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Pedro Fernández Barbadillo

España, luz para los judíos en el siglo XX

Una consecuencia de la pérdida de importancia de la prensa de papel es que se han eliminado los controles no sólo a la ortografía sino también a las tonterías.

Una consecuencia de la pérdida de importancia de la prensa de papel es que se han eliminado los controles no sólo a la ortografía sino también a las tonterías.
Sefardíes jugando al Ajedrez | Wikipedia

Hace unos días, el director adjunto de El País, David Alandete, entrevistó a Isaac Querub, presidente de la Federación de Comunidades Judías de España. Alandete le hace la siguiente pregunta, presentada como una afirmación a la que sólo cabe asentir:

"La España preconstitucional sometía a los judíos a persecución."

¿A qué considera Alandete "España preconstitucional"? ¿A la anterior a 1812? La Constitución de Cádiz declaraba a la religión católica "única y verdadera". ¿A la anterior a la Constitución republicana de 1931? ¿A la de 1978? ¿Quiere decir Alandete que en 1976 o 1963 o 1954 bandas de matones apaleaban a los judíos como en la Alemania nacionalsocialista? Así se entiende el desplome de la prensa de ‘fake news’.

Por fortuna, Querub corrige la trola de Alandete al principio de su respuesta:

"No voy a decir persecución. Persecución la hubo antes de 1492, y durante los 500 años posteriores hubo un silencio y no había prácticamente judíos, no se nos quería y éramos meramente tolerados. Pero después de la Constitución, los judíos fueron de nuevo recibidos y considerados, como dice el artículo 14, igual que el resto de ciudadanos."

Pero creo que hay que matizar las demás afirmaciones del presidente de la Federación de Comunidades Judías, sobre todo porque España fue una luz para los judíos, como dejó escrito Max Mazin, perfectamente adaptado a España a pesar de haber nacido en Vilna en 1923 y llegado en los años 50 (prólogo al libro España y los judíos en la Segunda Guerra Mundial, de Federico Ysart):

"El nombre de España es una de las poquísimas luces que brillan en la larga y oscura noche que vivió el pueblo judío durante los trágicos años del nazismo"

A comienzos de la Restauración, en España no había más que unas docenas de judíos censados en Madrid, Barcelona, Sevilla y Cádiz. Su número creció en el paso al siglo XX y en la Primera Guerra Mundial. Poco antes del estallido de ésta, ya había un diputado judío en las Cortes, Gustavo Bauer Morpurgo, que fue diputado y senador.

Su padre, el financiero Ignacio Bauer Landauer fue el primer presidente de una comunidad judía en la España contemporáneo, desde 1920 a 1952, y construyó una sinagoga en un edificio de su propiedad en la calle del Príncipe. Además, fue concejal del Ayuntamiento de la capital del reino en los años 20 y hasta las elecciones del 12 de abril de 1931.

El decreto de un dictador que salvó miles de vidas

En 1924, la Dictadura del general Miguel Primo de Rivera, aprobó un real-decreto que a fin de poner orden en el mundo caótico posterior a la Gran Guerra y, sobre todo, el derrumbe del Imperio Otomano, que permitía a "individuos pertenecientes a familias de origen español" solicitar carta de naturaleza (concesión de nacionalidad) española. Y daba un plazo improrrogable: el 31 de diciembre de 1930.

En la República se consideró derogado el decreto de expulsión de los judíos que no se bautizasen dado por los Reyes Católicos en 1492. Cuando Hitler ascendió al poder en Alemania (enero de 1933) y comenzó la persecución a los judíos, los Gobiernos españoles trataron de captar a estas personas. Pero los judíos centroeuropeos preferían emigrar a Estados Unidos o al mandato británico de Palestina.

Los judíos también participaron en la guerra civil. En las Brigadas Internacionales hubo varios miles de judíos en una cantidad indeterminada. Hugh Thomas dio la cifra de unos 3.000 judíos entre los 45.000 brigadista; Josef Toch, judío austriaco y veterano de las Brigadas, los elevó a 7.758; y Alberto Fernández, oficial del Ejército Popular de la República, los calcula en 9.000.

En el bando nacional también militares judíos, como el teniente coronel italiano Giorgio Morpurgo, que prefirió hacerse matar en Serós (Lérida), en diciembre de 1938, antes que ser expulsado del Ejército por las leyes raciales adoptadas por el fascismo.

Para los sublevados resultó capital en el verano de 1936 la ayuda de las familias sefardíes establecidas en Ceuta, Melilla y Marruecos. Algunos de sus nombres son: Serfati, Danon, Beniflet, Emergui, Oziel, Bendahan, Azulay, Toledano, Benarroch, Salama y Bensabat.

Según el historiador Luis Suárez, el director de la Banca Hassan de Tetuán, José Toledano, ayudó, por orden del general Franco, al coronel Juan Beigbeder a organizar la recogida de fondos entre los judíos del Marruecos español.

Rescates en Hungría, Grecia, Marruecos, Egipto

En la Segunda Guerra Mundial, y recurriendo al decreto de Primo de Rivera, el Gobierno franquista dio instrucciones a sus diplomáticos en la Europa controlada por los alemanes y sus aliados para salvar a decenas de miles de judíos (Hungría, Grecia, Rumanía…). El último en contarlo ha sido Arcadi Espada. Acudimos de nuevo a Mazin, superviviente del Holocausto:

"es inútil plantearse el tema en términos matemáticos. Sé que España salvó las vidas de docenas de millares de hermanos nuestros por diversos procedimientos, y hubiera salvado muchas más de haber tenido oportunidad de nacerlo."

En los años 50 y 60, a pesar de que no existían relaciones con Israel, que había rechazado la incorporación de España a la ONU, el régimen franquista contribuyó a rescatar a miles de judíos de Marruecos y Egipto. Al contrario que la mentira antisemita, estos judíos no tenían riquezas ni parientes en Nueva York, sino que eran de los más pobres.

Después de su derrota en la guerra de los Seis Días, Nasser reaccionó encarcelando a cientos de judíos. Con instrucciones del ministro Fernando Castiella, el embajador español, Ángel Sagaz, invocando de nuevo el decreto de Primo de Rivera y la "amistad hispano-árabe", consiguió liberar a unos 1.500 judíos.

En 1964, el propio Franco firmó el decreto que constituía el Museo Sefardí en la Sinagoga del Tránsito que se justifica así: "En el deseo de mantener y estrechar los lazos que secularmente han vinculado a los sefardíes a España…"

Un diputado negro y un general musulmán

¿Que hasta los años 60 en España otros cultos religiosos tenían un estatus de tolerancia? Cierto. En eso España no era diferente. Hoy, cuando la Constitución de 1978 establece un Estado aconfesional, varias naciones europeas tienen religiones oficiales. Isabel II es jefa de la iglesia anglicana. Y en la liberal Holanda, el matrimonio de la princesa Irene de Orange con el carlista Hugo de Borbón-Parma en 1964, así como su conversión al catolicismo, causaron una conmoción.

Ya puestos a demoler tópicos, añado que el primer parlamentario negro en España fue Enrique Gori Molubela, procurador en las Cortes franquistas entre 1964 y 1971 por la Diputación de Fernando Poo. Y uno de los camaradas de Franco, el musulmán Mohammed ben Mizzian, con el que hizo la guerra, desempeñó la capitanía general de Galicia, aunque, pese a lo que se dice, no presentó la Ofrenda al Apóstol.

Después de todo lo anterior, no se puede decir que en la España anterior a 1978 a los judíos no se les quisiera ni que fueran "meramente tolerados".

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