En el Ebro se ahogó el Frente Popular
Fue la batalla más sangrienta de la guerra civil. Las bajas totales se calculan en más de 50.000 para cada bando. El general republicano al mando huyó de España y abandonó a sus tropas.
El lamentable político republicano Santiago Casares Quiroga, sin más avales que su amistad con Manuel Azaña y su militancia masónica, desempeñó en 1936 dos puestos fundamentales: ministro de Gobernación (17 de abril - 13 de mayo) y presidente del Gobierno (13 de mayo - 19 de julio). Desde ellos, permitió que las bandas de matones de la izquierda se apoderasen de las calles y los campos de España, incluso participó en la campaña de desprestigio contra José Calvo Sotelo que culminó en su asesinato. Se despidió del Gobierno con el decreto de disolución de las unidades militares, lo que provocó que los milicianos, buenos para dar palizas y violar monjas, se enfrentasen a los militares sublevados en campo abierto.
Ante el desastre, Francisco Largo Caballero, el ‘Lenin español’, presidente del Gobierno desde el 4 de septiembre, procedió a establecer el Ejército Popular, con instituciones soviéticas como el comisariado político y la estrella de cinco puntas (Gaceta de Madrid, 16 de octubre de 1936).
La construcción del Ejército Popular
1936 acabó con la derrota de las columnas de los sublevados ante Madrid, si bien antes habían unido sus dos zonas en Extremadura. Ambos bandos dedicarían el año siguiente a levantar verdaderos Estados y reorganizar sus ejércitos.
En la resistencia de la capital destacó como jefe militar, a las órdenes del general Miaja,el comandante Vicente Rojo. A él recurrió Juan Negrín, sucesor de Largo Caballero, en la primavera de 1937 para confiarle el recién creado Estado Mayor Central. Bajo su dirección, se produce la primera ofensiva del Frente Popular, en Brunete (julio), después de la pérdida de Bilbao.
En una guerra civil ideológica los elementos políticos son tan importantes como los militares
En 1937 Franco, ya elegido generalísimo y jefe del Estado, conquistó la franja norte (Vizcaya, Santander y Asturias) de España, gracias a lo que obtuvo una industria pesada para armar a sus tropas. Pero el año terminó con una sorpresa: un ataque planeado por Rojo contra la pequeña y aislada ciudad de Teruel.
En 1938 los dos ejércitos de en torno a un millón de hombres, reforzados con moderno material enviado por Alemania, Rusia e Italia, así como con miles de soldados extranjeros, libraron varias grandes batallas.
En la primera mitad del año, según la exposición del general Alonso Baquer (El Ebro. La batalla decisiva de los cien días) se concluyó la de Teruel, impuesta por Rojo y aceptada por Franco, que (como demostró al liberar el alcázar de Toledo) sabía que en una guerra civil ideológica los elementos políticos son tan importantes como los militares. Ésta acabó en febrero con otra victoria nacionalista.
Después siguieron dos batallas más desencadenadas por los nacionales. La del Bajo Aragón, librada a lo largo de seis semanas de marzo y abril, llevó a la división de la zona republicana en dos cuando el 15 de abril, en Vinaroz, llegó al Mediterráneo la IV División de Navarra del general Camilo Alonso Vega.
Negrín apuesta por una paz negociada impuesta
Franco, que todavía no disponía del poder y prestigio que acumularía al final de la guerra, tuvo que imponerse a sus generales, que querían volver a atacar Madrid o dirigirse a Barcelona. A él, que prestaba mucha atención a la situación internacional (en marzo Alemania se había anexionado Austria y en abril había comenzado la crisis de los Sudetes en Checoslovaquia), le preocupaban una posible intervención militar francesa en Cataluña (que debatió el Gobierno izquierdista de París) y un nuevo fracaso ante las trincheras de Madrid, después del sufrido por las tropas italianas en Guadalajara en marzo de 1937. En consecuencia, ordenó marchar hacia Valencia. El 15 de junio, se tomó Castellón.
En cambio Negrín, establecido en Barcelona, daba más importancia al factor político que al militar. Por un lado, introdujo la consigna de "¡Resistir en vencer!"; y por otro trató de implicar a las potencias extranjeras a fin de que obligaran a los nacionales a aceptar una paz negociada, para lo que difundió sus Trece Puntos (30 de abril). Tanto Negrín como Rojo jugaban a ganar tiempo, a resistir. Y en la guerra quien apuesta por la defensa siempre pierde.
A fin de detener la marcha de los nacionales sobre Valencia, Rojo planeó una operación que sorprendió a los nacionales: el cruce del Ebro en el recodo que tiene como centro Gandesa (por eso, algunos tratadistas denominan esta acción con el nombre de batalla de Gandesa). Se realizó el día de Santiago, el 25 de julio, de una manera tan acertada como afortunada. Así comenzó la batalla más sangrienta de la guerra civil.
Las fases de la Batalla del Ebro
Para el general Alfredo Kindelán (Mis cuadernos de guerra), la batalla de Gandesa tuvo las siguientes fases:
- Preliminar (junio-julio): el Cuerpo de Ejército marroquí mandado por Yagüe no presta atención a los movimientos de las tropas de Modesto, Tagüeña y Líster.
- Primera fase (25 de julio – 5 de agosto): El Ejército Popular cruza el Ebro por doce puntos y arrolla a la División 50, en el centro del despliegue defensivo del Cuerpo de Ejército marroquí. Modesto conquista una cabeza de puente, pero no se apodera del nudo de comunicaciones de Gandesa. Aunque hubo un éxito táctico local, se detuvo la ofensiva nacional sobre Valencia y subió la moral republicana, el saldo es de empate.
- Segunda fase (5 de agosto – 31 de octubre): Franco se traslada a Alcañiz para dirigir la reacción de las tropas nacionales. Los contraataques se dirigen contra la bolsa de Mequinenza, las sierras de Fatarella y Pandols y el nudo de la Venta de Camposines. Desde septiembre, hay dos enormes cuerpos de ejército uno frente al otro. Los avances de los nacionales son lentos y Mussolini afirma que Franco va a perder la guerra. Mientras tanto estalla la crisis de Checoslovaquia debido a las reclamaciones del canciller Hitler. Franco transmite a Londres y París su compromiso de permanecer neutral en el caso de una nueva guerra europea, lo que provoca el enfado de Berlín y Roma.
- Tercera fase (31 de octubre – 16 de septiembre): Caen las posiciones republicanas en la sierra de Caballs gracias a un ataque de la 1ª División del Cuerpo de Ejército del Maestrazgo, mandado por García Valiño. A partir de esta operación, el Ejército Popular comienza su retirada al norte del Ebro, que concluye con la voladura del puente de hierro de Flix, donde entran los nacionales el 17.
El número de bajas totales lo calculó Ramón Salas Larrazábal en más de 50.000 para cada bando, aunque no hay un recuento definitivo.
Las victorias de Franco
Franco no sólo desangró a las mejores tropas de Rojo (que siempre se negó a reconocer su derrota o la victoria de Franco), sino que disipó el riesgo de internacionalización de la guerra de España con sus garantías a Inglaterra y Francia y con la aceptación de la repatriación de las tropas extranjeras. Y, también muy importante para el futuro, ha impuesto su autoridad sobre sus compañeros de África.
Rojo, el general que humilló a Franco, según uno de sus turiferarios, en un acto de cobardía se negó a volver a España
Un mes después de dar por terminada la batalla del Ebro, el 23 de diciembre comenzó la Ofensiva de Cataluña. Seis cuerpos de ejército, mandados por los generales Solchaga, Yagüe, Moscardó, García Valiño, Muñoz Grandes y Gambara (italiano), atacaron de manera coordinada desde los Pirineos al Ebro. Ese mismo día, los nacionales rompieronn las líneas por diversos puntos del frente.
El 1 de enero, el Diario Vasco publicó una entrevista a Franco en la que el caudillo explicó el sentido de la batalla del Ebro:
"El ejército marxista de Cataluña saldría del Ebro destrozado y el comité de Barcelona en condiciones profundas de inferioridad para el momento en que yo planteara una batalla a fondo. Ahora asistimos a los resultados y consecuencias de la batalla del Ebro. (…) Fea y sin lucimiento aparente, en la batalla del Ebro hay que buscar, pese a todo, el origen verdadero de los espléndidos triunfos actuales."
Los nacionales entraron en Tarragona el 14 de enero y el 26 de enero en Barcelona. La recepción a Yagüe y sus tropas fue delirante.
En febrero de 1939, después de haber pasado a Francia, Rojo, el general que humilló a Franco, según uno de sus turiferarios, en un acto de cobardía se negó a volver a España, mientras sus soldados seguían luchando.
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