– ¿Crees que debería publicar?
– ¿Qué?
– ¿Sabes? Escribo poemas
– ¿Por qué me lo preguntas?
– No sé, me parece que publicar es como traicionar algo…
– Oh.
– ¿Tú a qué te quieres dedicar?
– Decorador
– ¿Decorador? ¿Por qué no un verdadero artista?
Diálogo de Los amantes habituales (2005) de Philippe Garrel.
De la variedad de películas "alrededor de" mayo del 68 -tanto por época como por temática o espíritu- podríamos destacar, entre las norteamericanas, Bonnie and Clyde (1967), En el calor de la noche (1967), MASH (1970), Easy Rider (1969), Hola, mamá (1969), Revoluciones por minuto (1970) y Ensayo para una revolución (2016). Entre las europeas, Weekend (1967), Belle de Jour (1967), Zabriskie Point (1970), Milou en Mayo (1990), Soñadores (2003), Antes de la revolución (1964), Mi noche con Maud (1967), La rodilla de Clara (1970), La chinoise (1967), Todo va bien (1972) y El viento de la noche (1999).
La Chinoise (1967)
Hablemos, por ejemplo, de La Chinoise. Godard hacía, a su modo críptico y crítico, una apología y, a la vez, refutación del movimiento maoísta que triunfaba entre la "intelectualidad" de café parisino. Y es que el papel y la pantalla revolucionarios lo aguantan todo, incluso el Libro Rojo de Mao. Pero luego llega el principio de realidad y pasa lo que pasa: resulta imposible derogar la ley de la gravedad y la naturaleza humana. En Las invasiones bárbaras (2003), el típico profesor izquierdista rememora sus batallitas políticas con un grupo de amigos de su misma cuerda ideológica:
– "Hemos sido de todo, parece mentira: separatistas, independentistas, soberanistas, soberanistas asociacionistas…
– Bueno, al principio empezamos siendo existencialistas.
– Leímos a Sartre y a Camus.
– Luego leímos a Frantz Fanon y nos volvimos anticolonialistas.
– Entonces leímos a Marcuse y nos hicimos marxistas.
– Marxistas-leninistas.
– Trotskistas.
– Maoístas.
– Después leímos a Solzhenitsyn y cambiamos de idea. Nos hicimos estructuralistas.
– Situacionistas.
– Deconstructivistas.
– Existe algún -ismo que no hayamos adorado?
– El cretinismo."
A continuación, el profesor izquierdista relata cuando, tomando un café con una hermosa profesora proveniente de China, quiso halagarla alabando la "maravillosa" Revolución Cultural de Mao. Mala apuesta porque la profesora le explicó, con gesto entre indignado y compungido, que la habían obligado a "reeducarse" en marxismo-maoísmo acarreando estiércol en una granja colectiva para hacerse perdonar su pasado intelectual y "burgués".
Soñadores, Bertolucci, 2003
El cine "a propósito de" mayo del 68 suele ser un fracaso estético e ideológico porque "waltdisneyza" aquellos sucesos, entre la melancolía, el esteticismo y el desconcierto. En ese sentido destaca Soñadores de Bertolucci, cuya incompetencia cursi resulta más reveladora de lo que se quisiera acerca un movimiento que decía aspirar al amor libre y a la revolución anarquista, a Rimbaud y a Marx, pero que finalmente derivó en el terrorismo de las Brigadas Rojas, ETA o la Baader Meinhof, por un lado, o el sometimiento al "sistema neoliberal" que decían detestar, por otro.
Otra de las consecuencias nefastas de mayo del 68 fue la asimilación por parte de la crítica cinematográfica de la prosa indigesta envenenada de colesterol ideológico de los Barthes, Lévi-Strauss, Lacan, Althusser y compañía, convertida rápidamente en una "lengua de trapo" que hacía sentirse, a quien usaba expresiones místico-poéticas como "lo real" (algo misteriosamente subyacente a la prosaica realidad observable), en posesión de un conocimiento solo al alcance de los "mandarines". Donde antes triunfaba la prosa clara de Bazin, ahora reinaba la confusión conceptual pegada al batiburrillo semántico de los marxistas existencialistas. La objetividad asesinada al servicio de la demagogia.
Brigada homicida, Siegel, 1968
Bryce Echenique contaba que en el París de mayo del 68 había que ir a ver cine yanqui disfrazado para que no te reconocieran los radical-chic, los esnobs de izquierda que calificaban a John Ford o a Don Siegel de fascistas redomados, y sus películas de apología del genocidio o algo peor: ser puro entretenimiento, mera evasión, apenas vil producto de consumo. Lo que le inspiró un cuento, La más bella muerte de mayo del 68, sobre Brigada homicida (1968). Cuando el escritor peruano fue al cine se encontró con que había sido atacado por los estudiantes que consideraban la película proyectada, "imperialista". Sin embargo, Bryce ve que uno de los protagonistas es Richard Widmark (el otro es Henry Fonda), al que adora, y entra en el cine. Bryce se había sorprendido de que a pesar de los tumultos no muriese nadie porque en su país natal se habría desatado una ola de asesinatos. Pero en la pantalla sí que ve morir a alguien, un espléndido Widmark tiroteado con su propia pistola que le ha robado un chiquilicuatre. Termina Bryce: "y Widmark se moría como lo que era, un actorazo". Al igual que Bryce, podemos imaginarnos a los Godard, Truffaut y demás "cahieristas" disfrazándose para poder ir al cine la fantástica película "fascista" de Siegel. Eran maoístas pero no completamente reeducados en el cretinismo...
Después de mayo, Assayas, 2005 y Los amantes habituales, Garrel, 2003
Recientemente, dos películas han "reflexionado" sobre mayo del 68. Una desde una perspectiva crítica y otra, autocomplaciente. En Después de mayo el francés Olivier Assayas nos relata, con gran delicadeza formal y sutileza ética, los conflictos morales y estéticos de la generación de extrema izquierda que quiso subvertir el orden burgués a través de una rimbaudiana liberación de los sentidos, pero dentro de la férrea estructura de la escolástica marxista en sus diferentes versiones maoístas o trotskistas. Sexo, drogas, arte, pose, impostura, irresponsabilidad, autenticidad, compromiso... un cóctel contradictorio que Assayas dibuja con distanciamiento no exento de crítica, un retrato tan certero y bello como inmisericorde, en el que el mensaje está entreverado en la acción de manera que hay que leer entre líneas y fotogramas con atención. Es Después de mayo un lúcido y valiente retrato de la psicosis colectiva que embargo a la juventud europea allá por mayo del 68.
Les amants réguliers es también una de las películas más interesantes sobre la revuelta estudiantil parisina de mayo del 68. Garrel combina con audacia los altercados entre los estudiantes y la policía con una sui generis historia de amor de dos jóvenes tan bohemios como burgueses, enlazando la ingenuidad y la autenticidad de ambos fenómenos. Hay una secuencia muy interesante desde el punto de vista político. El protagonista se encuentra en unas escaleras -las escaleras son importantes en esta película como lugar de paso entre órdenes de la realidad- con uno de sus compañeros que viene de un encontronazo con los agentes de la autoridad en unas barricadas. Le explica que ha estado a punto de quemar un coche de la policía con un cóctel molotov pero que en el último segundo se ha echado para atrás porque ha comprendido, en un fogonazo de lucidez, que los uniformados que iban a morir también eran personas.
Está inspirado Garrel porque efectivamente la relación con la violencia ha sido la fractura más decisiva entre los miembros de la izquierda. Zigmunt Bauman con generosidad no exenta de cinismo se refiere al comunismo como "el hermano impaciente del socialismo". Hay impaciencias que matan. En aquel mayo del 68 la mayor parte de los jóvenes de izquierda se comprometieron, a despecho de Garrel, con la violencia como método de acción política. Por activa o por pasiva. Los policías y en general los que no eran de izquierdas eran enemigos de clase a los que había que exterminar siguiendo la guía leninista en El Estado y la revolución, ese Mein Kampf de la tribu izquierdista.
Mayo del 68 significa, en definitiva, la mística irracionalista, la hipérbole sentimental, el esteticismo decadente. Y Los amantes habituales es la película que mejor representa el espíritu de aquellos que identificó Pier Paolo Pasolini con la tontería en un artículo, ¡El PCI para los jóvenes!, en abril del 68
"Leo en sus barbas ambiciones impotentes, en sus palideces snobismos desesperados, en sus ojos huidizos disociaciones sexuales, en su rebosante salud prepotencia, en su escasa salud desprecio."
Revoluciones por minuto, Kramer, 1970
Pero mi película favorita sobre mayo del 68, es RPM, Revolutions per Minute, de Stanley Kramer. Una película asombrosa porque se escenifica el origen de la actual degeneración de la universidad norteamericana, entre el dogma de lo "políticamente correcto" y la inquisición estudiantil de extrema izquierda, cuando los universitarios norteamericanos cambiaron a John Dewey por Herbert Marcuse. Stanley Kramer retrata de manera vitriólica la agresividad, el sectarismo y los intereses privados disimulados en la defensa espuria de bienes públicos que un grupo de estudiantes radicalizados llevaban a cabo en la época del Free Speech Movement.
Anthony Quinn interpreta al profesor idealista que había sido su maestro en la reivindicación, pero ve que sus intentos de negociación entre las autoridades académicas y los representantes de los estudiantes revolucionarios se van al traste porque sus antiguos discípulos lo quieren TODO y lo quieren AHORA. Niñatos consentidos ahítos de ideología barata oponen su utopismo violento al reformismo razonable de Quinn. En el fondo es una confrontación, como decía, entre el marxismo de opereta de Herbert Marcuse y el de John Dewey. No les cuento el final pero el plano final es una de las más bellas y heroicas reivindicaciones del pensamiento libre y el valor individual frente a la cobardía salvaje del rebaño que jamás se han rodado.
En conclusión, Abril del 68 fue más demagógico que revolucionario. Tras sus ocurrentes lemas no se escondía la arena de playa sino una hiperinflación ideológica que queriendo ser sublime llevó al patetismo de la impotencia; que pretendiendo ser libertaria se comportó dogmáticamente. Dejó eso sí, películas asombrosas, cuya originalidad y potencia, dentro de su aspecto desmayado y en ocasiones cutre, manifestaban un espíritu de aventura como pocas veces en la historia.