Desde la primera mitad del siglo XIX, La Garduña apareció en la historia de España como el nombre de una organización asesina y secreta vinculada a la Inquisición cuya exportación a Italia, vía reino de Nápoles u otras, pudo ser la base genética común de otras organizaciones patibularias como las mafias calabresa, napolitana y siciliana que tendrían, de ese modo y en origen, un carácter español indudable.
España, catolicismo, Inquisición y una suerte de bandolerismo se entrelazaban ante el sentimentalismo europeo en una trinidad criminal, muy del gusto del primer liberalismo sectario nacional y de los fabricantes de la leyenda negra española.
Además de su aspecto represor religioso, la organización adquiría elementos de racismo por cuanto esmeraba sus actuaciones – hay quien afirma que en realidad sólo lo hacía en estos casos -, cuando los destinatarios de sus crímenes eran judíos y moros cuyas conversiones fueran dudosas o, en otros casos, sospechosas las purezas de sangre.
Como en la próxima entrega de este trabajo discutiremos sobre los fundamentos reales de esta enigmática asociación canallesca, limitémonos en este principio a exponer los datos que se recogen en la que casi todos los investigadores más rigurosos consideran la fuente principal, y seguramente única, de este, polémico por presunto, episodio nacional. Es la tesis de Caro Baroja, por ejemplo, sobre la que volveremos.
Esta fuente es Misterios de la Inquisición en España, que firma M. de Fereal con las notas históricas de Manuel Cuendias en la tercera edición publicada en Barcelona en 1877. En una de las primeras ediciones, la edición francesa de 1845, el primero de los autores aparecía como M.V. de Fereal y el título completo en castellano era Misterios de la Inquisición en España y otras sociedades secretas de España. Luego habría otras variantes de autoría como veremos más adelante y, que sepamos, hasta cuatro ediciones sucesivas en español, francés y alemán a las que algunos suman otras en inglés, italiano e incluso armenio.
La Garduña según Misterios de la Inquisición
En esta fuente madre, se narra en su texto anovelado que "en la estremidad del barrio de Triana existía una vieja casa de arquitectura árabe cuyas ruinas servían de refugio a las aves nocturnas…Aquel estraño paraje era el punto donde se reunían los miembros de la Cofradía de la Garduña; era el palacio del maestre de la orden".
Pero no fue en Sevilla donde comenzó su andadura, sigue, sino en el Toledo bajomedieval de comienzos del siglo XV. El libro, en su nota 1 redactada por Manuel Cuendias, dice textualmente y sin más que los estatutos de la sociedad de malhechores fueron dados "en Toledo en el año de gracia de 1420, tercero de la fundación de nuestra honrada cofradía", esto es, que La Garduña fue fundada en 1417. Los firmaba "El Colmillo", suponemos que un preboste de la organización. De ese modo, La Garduña, en tanto que hermandad, llevaría existiendo, al menos, cuatro siglos a principios del siglo XIX.
Cuendias afirmaba ser uno de los cazadores de montaña [1] que terminó con La Garduña en 1821. Y añade:
Los papeles de tan singular y horrible sociedad que consistían en registros, donde constaban las órdenes del día, en estatutos de la compañía y en un gran número de cartas, fueron depositadas por mí en la escribanía criminal de Sevilla, el 15 de setiembre de 1821. En 1823 aun existían. Francisco Cortina, que era maestre de esta sociedad en 1821, fue arrestado con veinte de sus cómplices, y en 25 de noviembre de 1822, fue ahorcado con diez y seis de aquéllos en la misma plaza de Sevilla.
Las relaciones de La Garduña con la Inquisición, según la misma fuente, era evidente por cuanto "entre los papeles secuestrados en el arresto de Francisco Cortina" se halló un registro en que los encargos que varios miembros de la inquisición hicieron a la cofradía en el espacio 137 años, es decir desde 1530 hasta 1667, se elevaban a 1986 y habrán producido 794.680 reales, o sea, unos 400 reales cada uno. Entre estos encargos hechos por los protectores de la fe, una tercera parte se hallaba formada por robos de mujeres, otra tercera parte se hallaba formada por asesinatos u homicidios, y en el resto figuraban otros delitos menores tales como heridas, correcciones, chapuces; falsos testimonios, calumnias, etc.
Precisamente fueron estos documentos, continúa Cuendias en su nota de la página 41 del tomo I, los que, una vez presentados ante el juez de Sevilla, constituyeron las pruebas esenciales que más perjudicaron a Cortina y sus cómplices. Reconoce, eso sí, que desde 1797 la Inquisición no había encargado trabajo alguno a La Garduña, pero no explica por qué.
De todos modos, el relato sobre La Garduña se extendió por Europa e hizo fortuna. Además de los documentos y libros ya mencionados, muchos de los cuales reconocen que no hay documento histórico alguno que haga referencia a la trama criminal, sigue dándose como un hecho su existencia y su vinculación a la Iglesia.
En el siglo XVII apareció un libro de Alonso de Castillo Solórzano, La Garduña de Sevilla. A pesar de su título, que podría inducir a pensar se centra en la hermandad secreta, se refiere exclusivamente a una mujer, Rufina, experta en el arte de la rapiña o la garduña. Aunque aparecen en él comportamientos delictivos propios de la picaresca, nada tienen que ver con la de la oscura cofradía que nos ocupa.
Otros dos libros llevan en su título la palabra Garduña. Se trata de Garduña, de Manuel Zeno Gandía, y La Garduña, de José Martín Recuerda, de 1940. Como en el caso de Castillo Solórzano, se trata de novela y obra de teatro, respectivamente, referida a sendos personajes apodados de ese modo por razón de su vida pícara o agarduñada.
La influencia de la principal fuente
Las notas del libro Misterios de la Inquisición y otras sociedades secretasdonde aparecen los más asombrosos datos sobre La Garduña son de la autoría de Manuel Cuendias, otras veces Manuel Galo de Cuendias, del que se supone, porque no hay pruebas que lo demuestren, que era una especie de policía, cazador de absolutistas o delincuentes, tal vez un cazarrecompensas al servicio del gobierno liberal en el famoso Trienio de 1820-23.
La influencia que tuvo este libro fue importante. Incluso el prestigioso Georg Simmel, entre otros autores, dieron por segura la existencia de la asociación española de malhechores. Dice Simmel en su estudio sobre el secreto y las sociedades secretas publicado en The American Journal of Sociology, volumen XI de enero de 1906: "Las Garduñas en España, una sociedad criminal que, desde el XVII al principio del siglo XIX, tenía relaciones con La Inquisición".
Entre los autores extranjeros de historias de sociedades secretas que la incluyen seleccionamos a Daraul y Heckethorn. Arkon Daraul es muy poco creíble por su anticlericalismo y extiende la versión de Cuendias y Fereal. Heckethorn, que en 1897 compuso una ambiciosa historia de las sociedades secretas de todos los tiempos y países, consideró que La Garduña fue un grupo antisocial e, igualmente, sigue casi a pie juntillas a Cuendias y Fereal, retrotrayendo el origen de la Hermandad a la dominación árabe que, tómese nota, civilizó a España (The Moors, who civilized Spain…)
Entre los autores españoles, o no se la menciona[2] o se siguen las afirmaciones y descripciones del libro original. Un ejemplo de este tipo de libros es el de Santiago Camacho, 20 grandes conspiraciones de la Historia, que bebe en fuentes varias que se alimentan todas del manantial de Cuendias y Fereal. Una notable excepción es la Historia de las sociedades secretas españolas (1500-1936), de León Arsenal, Hipólito Sanchiz y Fernando Prado, que afirman que la existencia real de La Garduña presentada en el libro de Cuendias y Fereal puede ser una invención de cabo a rabo.
En el Diccionario Enciclopédico Hispanoamericano Espasa, acabó teniendo hueco la versión de Cuendias, aunque no desde su primera edición, por razón, seguramente, de la extensión de la influencia del libro por Europa. Curiosamente el Espasa no lo cita en la bibliografía que relaciona, aunque transcribe textualmente algunos de sus párrafos.
Pocos años antes, el Diccionario Enciclopédico Hispanoamericano de Montaner y Simón, que inicialmente ni la mencionaba, luego añadía una entrada sobre su carácter de sociedad secreta sin dar más detalles.
Hasta la Guardia Civil, que se fundó en 1844, se refirió a La Garduña. En su Revista Técnica Mensual de 31 de enero de 1914 la califica de "celebérrima" y dice de ella que fue "organizada en Toledo por el siglo XV, de donde trasladó á Sevilla su asiento; sociedad con extensas ramificaciones en otras provincias, organizada para el robo, regida por curiosísimos estatutos; donde para entrar era necesario prestar los hombres y mujeres que de ella querían formar parte solemnísimo juramento, en la que había tres categorías de picaros : 'Chivatos, postulantes ó compañeros y guapos', con su 'hermano mayor' ó jefe". Evidentemente, usa la misma fuente o alguna de sus referencias.
Más próximos en el tiempo, hubo un episodio de la popular serie de televisión, Curro Jiménez, que se dedicó enteramente a la banda sevillana de delincuentes con el título "La noche de la garduña" y que, en general, suscribía con bastante fidelidad el relato de Cuendias y Fereal si bien sólo le concedía a la organización criminal una vida de dos o tres siglos. Como en otros casos, los detalles pueden variar, pero el meollo de la trama sigue siendo la misma.
En su guion, eso sí, se separaban cuidadosamente las figuras de los bandoleros de las de los garduños y, muy especialmente, la de Curro Jiménez y la del jefe de la Garduña en ese momento. En concreto uno de sus personajes dice textualmente: "Los bandoleros suelen ser hombres a los que la desgracia y la miseria han llevado fuera de la ley. No, éstos. Los de La Garduña eran hombres poderosos, influyentes, que se entregaban a los crímenes más detestables para enriquecerse y dominar a los demás".
Ha habido alguna que otra serie de televisión que se ha referido o ha tenido como telón de fondo el relato sobre La Garduña e incluso se han elaborado documentales y reportajes televisivos sobre su existencia histórica en los que se ha dado por supuesta, o se ha inducido a admitir, la veracidad de todo lo contado por Cuendias y Fereal, a los que todos utilizan aunque no todos lo reconocen.
En algunos periódicos han aparecido artículos sobre La Garduña que, en general, siguen alimentándose de la misma savia. No digamos nada de las divulgaciones que aparecen en webs y blogs. Dicho de otro modo, fuese o no verdad su contenido, fuese o no historia o novela fantasiosa, fuese o no documento veraz o panfleto incendiario, lo cierto es que la mecha prendió y la existencia de La Garduña fue real e indudable para los grandes públicos hasta el momento.
[1] Desde el siglo XVIII existieron en España los "cazadores", luego cazadores de montaña, medio guerrilleros conocedores de la zona, medio soldados regulares a principios del siglo XIX. En otras partes, se dice que Cuendias era, en realidad, un policía, quizá un espía. De lo que no cabe duda, a raíz de sus escritos, es su simpatía extrema por el anticlericalismo del primer liberalismo. Si en este libro queda muy claro su odio hacia La Inquisición, en otros incluso se acentúa su hostilidad.
[2] Caso de Vicente de la Fuente en su Historia de las sociedades secretas, antiguas y modernas en España y especialmente de la Franc-masonería, publicada en Lugo, 1871.