(((Razones para apoyar que La Garduña de España es una ficción)))
"Garduña" en España se refiere originalmente a un pequeño carnívoro, parecido al hurón y a la marta, que roba y devora gallinas y otros animales.
"Garduña" en España se refiere originalmente a un pequeño carnívoro de la familia de los mustélidos, parecido al hurón y a la marta, entre otros, que roba y devora gallinas y otros animales, se acentúa que con singular destreza en sus uñas. De ahí que "garduña/o", en español, extienda su significado a ratero y ladrón. En catalán, pati de la gardunya es patio de la cárcel y garduña es "parte malfamada", anota Caro Baroja, del mercado barcelonés de la Boquería.
Mejor no imaginar cómo pasó a ser un apellido. Lo cierto es que, en general, "garduña/o" guarda una relación constante con delincuencia y delitos desde hace siglos. En el Tesoro de la Lengua de la Lengua Castellana o española, Sebastián de Covarrubias (1673), ya aparece con claridad esta significación. No es el único lugar. En los Avisos periodísticos de Jerónimo de Barrionuevo de 1658 se lee que un cochero era "de los de la garduña", esto es, perteneciente al círculo de pícaros y ladrones. Creer otra cosa es desvariar.
Es, además, palabra urbana con calle en Madrid, Sevilla y otros municipios españoles, plaza en Barcelona. Incluso hay una Sierra de la Garduña en Portugal, entre otras cosas. Los romanceros populares dan cuenta de su presencia ciudadana:
Tu vives en la calle
de la Garduña.
Yo en la de Puño-en-rostro,
que hay menos bulla.
La relación de "garduña" con delincuencia, picaresca o ratería está clara. Pero lo que discutimos es si La Garduña fue o no una organización criminal al servicio de la Inquisición fundada en los comienzos del siglo XV y aniquilada en Sevilla en 1822 tras un proceso judicial y el ahorcamiento de su cabecilla, Francisco Cortina, y 16 "garduños" más. Es lo que afirman V. de Fereal y Manuel de Cuendias en su libro Misterios de la Inquisición y otras sociedades secretas.
Aunque muy pocos se atreven a asegurar la realidad de La Garduña, muchos aprovechan la circunstancia para repetir una y otra vez los datos esenciales de los "papeles falsos". Pero hay dos excepciones muy destacadas. La primera, un artículo de Julio Caro Baroja. La segunda, el libro de León Arsenal, Hipólito Sanchiz y Fernando Prado. Digamos ya que el caso Garduña presenta una serie de rarezas y anomalías por las que, salvo pruebas definitivas en contrario, estamos inclinados a considerar que la supuesta cofradía criminal La Garduña es el fruto de la exaltación antieclesiástica de dos oscuros personajes sin fundamento alguno en la realidad.
La Revista de Occidente (número 374/75, de julio/agosto de 2012) publicó un texto de Caro Baroja titulado Los papeles (falsos) de La Garduña, fragmento de "Las asociaciones de malhechores", capítulo de Realidad y fantasía en el mundo criminal, Centro Superior de Investigaciones Científicas, Madrid, 1986. Dice en su principio:
Desde el principio esta información repetida me sonaba a falso. Pregunté a algunos medievalistas autorizados, como mi difunto y admirado amigo don Luis G. de Valdeavellano, si tenía idea de la existencia de semejante sociedad y me respondió negativamente. (pág. 100).
La segunda excepción es la Historia de las sociedades secretas españolas (1500-1936), de León Arsenal, Hipólito Sanchiz y Fernando Prado, que concluyen que la existencia real de La Garduña presentada en el libro de Cuendias y Fereal puede ser una invención de cabo a rabo:
...lo más fascinante es cómo una novela se ha convertido en verdad absoluta para ciertos círculos y cómo ha crecido hasta límites insospechados (págs. 315-16)
Razones para descartar la realidad histórica de La Garduña
Tanto Caro Baroja como Arsenal, Sanchiz y Prados, que, por cierto, no citan al antropólogo vasco, aportan una serie de razones para no dar por válida la hipótesis de la existencia de La Garduña.
A ellas iré sumando las averiguaciones que he podido hacer y que apuntalan la tesis de la invención.
A) Semejanzas con la trama y lenguaje de Monipodio
La primera de ellas, ya mencionada por Caro Baroja, se fundamenta en las evidentes relaciones existentes entre la presunta Garduña y la banda de Monipodio, que ha sido tratada en la segunda parte de este artículo. Es más, cabe la presunción de que Fereal y Cuendias se inspiraran en el texto cervantino para extender la organización de la banda sevillana a todo el territorio nacional, introduciendo la Inquisición como factor de propaganda
B) Su publicación como serial de ficción en la época dorada de estos novelones por entregas
En 1842, se publicó una serie de folletos sucesivos de Eugéne Sue, bajo el título Los misterios de París y se continuaron publicando en el Journal des Débats, hasta 1843 revolucionando tanto la literatura como la prensa del momento. La competencia declarada por la caza y captura de lectores hizo que Paul Féval, desde Le Courrier Français, respondiera con la serie Les Mystères de Londres. Fue en este contexto en el que se publicó la serie de Les Mystères de l´Inquisition, considerada una novela histórica ambientada en el siglo XVI.
Fueron las notas escritas con apariencia histórica las que dieron alas a este serial, que fue traducido al inglés con notables correcciones de todo tipo. Tal circunstancia no invita a considerar la historicidad de las notas ni la precisión de sus autores.
C) Las dudas sobre las "notas" de Cuendias sobre La Garduña
No hay más fuentes que las notas de Cuendias en este "novelón" y no están certificadas por documento alguno. Añadiré que he comprobado que ningún historiador, desde Modesto Lafuente a Menéndez Pidal y sucesores han mencionado jamás a La Garduña como tampoco han hecho los medievalistas españoles a los que consultó Caro Baroja.
Tampoco hay en las historias de Sevilla más reconocidas referencia alguna a La Garduña ni a su gran maestre, Francisco Cortina. No consta en la de Joaquín Guichot, en la parte relativa al período 1821-22, en el que supuestamente ocurrieron las detenciones y ejecuciones de diversos "garduños". Ni siquiera, por poner un ejemplo señero, en los Anales de Sevilla 1800-1850 de Velázquez y Sánchez, publicados en 1872, bastante próximos en el tiempo. Tampoco se encuentra cita alguna en los Anales de Sevilla de Ortiz de Zúñiga ni en otras historias locales.
Los supuestos documentos "auténticos" de La Garduña, dice el propio Cuendias, fueron entregados por él mismo a la justicia sevillana. Pero la Audiencia provincial sevillana sufrió un incendio el 6 de agosto de 1918 y, si alguna vez existieron, se perdieron.
No hemos encontrado referencia alguna a La Garduña ni al jefe denunciado por Cuendias Francisco Cortina ni en los periódicos del momento que hemos consultado, si bien no han sido todos. Tampoco aparece nada en las relaciones de pleitos y personajes del Archivo Provincial de Sevilla. Ni siquiera hay mención de la organización y jefe en los diarios de sesiones del Congreso de los Diputados en las fechas en que deberían haber tenido eco los hechos. De haber existido un proceso relevante y una justicia ejemplarizante en pleno Trienio Liberal, más si cabe por guardar relación con la Inquisición, debería haber tenido alguna repercusión pública.
D) La extraña personalidad de los autores
La personalidad de los autores, Fereal y Cuendias es sospechosa por su afición a los seudónimos y su vinculación al liberalismo exaltado de la primera mitad del siglo XIX. Caro Baroja ya detectó que el nombre de V. de Fereal debía de ser un seudónimo.
La profesora María Luisa Burguera en El pintoresco relato del viaje por España de Madame de Suberwick,deslizaba la idea de que, tal vez, la persona de Madame Suberwick fuese realmente un seudónimo del propio Cuendias de quien sólo se conocían sus publicaciones bien junto a Fereal , bien junto a la Suberwick.
Inesperadamente, una página web sobre literatura barata de la autoría de Marie Léger-St-Jean, de la Universidad de Cambridge, aporta datos sobre los personajes que nos inclinan a creer, aún más, en su propensión a la invención de historias. Según esta nueva fuente, Madame de Fereal o Victorine de Fereal, y Madame Suberwick eran "alias" de una poetisa francesa, Victorine Germillan, casada con Monsieur Suberwick. Conoció a Manuel Galo de Cuendias (1800-1881), español y casado, exiliado de España en julio de 1821 y del que nadie volvió a saber nada hasta 1835. Es por tanto muy dudoso que estuviera en Sevilla el 15 de setiembre de 1821, fecha en la que afirma haber entregado a la escribanía sevillana los documentos de La Garduña.
Ambos mantuvieron una relación sentimental y trataron de encumbrarse en París como escritores. En 1848 volvieron a España y publicaron en el extranjero algunas cosas, él un curso de idiomas y otros textos y ella, poemas en francés con el nombre supuesto de Victorine Fereal de Cuendias, otro seudónimo. Con su verdadero nombre, Madame de Suberwick, publicó con Cuendias el libro sobre la España pintoresca ya mencionado del que el autor real debió ser él, mejor conocedor del país, y así lo intuye la profesdora Burguera.
Aunque volvieron a París e incluso llegaron a tener relación con la feminista belga Caroline Gravière, a la que al parecer dejaron en custodia sus obras. Luego marcharon a Marsella en precarias condiciones. Cuendias, se afirma en la Introducción a la versión digital de Misterios de la Inquisición y otras sociedades secretas, de Marie Léger-St-Jean, murió en Orán, Argelia, en 1881, ciudad poblada por españoles en aquel entonces. Del fin de Victorine nada se sabe.
E) El caso de Rodrigo Calderón
En una nota de la edición francesa de 1845, Cuendias afirma que Rodrigo de Calderón había sido uno de los grandes maestres de La Garduña y que era un protegido del "jesuita" Francisco Luis de Aliaga. Calderón fue ejecutado en Madrid en 1621, condenado por diversos delitos, pero Luis de Aliaga, que ni Francisco ni jesuita, fue dominico y según las fuentes del proceso penal, pudo sufrir un intento de envenenamiento por mano de su "protegido" que sí lo era del Duque de Lerma. Caro Baroja se escandalizó con estas afirmaciones.
Es más, Góngora y Quevedo, coincidieron, por una vez, en defender a Calderón y, especialmente, su forma gallarda de morir. Ambos dedicaran sendos sonetos del mismo nombre, "En la muerte de Rodrigo de Calderón", a quien, según Cuendias, era jefe de la Garduña. No parece que ambos estuvieran dispuestos a defender a un delincuente reconocido al que ni la acusación oficial relacionó con organización criminal alguna.
F) Ausencia de mención en los viajeros románticos del siglo XIX
Nos centramos especialmente en dos: Richard Ford y George Borrow. Richard Ford escribió su Manual del viajero por España y lectores en casa y además Cosas de España después de viajar por España antes de 1820. En el segundo escribe de ladrones en seis ocasiones y en el primero, nada menos que en cuarenta. Se refiere también a contrabandistas y bandidos, pero no menciona a "garduña" criminal alguna, ni ejecuciones famosas.
Borrow, cuyo libro La Biblia en España, traducido por Manuel Azaña, menciona a los ladrones en 109 ocasiones y en 18 a los ahorcados. Pero nada dice de la famosa trama secreta ni de Francisco Cortina. Incluso Gautier, en su Viaje por España, menciona a los ladrones en 21 ocasiones sin referencia alguna a La Garduña ni a redes secretas de rateros y asesinos.
En un ambiente romántico, donde los bandoleros no eran mal considerados, parece insólito que estos viajeros no tuvieran noticia de La Garduña, de haber existido.
E) El silencio de la literatura española
Cuando la literatura española de la época comprometida, del siglo XV al siglo XX, habla de "garduña" se refiere a bien al animal de rapiña o bien a mujeres ladronas - la más famosa fue La Garduña de Sevilla -, pero nunca a conjurados criminales. Hubiera sido un buen tema para Lope de Vega, o Quevedo o Gracián, pero nunca se refirieron a tramas de esa índole. Más aún, en el romanticismo, autores como Espronceda, Bécquer, Larra, Martínez de la Rosa u otros deberían haberla conocido y señalado por su proximidad en el tiempo. Tampoco en Valera ni en Galdós.
F) El mutismo de la literatura específica sobre bandoleros e Inquisición
Ni siquiera en la Historia crítica de la Inquisición (1820) y otros libros del ex cura y liberal antieclesiástico Juan Antonio Llorente, del que Cuendias y Fereal tomaron no pocas notas, hay referencia a La Garduña. Igualmente, en la historia del bandolerismo español, no hay menciones a tal organización. Ni en la escrita por el gran conocedor del tema, Julián de Zugasti, ni en el estudio de Bernaldo de Quirós para el Instituto de Reformas Sociales sobre el bandolerismo en la baja Andalucía, aluden a La Garduña ni a sociedad secreta parecida.
Consecuentemente, como Caro Baroja y Arsenal-Sanchiz, no encontramos motivo alguno para considerar a La Garduña más que una invención propagandística de los autores de la novela Misterios de la Inquisición y otras sociedades secretas. La inquietud se sufre cuando se comprueba lo fácil que resulta que una fantasía pase por realidad con importantes consecuencias.
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