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Pedro Fernández Barbadillo

El miedo al 'frente popular' trajo a Tarradellas

Tarradellas fue uno de los políticos que más sensatez y patriotismo aportó a la política española. Actuaba al margen de los partidos, como su admirado Charles de Gaulle.

Josep Tarradellas (al que el rey Juan Carlos creó marqués en 1986) fue uno de los políticos españoles más populares y queridos desde su regreso en 1977 hasta su fallecimiento en 1988. Sin embargo, al morir Francisco Franco en 1975, pocos catalanistas le conocían y muchos menos le habían visitado en su modestísima residencia en Saint-Martin-le-Beau, en el exilio francés.

Desde que en 1954 fuera elegido presidente de la Generalitat de una manera penosa por los supervivientes del Parlamento autonómico catalán (sólo nueve de ellos estuvieron presentes en la votación, realizada en la embajada de la República española en México, el único país que mantenía el reconocimiento al régimen vencido), Tarradellas, ex consejero de Companys, se empeñó en mantener la institución, aunque se limitara, como decía, al membrete de un papel de cartas. Para aumentar su papel institucional renunció en 1957 a su militancia en ERC.

Como señala Jesús Conde (Tarradellas, testigo de España),

Tarradellas no figuraba en el diseño de la Transición. En el libro Lo que el rey me ha pedido, memorias de Torcuato Fernández Miranda (…), el presidente de la Generalitat no aparece ni siquiera mencionado"

La primera Diada después de Franco

Entonces los movimientos nacionalistas vasco y catalán eran minúsculos. Así lo subraya José Manuel Otero Novas (Lo que yo viví), que, aparte de ser gallego, disponía de las encuestas del Instituto de la Opinión Pública, luego rebautizado CIS. Y también Jordi Pujol. Éste, en el primer tomo de sus memorias (Historia de una convicción), reconoce que en la primera Diada después de la muerte de Franco, celebrada en San Baudilio de Llobregat (luego Sant Boi), en 1976, la asistencia fue muy baja. El gobernador civil de Barcelona, Salvador Sánchez Terán, que había tolerado la manifestación, le dio una enorme foto aérea de la plaza y una lupa para que contase a los participantes:

Los organizadores del acto habíamos hablado de una asistencia de ochenta mil personas. Los más optimistas la habían elevado a cien mil. Con la lupa sobre la fotografía del gobernador las cuentas eran otras. No había más de dieciocho mil personas.

A partir de la legalización de los partidos políticos y las elecciones de 1977, millones de españoles descubrieron que habían corrido delante los ‘grises’ y que habían sido siempre socialistas o catalanistas o bizkaitarras o comunistas.

Para aumentar su papel institucional renunció en 1957 a su militancia en ERC.

En diciembre de 1975, diversos grupos políticos y sindicales fundaron en Cataluña el Consell de Forces Politiques. Pujol fue miembro, pero Tarradellas le pidió que dimitiera de él ya que, le dijo, no había que "hacer nada". En una de las primeras muestras de la mala relación entre ambos, Pujol no siguió su consejo.

Preocupación por una Cataluña roja

En 1976 Tarradellas empezó a recibir visitas de enviados gubernamentales. Los primeros contactos los realizó a principios de año Manuel Fraga, ministro de Gobernación. Adolfo Suárez nombrado por el rey Juan Carlos presidente del Gobierno en julio, mandó en noviembre al teniente coronel Andrés Cassinello. El oficial escribió un informe muy elogioso sobre Tarradellas:

Hay que meterse en su casa, donde todo es pobreza, para entender su dignidad. La Banca Catalana le montaría un palacio, pero él vive en una llanura fría del centro de Francia, con una calefacción tibia, sin baño, con muebles que ya no usan los suboficiales y sólo el lujo de una buena biblioteca y un tocadiscos. Únase una hija subnormal y una esposa callada. No hay criados ni secretarios ni nada

En los meses siguientes, el Gobierno postergó el caso Tarradellas. Pujol afirma que sospechaba que Tarradellas "tenía algún as bajo la manga" y que éste consistía en "contactos" con el Gobierno, lo cual le sentaba fatal.

El recurso a Tarradellas por parte de Suárez se debió a los resultados en Cataluña de las elecciones a Cortes Generales (luego convertidas en constituyentes por el Rey), celebradas el 15 de junio de 1977.

Mientras a nivel nacional UCD obtuvo una gran victoria, con 166 diputados y el primer puesto en 39 provincias (una de ellas Tarragona), en Cataluña los resultados mostraron la fuerza de las izquierdas. El primer partido fue el PSC-PSOE, con 15 diputados; el segundo una coalición de la que formaban parte Pujol y su partido, Convergència, con 11; el tercero, UCD, con nueve; y cuarto, el PSUC, con ocho. La suma de votos del PSOE y del PSUC superaba el 46%.

El PSOE proponía en su programa la autogestión y acabar con la sociedad de clases. Y los comunistas obtenían en Cataluña su porcentaje de votación más alto, por encima de Asturias y Andalucía.

Pujol cuenta que "el vendaval de las izquierdas fue tan potente" que persuadió a tres de los diputados de su coalición para que se pasasen al PSC-PSOE. Éstos fueron los primeros tránsfugas de la democracia.

Sánchez Terán afirma (De Franco a la Generalitat) que en Cataluña las elecciones causaron "preocupación".

La victoria socialista y la importante votación comunista parecen configurar un ‘país catalán rojo’, lo que resulta muy inquietante para la burguesía catalana y para el Gobierno de Madrid y proyecta nubarrones sobre una restablecida Generalitat socialcomunista

Como parte de esa preocupación, el día 21 Pujol se reunió con Sánchez Terán para que transmitiese a Suárez que él pondría sus diputados al servicio del Gobierno con ciertas condiciones. Insistió en que la concesión de la autonomía no se realizase a través de los socialistas y comunistas, para evitar que una hegemonía de la izquierda en Cataluña durante muchos años, y propuso colocar a Tarradellas como presidente de la asamblea de parlamentarios catalanes que formarían los diputados y senadores elegidos en esa región; es decir, despojarle de cualquier instancia de poder.

El 27 de junio, Tarradellas aterrizó en Madrid en el avión del empresario vasco Luis Olarra. Se reunió con Suárez y el 29 el Rey le recibió en audiencia. En Cataluña la sorpresa fue general.

La Diada de 1977 ya fue multitudinaria. La izquierda catalana reclamaba el autogobierno y la autonomía, porque creía que ella los iba a gestionar, y se equivocó. Pujol resume así la maniobra:

Para evitar un frente popular en Cataluña, Suárez llamó a Tarradellas, ‘el Viejo’, y, por el mismo motivo, moderado Tarradellas

En octubre, mediante decreto-ley, Suárez restauró "provisionalmente" la Generalidad, con competencias de las cuatro Diputaciones catalanas, y nombró a Tarradellas presidente de la misma, así como de la Diputación de Barcelona.

De esta manera, la Generalitat fue la única institución de la II República que se aceptó en la Transición, pero antes de que las Cortes y el pueblo aprobaran la nueva Constitución.

Opuesto al término ‘nacionalidades’ en la Constitución

En la primavera de 1980, Tarradellas cedió su cargo a Pujol, vencedor de las elecciones al parlamento autonómico catalán de marzo. Tarradellas, que conocía a su sucesor desde 1970, fue uno de sus mayores críticos, así como de la deriva separatista y del mal desempeño del Gobierno. En junio de 1979 puso en circulación una expresión que se ha hecho famosa: ‘el golpe de timón’. Al gobierno de Pujol y sus conmilitones los calificó en 1985 de "dictadura blanda". Y no vaciló en reprochar a los socialistas que estaban alimentando a una fiera cediendo tantas competencias estatales.

Pujol le ha dedicado a Tarradellas varios pellizcos de monja en sus memorias que engrandecen a éste. Por ejemplo, Tarradellas "no quería que se hablara de nación ni de nacionalidad" en la Constitución. También le reprocha Pujol que se opusiera a la elaboración del estatuto de autonomía: "en realidad, deseaba que no saliera adelante", para, según Pujol, mantener su posición institucional. Y asegura que Tarradellas y "los partidos de matriz marxista" le atacaron en las elecciones de 1980.

Tarradellas fue uno de los políticos que más sensatez y patriotismo aportó a la política española. Ambas virtudes se debieron a su experiencia en la guerra y el exilio y, también, a que actuaba al margen de los partidos, como su admirado Charles de Gaulle.

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