Gil Robles, el político al que insultaron los dos bandos de la guerra civil
El historiador Manuel Álvarez Tardío acaba de publicar 'Un conservador en la República', biografía de José María Gil Robles.
En un año, José María Gil Robles fue capaz de levantar un partido para la derecha, la CEDA, y ganar las elecciones de noviembre de 1933 desde la oposición. Ortega y Gasset, que se había decepcionado con el sectarismo de los republicanos, llamó a Gil Robles "joven atleta victorioso". Sin embargo, la caída del político católico fue casi igual de rápida. Cuando la enemistad que le tenía el presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora, condujo a éste a disolver las Cortes anticipadamente, en diciembre de 1935, la carrera política de Gil Robles marchó de fracaso en fracaso. Ni el pretendiente Juan de Borbón atendió sus consejos ni se le eligió diputado en las Cortes de 1977, tres años antes de su muerte.
Sobre esta figura, despreciada y ninguneada por la izquierda ("protofascista" es uno de los calificativos que recibe) y la derecha ("compañero de viaje" y "esterilizador"), el historiador Manuel Álvarez Tardío ha escrito una biografía, editada por la fundación FAES en su colección de biografías políticas. El libro, titulado Un conservador en la República, se presentó el jueves 24 en la librería Marcial Pons de Madrid.
Después de ser introducido por Javier Zarzalejos, secretario general de la Faes, y el profesor Javier Redondo, el autor reconoció que uno de los obstáculos que tuvo para elaborar la biografía es la desaparición del archivo de la CEDA de su sede en la calle Serrano (Madrid), cuando las milicias de izquierdas lo robaron y lo usaron para seleccionar a sus víctimas.
La izquierda no esperaba su derrota
Álvarez Tardío explicó que ha intentado arrancar de la figura de Gil Robles las "etiquetas" que se le habían colocado desde los años 30 del siglo XX. Por ejemplo, que la historiografía de izquierdas le llame "tradicionalista" (lo que rechazan los miembros de este movimiento) y "derecha fascistizada".
Gil Robles fue "un gran movilizador", "un incansable organizador" de su partido y que se proponía integrar a la derecha en la República para cambiar, legalmente, la Constitución. Sin embargo, "el posibilismo no fue posible". Su postura sólo podía tener éxito en la medida que los fundadores de la República aceptasen que la CEDA podía gobernar y, como demostraron los hechos, la izquierda, tanto la obrera, como la republicana-burguesa, consideraba a la CEDA como "un caballo de Troya".
Un sector de los laicos católicos, dirigido por Ángel Herrera Oria, comenzó a principios del siglo XX una movilización para hacer frente al retroceso social de la Iglesia en la cultura y las clases bajas. De ese grupo sale el jurista Gil Robles, que prosigue con la movilización. Ésta tiene tanto éxito que consigue la victoria electoral de 1933.
La reacción feroz de todas la izquierda, que incluye varias peticiones a Alcalá Zamora de que anule las elecciones, antes de la revolución de octubre de 1934, se debió, según Tardío, a que "las izquierdas no esperan una oposición movilizada; daban por sentado que iban a estar mucho tiempo en el poder y diseñaron unas reglas de juego para ello", que luego se volvieron en su contra, como la ley electoral.
"Moderado", porque no quería usar las armas
El historiador Álvarez Tardío subrayó que la CEDA, si bien tenía un carácter "contrarrevolucionario", era "moderada", porque no estaba dispuesta a tomar las armas, a diferencia de la extrema derecha, los anarquistas y toda la izquierda, desde el partido de Azaña al PSOE y el PCE. También recordó que el periódico El Debate, dirigido por Herrera Oria y con una tirada de unos 150.000 ejemplares, recomendó a los católicos el 15 de abril de 1931 el acatamiento al nuevo régimen.
Otro hecho que le llamó la atención al autor es que los discursos de Gil Robles se han mutilado para alterar su pensamiento. Por ejemplo, en una entrevista al final de la campaña electoral de 1936 apenas citada el político afirma que sólo quiere formar un Gobierno con el centro republicano (Miguel Maura). "No he encontrado pruebas de que el corporativismo católico de Gil Robles suponga eliminar el Parlamento democrático", dijo, y añadió que las apelaciones a un poder fuerte se refiere al presidente del Gobierno frente al presidente de la República.
Un viaje con miedo a ser asesinado
La "ambigüedad" que se censura a Gil Robles la explica Tardío por los planes del político de movilizar a cuantos más derechistas y católicos pudiese, y en esas circunstancias "no se puede ser puntilloso con los conceptos".
En la biografía, Tardío cita la páginas de la autobiografía de Gil Robles (No fue posible la paz) en que éste cuenta, después del asesinato de Calvo Sotelo por un comando terrorista de izquierdas, cómo él y su secretario, el conde de Peña Castillo, hicieron el viaje de San Sebastián a Madrid armados cada uno con un fusil Winchester y una pistola automática para defenderse de ataques, incluso de su propia escolta oficial.
"El contexto de la primavera de 1936", concluyó Álvarez Tardío en diálogo con los asistentes, "es el que hace imposible el posibilismo" de Gil Robles.
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