Llegada la Navidad, tradicionalmente se han venido cantando, escuchando siquiera, los villancicos. Idílicamente, si se nos permite el recuerdo, cuando muchos celebrábamos la Nochebuena en familia frente a una chimenea, una estufa donde se asaban castañas o arrebujados bajo las faldas de una mesa camilla calentados por un brasero de carbón ardiendo, teníamos a mano una zambomba, panderetas, una botella de anís sobre cuya tallada superficie, rascándola, podían conseguirse sonidos musicales. Y más o menos al unísono, nuestras voces entonaban esas sencillas canciones aprendidas en la infancia, de generación en generación, que evocaban el Nacimiento del Niño Dios.
Pero ¿de dónde vienen los villancicos, cuándo surgieron? Se asegura que el más antiguo es del siglo IV, "Iesus Refulsit Omnium", atribuido a San Hilario de Poitiers. Pero es en la Edad Media cuando en verdad tienen mayor difusión en Europa. La raíz de su denominación obedece a que los componían e interpretaban gentes del pueblo, de las villas, de ahí que se los llamaran villanos. Que darían con el tiempo el nombre de villancicos a unas canciones que relataban sucesos ocurridos a lo largo de todo un año, cual si se tratara de "un periódico sonoro". En esos orígenes no había alusiones de ningún tipo religioso, sino que abundaban en referir historias de amores y desamores tenidos por las gentes de cada lugar, o de sus trabajos en el campo o en la artesanía. Y como con el paso de los años fueron manteniéndose esas costumbres cuando expiraban los doce meses, la Iglesia encontró en esos mensajes una fórmula para ir divulgando la venida al mundo de Cristo. Autores anónimos, o cuyos nombres no hay manera de hallarlos en ninguna parte, irían creando en los últimos siglos piezas que han resistido el paso de los años. Desde luego los más repetidos pertenecen a la centuria anterior, en la que con respecto a España se cuentan, sí, con aportaciones de relevantes poetas, como García Lorca, Juan Ramón Jiménez, Rafael Alberti, Gerardo Diego… De Manuel Machado encontramos esta cuarteta:
"San José era carpintero / y la Virgen costurera / y el Niño Jesús jugaba/ con trapitos y madera".
"Los campanilleros" tienen una larga, antigua proyección popular. El nombre está asociado a unos hombres, campesinos en su mayoría, que iban tocando unas campanillas con cuyo sonido recordaban a sus vecinos de cada pueblo que debían sumarse en procesión a la Misa del Alba para el rezo del Santo Rosario. Ello sucedía a finales del siglo XVII y el XVIII, muy en concreto en comarcas andaluzas y extremeñas. Unos coros y acompañamiento de guitarras ponían un fondo de música popular a las canciones que iban desgranando cuantos fieles acudían a esa cita religiosa.
El eco de los sonidos de las campanillas o cascabeles procedentes de las caballerías resonaba camino de la iglesia de aquellos Rosarios de la Aurora. Las canciones de entonces fueron ya en el siglo XX más concretamente en sus letras dedicadas a la venida del Hijo de Dios. Y entonces, "Los campanilleros" ya no fue un villancico, sino una modalidad dentro de un género ligado al flamenco. No puede decirse en puridad, escuchando "Los campanilleros" que es sólo un título: existen diferentes letras de canciones así denominadas. Varían los seis versos asonantes primitivos. Eso sí, el fondo musical suele ser el mismo. Se cree que el primer "cantaor" que popularizó "Los campanilleros" fue Manuel Torre, un "cantaor" legendario nacido en Jerez, nacido en 1878, fallecido en 1933, que en 1929 grabó así su creación:
"A la puerta de un rico avariento / llegó Jesucristo y limosna pidió / y al igual que darle la limosna / los perros que había se los azuzó. / Y Dios permitió / que los perros al punto murieran / y el rico avariento / pobre se quedó…"
Tres años más tarde, Dolores Jiménez Alcántara, conocida como La Niña de la Puebla (en razón de ser oriunda de La Puebla de Cazalla, Sevilla) grabó su versión, aunque en realidad yo la llamaría creación, de "Los campanilleros", con letra de su padre y adaptación musical de ella. Reza así:
"¡Ay!, en los pueblos de mi Andalucía / los campanilleros por la madrugá / me despiertan con sus campanillas / y con las guitarras me hacen llorar/. Yo empiezo a cantar, / y al sentirme "tos" los pajarillos / cantan en las ramas / y se echan a volar…"
Hay una expresión parecida a los últimos versos recogida de la novela La gaviota, que en 1849 publicó Cecilia Böhl Faber (Fernán Caballero). Es muy posible que La Niña de la Puebla leyera tal obra. Ella misma, a quien tuve el gusto de conocer, me confesó que siguiendo el método Braille (era invidente) leía todas las noches durante tres o cuatro horas. El caso es que le pagaron dos mil pesetas en 1932 por grabar ese villancico. Transcurridos unos años hizo también versiones diferentes, con otras letras, pero la que se ha mantenido hasta hoy es la primera, que la convirtió en una cantaora muy popular.
Me ha sido realmente difícil encontrar el rastro de otros villancicos con respecto a sus autores y los detalles de cómo se crearon. Si se fijan en los títulos que figuran en cualquier disco encontrarán entre paréntesis estas dos consonantes, D R, que como sabrán significa "derechos reservados". Y en la Sociedad de Autores ignoran quiénes son y los que se aprovechan más bien son los que realizan su adaptación o firman sus arreglos, que al fin y al cabo también aportan un trabajo. "Los peces en el río" es villancico harto conocido, del que sólo hemos averiguado que tiene influencia árabe, y es muy posible que lo compusiera un andaluz a principios del siglo XX:
"Pero mira cómo beben / los peces en el río / pero mira cómo beben por ver al Dios Nacido/ Beben y beben y vuelven a beber…"
Hay quien dice que esa letra parece surrealista. Y hasta se cuenta con una versión en inglés:
"But look at how the fishes / in the river drink /. But look how they drink / in order to see God born…"
Seguro que también conocen "Campana sobre campana", de origen asimismo andaluz, de los más antiguos villancicos que existen en nuestra memoria, donde se evoca el sonido de un campanario, traducido a varios idiomas centroeuropeos:
"Campana sobre campana / y sobre campana una, / asómate a la ventana / verás al Niño en la cuna. / Belén, campanas de Belén / que los ángeles tocan / que nueva me traéis…"
Curioso resulta saber que "Arre, borriquito" tiene origen militar, compuesto entre 1925 y 1930, con un fondo estridente de tambor. Aquí sí sabemos que la letra es del historiador y escritor Diego San José de la Torre y la música de Ricardo Boronat:
"En la puerta de mi casa / voy a poner un petardo / p´a reirme del que venga / a pedir al aguinaldo. / Arre, borriquito / arre, burro arre / anda más deprisa / que llegamos tarde/. Arre, borriquito, vamos a Belén / que mañana es fiesta y al otro, también".
"La Marimorena parece que tiene su origen remoto en una tabernera madrileña de la Cava Baja, hacia 1700, llamada María Morena, que al frente de un grupo de alborotadores rodeaba en época navideña el convento de San Francisco, entre cánticos, gritos y sones de zambombas, de ahí que haya quedado la frase de "armar la Marimorena". El villancico recordarán que empieza así:
"Ande, ande, ande, la Marimorena / ande, ande, ande que es la Nochebuena. / En el portal de Belén / hay estrellas, sol y luna / la Virgen y San José / y el Niño que está en la cuna…"
Por curiosidad hemos encontrado el dato de que Carlos Arniches, el popular autor teatral alicantino afincado en Madrid, incluyó "La Marimorena" en su sainete La pareja científica.
Poco más hemos podido hallar sobre el origen de otros villancicos. Tan sólo recordar algunos, trasladándoles parte de sus letras. Supimos que "Ya vienen los Reyes" es de procedencia aragonesa: "Ya vienen los Reyes, por el Arenal / y le traen al Niño un rico pañal…". Resulta que hay un fragmento que es igual o muy parecido al de "Ya viene la vieja", donde aparecen estos mismos versos: "Campanitas verdes, hojas de limón / la Virgen María, Madre del Señor…". Y.
"Dime niño" es de creación murciana: "Dime Niño, de quién eres / todo vestidito de blanco.. / Soy de la Virgen María / y del Espíritu Santo…".
Catalán es "Fum, Fum, Fum", que se inicia con aquello de "25 de diciembre / Fum, Fum, Fum…". Y de La Mancha, "Hacia Belén va una burra", cuya primera estrofa es la del título, continuando así, junto a la onomatopeya rin, rin:
"… yo me remendaba, yo me remendé / yo no eché un remiendo, yo me lo quité…".
Los villancicos andaluces parece que son los que más abundan. Por ejemplo, "Gatatumba". Y "¡Ay, del chiquirritín!", tan gracioso:
"¡Ay, del chiquirritín, chiquirritín metidito entre pajas /. ¡Ay del chiquirritín, queridito del alma…".
Cómo olvidarnos de este otro estribillo, de un no menos escuchadísimo villancico:
"A Belén, pastores / a Belén chiquitos / que ha nacido el Rey de los angelitos…".
Y para concluir este breve repaso a la historia del villancico popular español, nos despedimos con otro fragmento, quizás algo melancólico, que nos evoca en qué circunstancias nació Jesús:
"Madre en la puerta hay un niño / más hermoso que el sol bello. / Parece que tenga frío / porque viene medio en cueros…".