Tarradellas: el auto-Mito
Ha sido y sigue siendo uno de los políticos españoles más asombrosos del siglo XX. ¿Fue camaleónico o sincero? ¿separatista o españolista?
Josep Tarradellas ha sido y sigue siendo uno de los políticos españoles más asombrosos del siglo XX. ¿Fue camaleónico o sincero? ¿separatista o españolista? ¿demócrata o golpista? Fue un republicano que murió ostentando el título de Marqués; mandó asesinar, entre otros, a 46 maristas durante la Guerra Civil, y luego legó todo su archivo al Monasterio de Poblet (aún no influido por el nacionalismo) para que no recalara en Montserrat. Fue el perpetuo intrigante que consiguió hacer creer a todo el mundo que era el "legítimo" presidente de la Generalitat en el exilio y sucesor de Josep Irla, cuando su nombramiento lo consiguió con urdes y sólo nueve votos presenciales de parlamentarios en el exilio mexicano.
Tarradellas, el que ante trescientas personas, el 14 de junio de 1979 en Morella, anunciaba la conveniencia de un golpe de estado, diciendo: "la violencia en cualquier punto de España nos afecta a todos y todos debemos ser solidarios a la hora de erradicarla. Hay que dar un golpe de timón. España no puede seguir así". La expresión de "golpe de timón" la repitió en reiterados encuentros antes del 23-F. Hoy le hubieran convertido en un cómplice del golpismo.
Fue el perpetuo intrigante que consiguió hacer creer a todo el mundo que era el "legítimo" presidente de la Generalitat en el exilio.
Tarradellas, el hombre que primero caló a Pujol. El 11 de abril de 1981 mandó una carta a Leopoldo Calvo-Sotelo, Felipe González, Manuel Fraga y Santiago Carrillo en la que afirmaba que "los problemas de la lengua y de la escuela" se debían al Gobierno de Pujol. La carta la publicó La Vanguardia ese mismo mes. Es más que significativo que fuera el mismísimo Tarradellas, el representante del catalanismo "puro y antifranquista" el que sospechara que Pujol iba a llevar a España a la ruina política.
Todo ello nos lleva a pensar que aún faltan décadas de reposo histórico para que un día salga una biografía que capte la complejidad de este personaje tan longevo en la vida política de España.
Pero sin lugar a dudas Tarradellas es un Mito. El mito puede ser una sublimación de ciertas realidades o, por el contrario, una ocultación de otras para que se destaquen las probidades del personaje enaltecido. El orden político es siempre un ambiente propicio para la forja de mitologías, pues en cierta medida no podríamos aceptar que nuestra vida o la historia haya quedado determinada por las decisiones de personajes vulgares, histriónicos, dementes o inmorales. Por ello no es de extrañar que cada poco, ciertos dirigentes políticos hayan soñado con pasar a la historia (al pobre Puigdemont es la única ilusión que le queda). Las memorias de Pujol (antes de su confesión pública) era una automitificación de manual.
Tarradellas, consciente o inconscientemente, ya en el atardecer de su vida política, regresado del exilio y aclamado por la multitud en Barcelona, fue coadyuvando a preparar su propia mitificación. Varias anécdotas nos muestran el trasfondo de hechos que han quedado grabados a fuego en la memoria de la transición, como el famoso "Ciutadans de Cataluña, Ja sóc aquí" (Ya es estoy aquí). Muchos catalanista no le perdonaron, y menos ahora, que no dijera "Catalans" a secas. La expresión "Catalans, Catalans, era como empezaba Companys sus discursos". Claramente Tarradellas quería desmarcarse del "anti-mito" que era entonces Companys.
Tarradellas venía a ser un nuevo Macià y no un alocado y asesino Companys, como todavía tenía grabada la psiqué colectiva de buena parte de catalanes que vivieron la Guerra Civil.
Si analizamos las biografías que aparecieron de Companys durante la transición, sorprendentemente son tardías y ya corresponden a la época Pujol. En cambio, los pocos años gloriosos de Tarradellas convivieron con la aparición tras el franquismo de biografías sobre Macià. Nada era casualidad, Tarradellas venía a ser un nuevo Macià y no un alocado y asesino Companys, como todavía tenía grabada la psiqué colectiva de buena parte de catalanes que vivieron la Guerra Civil. El auto-mito Tarradellas se iba construyendo. Ni siquiera la frase antes citada, "Ciutadans de Catalunya, Ja sóc aquí", fue original de Tarradellas.
En realidad, está sacada de una carta, que aún se conserva, que le escribió en febrero de 1959 José Fontbernat (un viejo diputado de ERC). En la mencionada carta están subrayados por Tarradellas, en bolígrafo, los siguientes consejos que le daba su amigo: "Lo que sí puedes afirmar es que tú, Presidente de la Generalitat, (…) no traerás (…) Un manifiesto o una declaración de tipo maximalista (que) contentará a toda esta pandilla de 'separatistas' de salón que hay en México y en Londres y algunos, muy pocos, en París. Pero puedes estar seguro, asustará al ciudadano de Cataluña. Digo el 'ciudadano' porque también pongo el forastero castellano o andaluz o murciano, que no tendría ningún inconveniente ser 'autonomista' [sic].
Otro mito del que Tarradellas fue partícipe es la actual ceremonia de toma de posesión de President de la Generalitat. Hoy en día se realiza este acto institucional entregando al nuevo presidente el Medallón de Macià. Que nadie piense que este medallón Tarradellas lo había conservado en el exilio para preservarlo de la profanación fascista; ni siquiera que era un objeto multisecular que durante siglos había pasado de president a president. Este medallón había sido un regalo de Ventura Gassol a Macià, como regalo a su Presidente. Tarradellas, previendo su vuelta a España, envió a su hombre de confianza, Romà Planas a conseguir el medallón que estaba en manos del sobrino de la segunda mujer de Companys, Francisco Ballester. Este, en vez de donarlo, accedió a vendérselo por tres millones de francos franceses, que equivalían a unas 400.000 pesetas de la época. Como Tarradellas no iba muy bien de dinero, una persona cercana pagó esa cantidad. Y así es como pudo presentarse en España con el apreciado y simbólico medallón. Por cierto, cuando Adolfo Suárez se lo entregó en una ceremonia oficial, no se pudo abrir por un defecto, y decidieron colgárselo al cuello a Tarradellas. Y esta es la ceremonia que ahora se repite en los traspasos de poderes, como si fuera una tradición medieval
Seguiríamos, pero se nos acaba el espacio. Como moraleja: En Cataluña hemos sufrido una sobredosis de mitología. Ahora necesitamos urgentemente que vuelva la realidad.
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