He comprobado que hay dos fuentes que los historiadores españoles suelen desaprovechar: el Diario de Sesiones de las Cortes y la exposición de motivos de las leyes, donde se encuentran muchos datos y, también, opiniones que permiten comprender las decisiones tomadas por los gobernantes y el ambiente de la época.
Otros prefieren elucubrar sobre los sobornos abonados por Winston Churchill a los generales españoles para, después de 490 densas y reiterativas páginas, admitir que no tienen la lista de beneficiarios; o sobre la psicología de Francisco Franco con análisis como su "astucia de campesino gallego".
Del Diario de Sesiones, saqué datos para elaborar sendos artículos en Libertad Digital sobre la ocupación de Ifni por el coronel Osvaldo Capaz en 1934 y sobre la violencia política en 1936. Pero el Diario, como todas las fuentes documentales, hay que saber leerlo, ya que en ocasiones está manipulado, alterado, censurado, incompleto… Elija el lector el término que prefiera.
La cabezonería de Pablo Iglesias
El caso más conocido consiste en las amenazas de muerte que el fundador del PSOE, Pablo Iglesias, profirió contra el diputado y también ex presidente del Gobierno Antonio Maura en la sesión de 7 de julio de 1910.
"Los elementos proletarios (…) hemos llegado al extremo de considerar que antes que S. S. suba al Poder debemos llegar hasta el atentado personal"
El presidente de la Cámara, el liberal conde de Romanones (había habido elecciones generales en mayo y los liberales, encabezados por José Canalejas, habían obtenido la mayoría absoluta, con 215 diputados), ejerció su vocación de pastelero e instó al socialista a retirar esa amenaza:
"S. S. tiene que retirar esas palabras y darlas por no dichas"
Iglesias, que era el único diputado socialista, se negó a retirarlas y a continuación Canalejas y Romanones se empeñaron en limar su amenaza para despojarla de aristas. En ese debate, Canalejas dijo "yo busco la concordia" y dos años después fue asesinado en Sol por un pistolero anarquista.
De no ser por la testarudez de Pablo Iglesias, quizás en la actualidad no sabríamos de su matonismo.
Las amenazas de la ‘Pasionaria’
Otro caso documentado ocurrió en la sesión en la que se debatió el asesinato de José Calvo Sotelo por policías socialistas.
Diego Martínez Barrio, presidente de las Cortes entre marzo de 1936 y 1939, era uno de esos ‘hombres comprensivos’ que siempre aparecen junto a mafiosos o golpistas. En sus plúmbeas memorias se muestra como un personaje que no comparte muchas las decisiones de sus aliados del Frente Popular, pero que ayuda a aplicarlas. Por ejemplo, dice que estaba en contra de la destitución de Niceto Alcalá-Zamora como presidente de la República, pero que, para "limitar los daños" (p. 314) al régimen trató de persuadirle de que dimitiera voluntariamente.
Después de esta destitución, después del fraude de las elecciones de febrero, después del atropello cometido por la comisión de actas, después del encarcelamiento de Primo de Rivera, Martínez Barrio trató de convencer, de la misma manera untuosa, a José María Gil Robles de que la derecha tenía que aceptar que "la consolidación de la República constituía la última esperanza" para la paz (p. 321).
Cuando conoció el secuestro de Calvo Sotelo (que reconoce le pareció bien mientras pensó que era una detención ordenada por Gobernación ¡de un diputado con inmunidad!) y su posterior asesinato, Martínez Barrio pidió al Gobierno la suspensión de la sesión de las Cortes, que obtuvo, y convocó otra sesión de la Diputación Permanente con la excusa de renovar el estado de alarma vigente para el 15 de julio. En ésta, el diputado monárquico Fernando Suárez de Tangil, amigo de Calvo Sotelo, leyó un documento en el que culpaba al Gobierno del Frente Popular del magnicidio.
Martínez Barrio censuró la incorporación completa del texto al Diario "por prudencia" (p. 345):
"El documento que leyó el señor Suárez de Tangil no figura íntegro en el Diario de Sesiones. Por razones de prudencia y en el ejercicio de mi derecho suprimí de él las acusaciones que contenía contra el presidente del Consejo (de Ministros), más inspirada, claro está, en la pasión de los acusadores, que en el juicio imparcial de los sucesos ocurridos."
Suárez de Tangil, conde de Vallellano, lo admitió.
Las amenazas de muerte directas a Calvo Sotelo proferidas por la comunista Dolores Ibárruri ("¡Has hablado por última vez!") no aparecen en el Diario de Sesiones y si las conocemos es por testimonios como el de Josep Tarradellas (revista Época, 1985), que era diputado de ERC y estaba sentado cerca del político gallego cuando la ‘Pasionaria’ profirió su regüeldo, y también los de otros asistentes, fuesen diputados o cronistas parlamentarios.
Incluso hoy, cuando las intervenciones de los diputados se graban en vídeo, se censura el Diario de Sesiones. En la sesión del 13 de marzo pasado, la presidenta Ana Pastor retiró unas palabras pronunciadas por la diputada de Compromís Marta Sorlí, que eran letras de las canciones del rapero Valtónyc. Al menos, aparece la supresión y de ese hilo podemos tirar.
El Diario de Sesiones, en conclusión, no hay que tomarlo como fuente única, igual que se debe de hacer ante las ‘informaciones’ que publica cierta prensa y desvelan determinados políticos, como que Franco cambió la hora oficial de España para halagar a Adolf Hitler o que en España mueren más de 7.000 personas al año por algo llamado ‘pobreza energética’.