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Pedro Fernández Barbadillo

España, tierra de misión

España es el tercer país europeo en abandono del cristianismo por parte de quienes han sido educados en él de niños.

España es el tercer país europeo en abandono del cristianismo por parte de quienes han sido educados en él de niños.
Cordon Press

Europa, que extendió el cristianismo por todo el mundo está cerca de convertirse en el primer continente sin religión, al menos en su parte occidental. La caída de la fe religiosa y de la práctica entre las minorías que la mantienen es innegable. Incluso una visita a cualquiera de las hermosas catedrales españolas muestra el enfriamiento del catolicismo entre los consagrados: el principal templo de las diócesis se abre a los turistas previo pago de una entrada, mientras los fieles, como visitantes incómodos, tienen reservadas un par de horas.

Una encuesta del Pew Research Center asegura que España es el tercer país europeo en abandono del cristianismo por parte de quienes han sido educados en él de niños. Otros datos confirman el declive del catolicismo no solo como fe, sino también como costumbre: los bautizos, las bodas religiosas, las ordenaciones y la natalidad.

Entre la lista de causas de esta decadencia hecha por los intelectuales progres, no podía faltar el franquismo, que sirve para explicar hasta el fracaso escolar en la Andalucía del PSOE. Una de esas eternas ‘momias de la Transición’, el sociólogo Rafael Díaz Salazar, sostiene que el catolicismo se ha desplomada en regiones como Cataluña, País Vasco y Navarra debido a la "fuerte asociación entre antifranquismo y anticatolicismo".

Entonces, ¿por qué la descristianización se produce bajo Gobiernos autónomos vasco y catalán que han estado ocupados durante décadas por partidos nacidos en sacristías o en la abadía de Montserrat, como los democristianos PNV y Unió y la Convergencia Democrática de Cataluña de Jordi Pujol? ¿No sería más adecuado preguntarse el efecto de la ideología nacionalista en la Iglesia como ‘religión de sustitución’?

Otra prueba de lo sesgado del argumento del ilustre experto se encuentra en las comunidades gobernadas por la izquierda, como Andalucía, La Mancha y Extremadura, figuran entre las que mantienen su identidad católica, desde procesiones a la casilla del IRPF. Hay, por tanto, otros motivos.

La ‘primavera del Concilio’

Uno de ellos, general para toda la Iglesia, es, sin duda, el Concilio Vaticano II, que produjo la mayor conmoción en el catolicismo desde la irrupción del protestantismo en el siglo XVI. La Iglesia se alistaba en la novedad por la novedad, la confusión y el ‘buenismo’. Desde entonces, muchos sacerdotes han dejado de hablar de la salvación, el pecado y el reino de Dios para sustituirlos con ONG, encierros y guitarras. Benedicto XVI sintetizó la ‘guerra’ del Concilio como un enfrentamiento entre la "hermenéutica de la discontinuidad y de la ruptura", y la "hermenéutica de la reforma, de la renovación en la continuidad". La anunciada ‘primavera del Concilio’ se convirtió en un invierno, que ha arrasado con las congregaciones que con más entusiasmo se adhirieron a la moda de la secularización, tal como puede verse en el blog de Francisco José Fernández de la Cigoña.

Otro, vinculado al anterior, fue la adopción entusiasta por parte de muchos obispos y teólogos de las novedades puestas en marcha por los llamados desde los años 60 ‘hermanos separados’: sometimiento a la modernidad, ordenación de mujeres, aceptación del matrimonio homosexual, salvación gratuita de todos los que se dicen creyentes, renuncia a los dogmas (en especial, los marianos), concepción de Jesucristo como un simple hombre…

Salvo las confesiones que rechazan tajantemente estas innovaciones, los protestantes se desploman, pero numerosas conferencias episcopales católicas siguen empeñadas en recorrer el mismo camino… con las mismas consecuencias, tal como ocurre en Alemania. Si todo el mundo se salva haga lo que haga y en ocasiones hasta contra sus actos, si no existen ni el pecado ni la condenación porque Dios "es bueno", ¿para qué asistir a la iglesia, practicar los sacramentos, rezar, hacer buenas obras, temer al demonio, no divorciarse ni abortar o, en resumen, para qué creer en Dios y en el origen divino del hombre? La tanta veces invocada ‘fe madura’ se ha convertido en una especie de estado espiritual cercano a la satisfacción después de un buen almuerzo que no obliga a ningún cambio de vida. ¡Qué acertada la afirmación de Gómez Dávila de que "los Evangelios, en manos del clero progresista, degeneran en recopilación de trivialidades éticas"!

Y un último factor que hay que añadir es el actual pontífice. Francisco ha introducido más caos mientras encabeza una carrera por ser más humilde y misericordioso que nadie, vivo o muerto. Al excluir la pena de muerte del Catecismo (no se sabe a ciencia cierta en qué situación ha quedado este castigo), el Papa reprochó a sus predecesores que la usaron como soberanos de los Estados Pontificios no haber sido tan misericordiosos como él.

La "insuficiencia mitral"

A los males del catolicismo occidental, en España hay que unir lo que Fernández de la Cigoña califica en su libro de "insuficiencia mitral": muchos obispos nombrados por Pablo VI, "un papa funesto para España", a los que "no se les exigía que fueran buenos obispos, sino únicamente antifranquistas". Del catolicismo hispanoamericano, otrora tenido en Roma por la esperanza de la Iglesia, Fernández de la Cigoña subraya que "es muy flojo", tanto los laicos como el clero, incluso los obispos y cardenales.

Transcurridos 40 años de la muerte de Pablo VI, los nombramientos mediocres han seguido abundando en las diócesis españolas. Pero además, ha aparecido otro elemento de desestabilización y crisis, que es la ‘memoria histórica’. La jerarquía de la Iglesia, sin duda por los deseos de ‘quedar bien’ ante el Imperio Progre y conservar las subvenciones, se ha adaptado al ocultamiento de los miles de laicos, religiosos y religiosas que fueron martirizados por su fe. Este desprecio es máximo en el caso del tratamiento dado a los restos del general Franco, que salvó a los católicos del exterminio por parte del PSOE, el PCE y el resto de la izquierda. Como dice Fernández de la Cigoña, "la Iglesia exagera todavía mucho más que los Borbones el desagradecimiento".

El eurocentrismo en que vivimos, y sobre todo viven los progres, nos oculta el constante aumento de la fe católica en África y, también, aunque menor, en Asia, así como la fortaleza de los cristianos árabes y pakistaníes, que les conduce a soportar el martirio, en contraste con los blandos católicos europeos. En esos territorios, donde llevar una cruz al cuello puede acarrear la muerte, las innovaciones que llevan medio siglo circulando en el mundo desarrollado suelen ser rechazadas con mayor o menor rotundidad.

De la misma manera, el clero que recurre a los métodos ‘de siempre’ y el ejemplo del cura de Ars no tiene tiempo de aburrirse ni de ir a eternas reuniones. Como la diócesis de Lincoln (Nebraska), a la que no le ha afectado el escándalo de la ‘mafia lavanda’. En ella se ordenan a tantos sacerdotes como en Los Ángeles y su obispo selecciona con rigor a sus sacerdotes y monjas, a la vez que ofrece a sus fieles adoración eucarística y una liturgia tradicional. Y también como las abundantes parroquias españolas donde los curas están en el confesionario y no en una ONG, hablan del cielo y del infierno a los asistentes y, por añadidura, se ocupan de los pobres; éstas son islas en la inundación.

¡Qué sorpresa! El cura que habla de Jesús como Hijo de Dios que trae la Vida Eterna llena su iglesia, mientras que el que lo presenta como un tipo normalito, con su señora y sus hijos esperándole en casa, la tiene vacía, aunque le saquen en televisión.

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