Eran las siete de la mañana del 28 de mayo de 1938. A dos kilómetros de la localidad castellonense de Benasal (en la comarca de El Maestrazgo), el joven Ángel Beltrán (frisaba los quince años) se dirigía al campo a trabajar como todos los días; la localidad permanecía felizmente ajena a la Guerra Civil que asolaba España. De repente, en el horizonte aparecieron tres pequeños aviones que surcaban el cielo en dirección a su pueblo y, segundos después, caían otras tantas bombas. Beltrán no lo sabía, pero acababa de ser testigo de un experimento nazi que ha permanecido oculto durante más de 80 años: Hitler ordenó atacar unos pueblos indefensos a un avión secreto, el Junkers Ju 87 A (los temidos stukas) de la Legión Cóndor, armado con bombas de 500 kilos.
Hasta ahora, nada se sabía de aquel cobarde ataque que se repitió contra las vecinas localidades de Albocacer, Villar de Canes y Ares del Maestre, y que dejaron un trágico balance de 39 víctimas. Aquellos muertos hubieran caído en el olvido de no ser por un descendiente de dos de esos muertos olvidados, Oscar Vives. Este profesor de Física de la Universidad de Valencia, aficionado a la Historia, leyendo el libro La Guerra Civil Española, de Antony Beevor, descubrió una críptica referencia a un documento catalogado como BA-MA, RL 35/34 y descubierto por el historiador británico, y que dormía semiolvidado en el Archivo Militar de Friburgo con el nombre de Imágenes de los efectos de las bombas de 500 kilos. Tirando del hilo, la verdad al fin salió a la luz, y ahora se ha convertido en el documental Experimento Stuka, dirigido por Rafa Molés y Pepe Andreu (SUICAFilms y RTVE), que se estrenó la pasada semana en cines y este viernes ganó el galardón al mejor documental en la primera edición de los Premios del Audiovisual Valenciano.
La verdad sí, salió a la luz, pero no era la que algunos esperaban. Y es que todo era mentira. Y lo peor (o lo mejor, en esta curiosa historia de revisionismo histórico) es que los autores lo sabían. El boletín de las fuerzas republicanas del 29 de mayo, el que refiere el ataque del que Beltrán fue testigo, no deja lugar a dudas: a las 07´45 de la mañana nada menos que 42 aviones habían bombardeado la zona y una segunda oleada de 25 más llegó a las 12´00 h. No fue hasta la 14´00 h. cuando tuvo lugar el ataque de los Ju 87 A. El parte de la Legión Cóndor coincide en los datos pero da más explicaciones: las oleadas fueron a cargo de bombarderos rápidos Heinkel He 111 y Dornier Do 17, apoyados por cazas de escolta Messerschmitt BF 109.
Por supuesto Beltrán, que pasaba los 90 cuando dio su testimonio no puede ser acusado de nada que no fuera su mala memoria. Sin embargo, tanto el ‘padre’ de la teoría, como los realizadores que habían conseguido amasar 200.000 euros de dinero público para su proyecto, sabían de sobra que lo que decían no era verdad.
No dan en la diana
Pero este dato es nimio comparado con el resto de inexactitudes, mentiras y manipulaciones del documental. No es ya que ningún estudioso de la Guerra Civil jamás haya oído hablar del citado experimento, es que no coinciden ni los datos presuntamente objetivos. Para empezar, no fueron cuatro sino siete los pueblos del Maestrazgo bombardeados por esos aviones y con este tipo de bombas (hay que incluir a Cuevas de Vinromá, Sarratella y Benlloch) y las fechas tampoco coinciden: los ataques comenzaron el 25 de abril y concluyeron el 2 de junio. Y eso que la lista no incluye, por ejemplo, a otras localidades que fueron bombardeadas posteriormente que se produjeron después de la llamada batalla por el Saliente del Maestrazgo, y de las que ni Vives ni los autores del documental quieren oír hablar.
¿De dónde viene una discrepancia tan absurda de fechas y lugares? La clave del misterio está en el citado documento BA-MA, RL 35/34, que se corresponde con un informe fotográfico titulado Imágenes de los efectos de las bombas de 500 kilos y rebautizado por los autores como ‘Informe Függer’ en honor al major Graf von Függer, su autor. No consta que jamás fuera declarado secreto, e incluye unas 60 páginas y cerca de 70 fotos aéreas realizadas antes y después de los ataques.
Pero es que el informe, ni siquiera es nuevo. Por mucho que Beevor se atribuya el mérito de haberlo descubierto, los primeros en darlo a conocer fueron los historiadores alemanes Karl Ries y Hans Ring en el libro Legion Condor 1936-1939: Eine ilustrierte dokumentation (Ed. Hoffman, 1980), una publicación que citan todos los autores que han estudiado la época. Y si ningún autor le ha dado la menor importancia es porque no la tiene, es uno de tantos (los hay similares de todas las aviaciones que participaron en la Guerra Civil) y, en la obra de Ries y Ring (que los autores utilizaron como referencia) se cita al menos uno más realizado por la Legión Cóndor. Probablemente hubo más, pero la mayoría de los archivos de la Legión Cóndor se perdieron en Berlín en 1945.
El problema del "Informe" es que solo incluyó cuatro de los siete pueblos bombardeados por la Legión Cóndor durante lo que se conoce como la batalla del saliente del Maestrazgo, un episodio poco conocido de la Guerra Civil en la que 15.000 soldados republicanos consiguieron frenar al ejército sublevado en su avance sobre Castellón y Valencia. Como tuvo lugar entre la batalla de Aragón y la del Ebro, y apenas afectó al transcurso de la contienda, los historiadores le han dado poca importancia. Los autores del documental necesitaron cambiar fechas y lugares para pretender que el "Informe Függer" era un trabajo exhaustivo, cuando no era más que un informe rutinario.
Pero lo que dejan claro los partes de ambos bandos es que los pueblos bombardeados eran un objetivo militar fundamental en el avance de la 4ª División de Navarra y la 55º División sobre Castellón de la Plana. Curiosamente, uno de los pocos historiadores que se fijó en este episodio fue Beevor, al que se entrevista en el documental, por lo que no pueden alegar desconocimiento sino ganas de no contar la verdad. Para redondear su fantasía, los autores convirtieron los pueblos en unas localidades aisladas y alejadas del frente.
Pero los disparates —llega un momento que no se puede utilizar otro término— tampoco acaban aquí. Los investigadores Lucas Molina y Rafael Permuy (con más de 30 libros de temática militar a sus espaldas, en distintas editoriales, y con diversas obras traducidas a varios idiomas) publicaron en 2012 el libro Stukas en España, que Vives, Molés y Andreu conocían bien pues lo habían utilizado en su investigación. En el libro los historiadores no solo referían todos los bombardeos (y tipos de bombas) que habían realizado los stukas en la batalla del saliente del Maestrazgo, sino que se remontaban al primer bombardeo de este tipo, que había tenido lugar nada menos que el 18 de febrero de ese año (el dato también está en el libro de Beevor). Molina y Permuy no solo fueron ignorados, sino que se inició una campaña para tildarlos de franquistas, revisionistas y negacionistas, al no existir argumentos para rebatir su tesis, basadas en documentación de la época.
Enumerar las falsedades de un documental que la prensa nacional ha recibido con los brazos abiertos (muchas veces sin haberlo visto y siempre si verificar un solo dato) es agotador. A modo de anécdota cabe citar a Antony Beevor recordando la crueldad de Wolfram von Richthofen (ordenando la acción y haciendo caso omiso de la orden de Franco de no bombardear objetivos civiles). ¡Que en realidad los pueblos sí eran objetivos militares es lo de menos!; lo realmente "chusco" es que Richthofen no estaba en España en las fechas en que se produjeron los bombardeos. En enero de 1938 había regresado a Alemania siendo sustituido como jefe del Estado Mayor de la Legión Cóndor por el teniente coronel Hermann Plocher. El general al mando de la Legión Cóndor en las fechas del bombardeo era Hellmuth Volkmann. "Pecata minuta"...
La mentira llega al Senado
La mentira del Experimento Stuka llegó al Senado el pasado 27 de septiembre. Los senadores del partido nacionalista Compromís, Carles Mulet y Jorge Navarrete (casualmente, ambos elegidos por la circunscripción de Castellón) habían presentado una moción ante la Comisión de Justicia para solicitar una indemnización de 57 millones de euros. A saber: 250.000 euros por cada una de las 180 casas destruidas en los cuatro municipios —debido a que "fueron construidas durante generaciones y tienen un gran componente sentimental"—"cuatro millones de euros para las iglesias destruidas y compensaciones a las familias de las más de 30 (sic.) víctimas mortales".
Llama la atención que los que se equivocan en el número de muertos en los ataques, pidan, además, una investigación para esclarecer unos hechos que se conocen desde hace años.
La moción contó con el apoyo del PSOE, PDeCAt, PNV, Unidos Podemos, Esquerra … pero, finalmente, fue rechazada gracias a los votos del Partido Popular y a la defensa de la verdad histórica que hizo el senador Manuel Altava. Al día siguiente, Compromís ya estaba pidiendo su recusación nada menos que "por justificar los bombardeos nazis en el Maestrat". Pero la comedia no acabó aquí; como los cuatro pueblos tienen en la actualidad un gobierno del Partido Popular, la prensa local inició una pequeña campaña contra Altava, ignorante de que había otros tres pueblos que fueron bombardeados en la misma campaña y a los que nadie ha hecho caso en estos últimos años. Molina y Permuy, por supuesto, tuvieron que aguantar que les volvieran a llamar franquistas, pseudohistoriadores, e incluso insinuar que eran filonazis.
Para añadir más leña a la ceremonia de la confusión, Experimento Stuka contó con una ayuda de 20.000 euros de la Diputación de Castellón, en manos también del PP. De hecho, el maestro de ceremonias del preestreno de la cinta (que tuvo lugar el pasado 15 de mayo) fue el presidente de la institución, Javier Moliner.