Cincuenta sombras de Rousseau (2)
El que se tuvo y se vendió como ejemplo de rectitud y virtud fue un exhibicionista en todos los sentidos: desde el físico a sus sentimientos. Su bestseller fue una novela femenina sobre la historia de dos amantes.
Esta imagen fue portada de todos los diarios. Rajoy mirando a Alberto Rodríguez, el diputado con rastas de Podemos.
Iglesias viste de sport en las audiencias con el Rey, una espontaneidad calculada heredada de Jean Jacques. Los hombres de este partido han llevado a gala ir vestidos de cualquier forma al Congreso de los Diputados. Pablo Iglesias sólo se arregló, eso pensó él, cuando se puso un frac dos tallas más grandes para la gala de los Premios Goya. El mismo día, por cierto, que Pedro Sánchez decidió quitarse la corbata.
El filósofo fue el primer intelectual en elegir la grosería como tarjeta de visita: "Comencé mi reforma por la vestimenta, luego siguió el pelo más largo, mi habitual estilo descuidado con una barba mal afeitada". Su afán de protagonismo le llevó a ponerse un caftán para ir a la iglesia. Todo muy natural. Admitía que era "desagradable por principio". Un bárbaro con "cosas en mi corazón que me absuelven de ser bien educado." ¡Qué sobrevalorada está hoy en día la sinceridad!
Los ricos, esos lobos hambrientos de carne humana
Juan Carlos Monedero se comió el roscón con Carmen Lomana haciendo añicos el "contrato social" de Podemos. Hay que pedir cuentas de nuevo a Rousseau. Dice Paul Johnson que "fue el primer intelectual en explotar sistemáticamente el sentimiento de culpa de la nobleza francesa" a los que llamó a la cara "lobos hambrientos de carne humana". Se aprovechó de un momento en que "el viejo sistema de los privilegios de clase les hacía sentirse cada vez más incómodos". El aperitivo de la Revolución Francesa. Los nobles cumplían penitencia por sus complejos escuchando en sus salones cosas como: "Odio a los grandes, odio su condición" o "es la clase de los ricos, su clase, la que roba a la mía el pan de mis hijos".
Cincuenta sombras de Rousseau
Hasta 1791 el Contrato Social se había imprimido una sola vez. Su bestseller fue otro. El recto filósofo supo leer las necesidades morbosas de las damas y escribió un rotundo éxito de ventas, Julia, o la Nueva Eloísa (Julie ou la Nouvelle Héloïse,1761), la historia de dos amantes en una naturaleza voluptuosa. "Le vi en convulsivas agitaciones, casi a punto de desvanecerse a mis pies". En el libro del que Simón Bolívar copió sus técnicas sus seducción está toda la hipocresía moral de Rousseau.
El suizo fue un exhibicionista en todos los sentidos. Recoge Johnson este párrafo de sus Confesiones:
En Turín vagaba cuando era joven por calles oscuras y poco transitadas y exhibía su trasero desnudo a las mujeres. El placer estúpido que me producía exhibirlo antes sus ojos es indescriptible.
O este otro sobre su masoquismo,
Cómo gozaba al ser zurrado en su trasero desnudo por la estricta hermana del pastor, Mademoiselle Lambercier, portándose mal adrede para provocar el castigo. Yacer a los pies de una ama dominante, obedecer sus órdenes, pedirle perdón, esto era para mi un dulce placer.
En sus conferencias detallaba sus masturbaciones, sus tríos o "cómo fue incapaz de hacer el amor con una chica cuando descubrió que carecía de pezón en un pecho".
Rousseau ideó el político mesías
Rousseau murió en 1778, dieciséis años antes del asalto a la Bastilla o 150 del nacimiento del sanguinario Pol Pot. Pero dejó en marcha la polinización del totalitarismo. "La libertad de toda la raza humana no vale el precio de la vida de un solo ser humano." escribió.
Confeccionó un proyecto de constitución para Córcega. El juramento decía:
Me uno en cuerpo, bienes, voluntad y todos mis poderes a la nación corsa, otorgándole propiedad sobre mí, sobre mí mismo y todos aquellos que dependen de mí.
El Estado operaría como un "orfanato paternal", que poseyendo "todo lo que ellos tienen y será todo lo que ellos son." En este tinglado los dirigentes interpretarían la voluntad general por un supuesto interés público. Escribió: "Quienes controlan las opiniones de un pueblo controlan sus acciones." Encuentran alguna relación con Radio Carmena….
Avezado estafador psicológico
Uno de los puntos fuertes de Rousseau fueron sus discursos, vivos, creíbles, persuasivos, desgarradores. Y siempre con el as en la manga de que "la hostilidad hacia él era la hostilidad hacia la verdad y la virtud en cuanto tales".
Se llamaba a sí mismo "el más desdichado de los mortales". Sostenía, "pocos hombres han derramado tantas lágrimas". Un apenado profesional. Afirmaba que "desgastado por la enfermedad" no había podido dormir "en treinta años". Algún compañero juró que roncaba como un verdadero ser humano. El filósofo David Hume declaró: "es uno de los hombres más saludables que haya conocido". Buscó la caridad de los demás pero dejando claro: "No importa cuánto le pueda costar al dador, en realidad queda en deuda conmigo… porque a mí me cuesta más."
La pena es que cuando queremos creer a alguien, nos dan igual los hechos y las pruebas.
También desarrolló manía persecutoria. Se veía víctima de una red internacional. "Sufrí la acción malintencionada de intereses secretos". Empapeló con octavillas su barrio poniendo a caldo a sus supuestos enemigos: "sacerdotes, intelectuales de moda, el pueblo común, las mujeres, los suizos", cuenta Johnson. Al parecer en el puerto de Dover le entró un ataque de histeria y subido a un mástil gritó que la buena Thérèse, la lavandera que fue su amante durante 30 años, también era agente doble.
La conclusión es que al final da igual lo que dijeran de él Hume, "un monstruo que se veía a sí mismo como el único ser importante del universo"; o Diderot, "falaz, vanidoso como Satán, hipócrita y lleno de malevolencia"... porque la pena es que cuando queremos creer a alguien, nos dan igual los hechos y las pruebas.
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