El 24 de marzo de 1976 las Fuerzas Armadas argentinas dieron un golpe de Estado. En el país ya había habido varias juntas militares desde 1930, pero ésta fue distinta, por sus intenciones de permanencia y de modificación de la sociedad (por eso la dictadura se denominó Proceso de Reorganización Nacional).
También fue distinta por otros motivos, como la aceptación popular con que se recibió debido al terrorismo de extrema izquierda, la crisis económica y la ineptitud del Gobierno peronista. Sin embargo, en siete años, la Junta se derrumbó entre el desprestigio y la vergüenza debido el asesinato de terroristas y de simples sospechosos al margen de las leyes; el fracaso brutal de sus políticas económicas (hiperinflación y recesión); y el recurso a la guerra para tratar de reforzarse.
A finales de los años 70, en Sudamérica, salvo Venezuela y Colombia, el resto de los países estaban bajo regímenes militares, la mayoría de derechas y respaldados por Estados Unidos, aunque algunos, como los de Perú y Ecuador, tenían orientación izquierdista.
La primera Junta argentina, formada por los generales Videla y Agosti y el almirante Massera desde el golpe hasta 1980, tuvo una política exterior que se separó de las directrices anti-comunistas propias de la Guerra Fría. Éstas las aplicaban sin vacilar gobernantes como el paraguayo Stroessner y el boliviano Bánzer entre los vecinos de Argentina.
El golpe de ese 24 de marzo fue incruento. Las criminales dirigencias de los montoneros y el Ejército Revolucionario del Pueblo se alegraron porque, dentro de su locura, esperaban que entonces las masas, espoleadas por la represión, se alzarían contra los burgueses y militares. Ocurrió que los terroristas de izquierdas cayeron por cientos y la primera vez que las masas salieron a las calles fue para celebrar la victoria de su selección de fútbol en el Mundial de 1978.
Entre los que aprobaron el golpe estuvieron también los comunistas. El pequeño PC argentino, muy prosoviético, hasta el punto de haber criticado el eurocomunismo de Santiago Carrillo, lo apoyó por varios motivos, como el temor a una junta que desencadenara una dura represión de la izquierda, al estilo de la chilena en 1973, y la esperable destrucción de los sindicatos peronistas y los terroristas, sus rivales por el control de la clase obrera. La dictadura prohibió el PCA, pero no persiguió a sus miembros.
Trigo argentino para alimentar la URSS
Las relaciones entre la Argentina ultraderechista y la URSS comunista quedaron oficializadas en un tratado comercial firmado en agosto de 1977 y negociado desde meses antes. La URSS, cuya agricultura colectivizada era incapaz de producir alimentos suficientes para su población, se comprometía a comprar durante diez años cereales a Argentina, el principal producto de exportación del país hispanoamericano.
Cuando el presidente de EEUU James Carter decretó la suspensión de las exportaciones de cereal a la URSS después de que ésta invadiera Afganistán (diciembre de 1979), la Junta aumentó las ventas.
De esta manera, Videla mostró su independencia respecto a EEUU y obtuvo un aliado. La URSS y sus satélites se opusieron a las condenas a la Junta en los foros internacionales. Y los PC que obedecían a Moscú disculparon o hasta negaron las violaciones de los derechos humanos.
En 1977, la Unión Soviética votó en la ONU en contra de incluir a la Argentina como país para investigar en la agenda de la Comisión de Derechos Humanos. Entre 1980 y 1981, cuando el Gobierno de Carter trató de que la misma Comisión condenase a Argentina, la Cuba de los Castro se opuso y maniobró para crear un bloque de países que frenase la moción. Cuando la resolución se aprobó en 1981, votaron en contra Rumanía, la URSS y Argentina.
En una muestra de la frialdad con que los Estados dirigen sus políticas exteriores, el dictador Videla y el dictador Castro negociaron apoyos en la ONU mientras los argentinos mataban a muchos terroristas entrenados o animados por la revolución cubana. En 1977, ambos gobernantes se plantearon intercambiar votos para que Argentina fuera reelegida como miembro del Consejo Económico y Social de Naciones Unidas y Cuba se incorporase al consejo ejecutivo de la OMS.
Además, en 1979 Castro invitó a Videla a asistir a la sexta cumbre de países no alineados que se celebró en La Habana. Videla no viajó, pero envió a su subsecretario de Relaciones Exteriores.
En la guerra de Malvinas
Así que la URSS y Cuba cooperaban con la dictadura anticomunista argentina, a la que EEUU negaba la concesión de créditos, la venta de armamento y la honorabilidad internacional. Las alianzas estaban invertidas respecto a otra dictadura anticomunista vecina, la chilena; ésta recibía las condenas del bloque socialista y cierto amparo por parte de Washington.
La guerra de las Malvinas (1982) llevó hasta sus últimas consecuencias este equilibrio geopolítico. Cuando la mediación del presidente Reagan para conseguir un acuerdo entre Argentina y Reino Unido fracasó, Washington se puso del lado británico. Buenos Aires recibió ayuda diplomática de países socialistas y hasta información de satélites soviéticos para localizar la flota británica. Por el contrario, Chile, amenazado por el expansionismo argentino, colaboró militarmente con Londres.
Los tratos de los comunistas argentinos, soviéticos, cubanos y europeos con los militares argentinos constituyen uno de los hechos más ocultados de los siniestros años de la última Junta militar.