En su discurso de agradecimiento al recibir el doctorado honoris causa en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco Marroquín (Guatemala, 2 de mayo de 2009), el profesor Jesús Huerta de Soto disertó sobre La esencia de la Escuela Austriaca. Allí resumía las siguientes aportaciones: la función empresarial como un proceso dinámico eficiente en mercados no perfectos; el respeto por la propiedad privada en un marco de limitación del poder; la teoría de la imposibilidad del socialismo; la denuncia del estado del bienestar y su precursora teoría del ciclo económico.
También dedicó unas palabras a destacar el papel de la Escuela de Salamanca en los fundamentos del pensamiento austríaco, llegando incluso a proponer el nuevo nombre de "Escuela Española". Lo que justificaba al explicar que, ciertamente, entre sus doctores, Diego de Covarrubias formuló una teoría subjetiva del valor; Saravia de la Calle señaló que los precios determinan los costes (y no al revés, como pretende el modelo neoclásico); Juan de Lugo describía la naturaleza dinámica del mercado y la imposibilidad de tener información perfecta (pretium iustum mathematicum licet soli Deo notum); Molina habló de la preferencia temporal y de los depósitos bancarios como parte de la oferta monetaria; o que, por fin, Juan de Mariana explicaría la inflación distorsionadora de las alteraciones monetarias. En definitiva, aquellos escolásticos hispanos anticiparon la tesis liberal sobre que toda intervención injustificada en el mercado viola el derecho natural.
Pues bien, como verán alrededor del libro de Angel Fernández que se publica estos días con ese nombre, La Escuela Española de Economía sirve para describir las novedosas aportaciones de nuestros doctores escolásticos de los siglos XVI y XVII al campo de la economía, el derecho o la ciencia política; y todo ello desde una perspectiva sorprendentemente moderna y liberal. Saben también que la gran difusora de aquellos autores, a los que bautizó de Escuela de Salamanca, fue una economista inglesa afincada en nuestro país: Marjorie Grice-Hutchinson. Hace unas pocas semanas lo recordaba el catedrático Carlos Rodríguez Braun en sendos artículos: señalando por una parte su relación con el Nobel austriaco F. Hayek, y por otra insistiendo en algunos principios liberales defendidos por ellos, como el control del gobierno o la limitación del gasto público. Y no mucho tiempo antes había escrito sobre lo mismo el gran Alex Chafuen.
Claro, que esto no siempre ha sido comprendido en nuestro país, donde tantos ignorantes confunden el águila de los Reyes Católicos con el escudo franquista. Para muchos, hablar de escolástica les suena a no sé qué traumas religiosos, o caducos eslóganes de una progresía intolerablemente laicista. Por lo que no es de extrañar que un estudio ponderado de aquellos maestros haya surgido, inevitablemente, allende nuestras fronteras. Voy a escribirles muy brevemente de tres iniciativas que merecen su atención.
La citada Universidad Francisco Marroquín de Guatemala, bajo el impulso de un Rector de formación científica (pero gran humanista, el recordado Giancarlo Ibargüen), puso en marcha una pequeña web de difusión: el Sitio Escolástico, instalado físicamente en la Casa Popenoe de esa maravillosa ciudad bajo tres volcanes que es La Antigua. Aquí pueden encontrar alguna información preliminar, interesantes recursos audiovisuales, en lo que es el germen de un ambicioso proyecto de estudio sobre el pensamiento político y económico de los escolásticos iberoamericanos. Porque, conviene resaltar esta idea, el espíritu de la Escuela de Salamanca cruzó el Atlántico y se estableció durante casi trescientos años en las numerosas universidades que se fundaron en la tierra americana, desde el norte de México hasta la Patagonia austral.
Idéntica vocación iberoamericana tiene la iniciativa Scholastica Colonialis, impulsada esta vez desde las tierras brasileñas de Porto Alegre por los profesores Roberto H. Pich y Alfredo Culleton. Es también un proyecto incipiente, que puede recibir un impulso relevante este verano, alrededor del XIV Congreso Internacional SIEPEM: "Homo, natura, mundus".
Más consistencia y disponibilidad de medios tiene la sorprendente apuesta del Max-Planck Institute: "The legal history of the School of Salamanca". Con sede en la universidad alemana de Frankfurt, la dirigen los profesores Thomas Duve y Matthias Lutz-Bachmann, con la eficiente ayuda de Christiane Birr. Entre sus objetivos está la puesta en marcha de una gran biblioteca digital, con acceso gratuito a las fuentes de la Escolástica Tardía, completada con entradas por autores y un diccionario temático. También han organizado interesantes reuniones, congresos y seminarios interdisciplinares, junto a una publicación de working papers.
A pesar de lo dicho al comienzo, no podemos obviar algunas importantes iniciativas españolas en reconocimiento de aquella impronta escolástica y salmantina. El Instituto Juan de Mariana toma su nombre de este jesuita, que escribió en 1609 un Tratado y discurso sobre la moneda de vellón criticando la manipulación monetaria por parte de los gobernantes (con una explicación lúcida y seminal sobre cómo la inflación es un impuesto injusto), a la vez que propugnaba los límites del poder político y el control del gasto público. Otro doctor también citado más arriba ha inspirado el nombre del Centro Diego de Covarrubias, un flamante think tank que defiende "el desarrollo de una sociedad formada por personas libres, en una economía libre, en el marco de los principios morales, éticos y culturales del cristianismo". Termino destacando la ingente labor editorial desplegada desde la Línea de Investigación Pensamiento Clásico Español de la Universidad de Navarra: merece la pena que le echen un vistazo a los casi doscientos títulos que ofrecen sus colecciones editoriales. A lo que añado una aportación de esta Casa: en La Ilustración Liberal pueden encontrar algunos números dedicados a nuestros doctores salmantinos, como éste, en recuerdo de Marjorie Grice-Hutchinson.