humana, que eran frecuentes en ella), pone buen orden en sus tropas, las anima, y consigue derribar aquellos ídolos. Hasta aquí creo descubrir todo el carácter de un héroe.