Colón, atacado por el Ku Klux Klan y los rojos
El Klan se opuso a cualquier homenaje al navegante de origen genovés. Vieron a Colón como “un papista cruel” que había robado al vikingo Leif Eriksson el mérito de ser el verdadero descubridor de América.
Mientras en algún cine de EEUU se elimina de las programaciones la película Lo que el viento se llevó porque no muestra el sufrimiento de los esclavos negros, se olvida que el Ku Klux Klan lo fundaron y nutrieron miembros del Partido Demócrata. Cuando en los años 60 los presidentes demócratas redoblaron los esfuerzos del Gobierno federal para eliminar la segregación e introducir a la población negra en la política local, los más recalcitrantes racistas sureños abandonaron el Partido Demócrata y presentaron a su propio candidato en las presidenciales de 1968, George Wallace, que ganó en cinco antiguos estados de la Confederación.
En 1915, el KKK, que había sido desbandado por las autoridades federales en el siglo XIX, se refundó y creció en los años 20 hasta convertirse probablemente en la asociación con más miembros de EEUU. Su expansión se debió a su cambio de ideología. El viejo Klan estaba bloqueado por su odio a los negros y la añoranza del Viejo Sur; un grupo de resentidos sociales usado por los caciques locales para mantenerse en el poder. Entonces adoptó una ideología más amplia, contra los judíos y los católicos, de modo que pudo penetrar en comunidades protestantes opuestas a la inmigración católica (polaca, irlandesa, mexicana o italiana). En esos años, el Klan adoptó algunos de sus comportamientos más conocidos, como los desfiles vestidos con túnicas y capuchones y las cruces ardiendo.
Aparte de la guerra mundial y la creciente presencia católica, el KKK había contado con un ambiente favorable: la película El nacimiento de una nación (1915), que presentó una imagen elogiosa de estos racistas, y la presidencia de Woodrow Wilson (1913-1921), demócrata, natural de Virginia y favorable a la discriminación racial (lo que está causando la retirada de honores en la universidad de Princeton, de la que fue rector).
El Klan disponía de una organización nacional y afirmaba contar con cinco millones de miembros. Y, por supuesto, quería influir en la política y la sociedad. Consiguió la elección de gobernadores y alcaldes afines en varios estados; apoyó la enmienda que prohibía el consumo de alcohol; y también hizo campaña contra el católico Al Smith, candidato demócrata a la presidencia en 1928. Menos conocida es la oposición a la erección de estatuas de Cristóbal Colón.
Un complot papista
La difusión mundial de la figura de Colón comenzó con motivo del IV centenario del descubrimiento de América, que fue el origen del Día de la Hispanidad. En los años siguientes, varios países declararon el 12 de octubre fiesta nacional; también se celebraba en ciudades y provincias y en las comunidades de españoles dispersas por el mundo. El Klan se opuso a cualquier homenaje al navegante de origen genovés (así lo declaró él mismo en la documentación para instituir el mayorazgo que le concedieron los Reyes Católicos).
En 1924, el periódico del Klan, American Standard, publicó un artículo en el que presentaba a Colón como "un papista cruel" que había robado al vikingo Leif Eriksson el mérito de ser el verdadero descubridor de América; y además aseguraba que el movimiento a favor del Día de Colón era un "complot papista". Ese mismo año, un grupo de fanáticos del KKK interrumpió la celebración del Día de Colón en una ciudad minera de Pensilvania con una de sus cruces en llamas.
En Richmond, la capital de la Confederación, donde desde 1890 se habían erigido estatuas a los héroes civiles y militares de los separatistas, el KKK trató de impedir que instalase una estatua en honor a Colón, pagada por un grupo de italianos. Su argumentación: era extranjero y católico. Sólo aplazaron un año la instalación.
En la misma década de los 20, en Oregón diversos políticos respaldados por el Klan (o miembros de éste) intentaron que se suprimiese el Día de Colón como festivo estatal.
En esos años también apareció un elemento ‘culto’ para poder borrar la molestia de que América existiera por obra de un papista de piel morena: el ya citado Leif Erikson. Éste era hijo de Erik el Rojo, que fundó los primeros asentamientos vikingos en Groenlandia y en torno al año 1000 zarpó hacia occidente y arribó a una tierra a la que llamó Vinland. A finales del siglo XIX, surgieron estudiosos, tanto académicos como aficionados, que pretendieron encontrar Vinland en Massachusetts. De la misma manera que todas las naves extraterrestres aterrizan en EEUU, ya sea en California o en el Área 51, los vikingos tenían que haber tocado Nueva Inglaterra. En realidad, Erik desembarcó en Terranova.
Como sabemos, la ascendencia vikinga también fue una de las obsesiones de los nacionalsocialistas alemanes cuando buscaban antepasados notables para su ‘raza nórdica’.
En 1912 se había producido el hallazgo del hombre de Piltdown, el eslabón perdido entre los simios y los humanos, que reforzaba el orgullo de los anglosajones. ¡Y encima era inglés cuando el imperio británico estaba en la cima de su poder!
Victoria a través de la izquierda
El KKK se desmoronó en los años 30 hasta caer a unos 30.000 miembros. En los años 50, la política federal contra la segregación lo reanimó en el Sur brevemente; al principio de los años 70 el FBI calculó el número de activistas en menos de 2.000 en todo el país y desde entonces no ha logrado abandonar su fragmentación ni su historial de violencia. Sin embargo, los racistas están ganando la guerra contra Colón por medio de unos ‘tontos útiles’.
Casi noventa años después, al derribar estatuas de Colón, la ultraizquierda de Estados Unidos que odia el cristianismo y los hombres blancos, está realizando el plan del Ku Klux Klan. Y también, en cierto modo, Barack Obama, que en 2009 instituyó el 9 de octubre como el Día de Leif Erikson, justo antes del 12 de octubre, pero sin duda se trata de una casualidad, ¿verdad?
También supongo que es casualidad que ninguno de los grupos tan propensos a ofenderse o amedrentarse hasta por unos paneles de madera callen ante las estatuas de Erikson… O ante la estatua del general sudista Albert Pike en Washington DC. ¿Cómo es que en 1901 se levantó una estatua a Pike en una ciudad atacada por los confederados y que sobrevive ahora, en medio de la ola de iconoclastia contra las reliquias confederadas? Quizás porque Pike fue uno de los renovadores de la masonería de rito escocés.
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