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Pedro Fernández Barbadillo

Largo Caballero, el ‘Lenin español’

La vida de Francisco Largo Caballero resume el sino del PSOE: una persona sin ideales ni cultura, que se consagra a la conquista del poder por encima de cualquier límite, escrúpulo o principio. No debe sorprendernos, por tanto, que su partido financie una

Largo Caballero, que nació en Madrid el 15 de octubre de 1869 y tuvo que empezar a trabajar a los siete años de edad, se vinculó a la UGT (era estuquista, lo que suponía una especialización bien retribuida) en 1890 y al PSOE en 1893. Su falta de cultura, que trató de colmar mediante asistencia a bibliotecas y conferencias, pesó siempre sobre él. Realizó su primer viaje al extranjero en 1919, a los 50 años.

Pronto se convirtió en un ejemplo de ‘burócrata sindical’, que buscaba mejoras para la clase obrera mediante el reformismo, es decir, la negociación y el legalismo, con la excepción de la huelga general de 1917. En 1904 se incorporó como vocal obrero en representación de los socialistas al Instituto de Reformas Sociales, al que perteneció durante los siguientes 20 años. En ese puesto intervino en leyes como la jornada de ocho horas y participó en tribunales de arbitraje para la resolución de conflictos laborales.

La Dictadura del general Primo de Rivera (1923-1930) contó con el PSOE y la UGT para contrarrestar la fuerza de los anarquistas de la CNT y quizás hacer evolucionar a los socialistas hacia el laborismo británico o la socialdemocracia alemana. Los socialistas, en vez de combatir a un régimen que negaba las libertades públicas y había cerrado las Cortes, se acomodaron él y estuvieron tan a gusto que Largo Caballero, secretario general de UGT desde 1918, en una reunión de la Organización Internacional del Trabajo en Ginebra en 1927 lo defendió.

Gracias al dictador, Largo Caballero fue nombrado miembro del Consejo de Estado y también miembro de la Asamblea Nacional Consultiva. Cuando cayó la dictadura, debilitada la CNT y desarticulados los partidos conservador y liberal, los socialistas tenían la única organización de masas activa en España.

Su ‘giro bolchevique’

Los socialistas participaron en el Pacto de San Sebastián y contribuyeron al derrocamiento de la Monarquía. Caballero y otros dos socialistas, Indalecio Prieto y Fernando de los Ríos, se incorporaron al Gobierno Provisional; él como ministro de Trabajo. Manuel Azaña calificó en sus memorias, los discursos de Largo Caballero sobre la ‘cuestión social’ de aburridos e insoportables.

En la última parte del primer bienio de la República (1931-1933), Largo Caballero, como todos los socialistas, se fue radicalizando a medida que la CNT se apoderaba de la clase obrera mediante la violencia, y dio su "giro bolchevique". En éste influyó el compañero Luis Araquistáin, uno de los escasos ideólogos del partido, que recurrió al espantajo de la "amenaza fascista", sabiendo que era falsa.

En el verano de 1933 declaró sobre su nueva línea doctrinal y estratégica:

Hoy estoy convencido de que realizar la obra socialista dentro de una democracia burguesa es imposible; después de la República ya no puede venir más que nuestro régimen.

En la campaña electoral del otoño, que ganó la derecha desde la oposición, pronunció frases como las siguientes:

Pongámonos en la realidad. Hay una guerra civil… No nos ceguemos camaradas. Lo que pasa es que esta guerra no ha tomado aún los caracteres cruentos que, por fortuna o desgracia, tendrá inexorablemente que tomar… ¿Excitación al motín? No, simplemente decirle a la clase obrera que debe preparase… Tenemos que luchar, como sea, hasta que en las torres y en los edificios oficiales ondee no la bandera tricolor de una república burguesa, sino la bandera roja de la revolución socialista.

Por sus arengas los propios socialistas le pusieron el apodo del ‘Lenin español’, que él no le gustó, pero con el que ha pasado a la historia.

Tanto él como Prieto desplazaron del poder en el PSOE y la UGT a los moderados de Julián Besteiro. Ambas organizaciones se volcaron a partir de entonces en preparar la revolución socialista contra las derechas, mediante el entrenamiento de milicias y la compra de armas, que estalló en octubre de 1934.

Y los socialistas fueron a la revolución: más de 1.400 muertos. Largo Caballero fue detenido, pero negó todas implicación en el golpe, al igual que Prieto, que había dirigido personalmente el contrabando de armas. El tribunal le absolvió a finales de 1935 por falta de pruebas.

La disolución de las Cortes por Niceto Alcalá-Zamora permitió a las izquierdas preparar su conquista ‘pacífica’ del poder.

Durante la campaña de 1936 otra de sus incitaciones a la guerra y la dictadura del proletariado (de la que sólo había un modelo en el mundo: la URSS de Stalin) fue la siguiente:

La clase obrera debe adueñarse del poder político, convencida de que la democracia es incompatible con el socialismo, y como el que tiene el poder no ha de entregarlo voluntariamente, por eso hay que ir a la revolución.

En esa campaña, los caballeristas y los prietistas tiraron de pistola, no sólo contra los falangistas y los derechistas, sino, también, entre ellos. Así era el ambiente político en la España de 1936.

Presidente del ‘Gobierno de la Victoria’

Cuando estalló la guerra, Largo Caballero, secretario general de UGT, se decantó por armar al pueblo, es decir, a las milicias, que se dedicaron a pasear a los burgueses y a violar monjas.

El 4 de septiembre de 1936 ascendió a presidente del Gobierno, que se llamó "Gobierno de la Victoria", donde desempeñó también el Ministerio de Guerra (su rival Prieto se encargó de Marina y Aire, unidos en Defensa).

Consecuencia de la incompetencia izquierdista para organizar siquiera el suministro de alimentos, el Gobierno de Largo Caballero introdujo la primera cartilla de racionamiento que ha habido en España en marzo de 1937.

Aprobó la salida del oro del Banco de España a la URSS, dirigida por su correligionario Juan Negrín; apoyó la concesión del estatuto de autonomía al Gobierno vasco; perdió Málaga, tomada por los nacionales en febrero de 1937; se produjeron los sucesos de Barcelona, en que las izquierdas se mataron en la capital catalana… Su negativa a ilegalizar al POUM, como querían la URSS y sus vasallos en España, fueron el motivo que llevó al PCE, a los socialistas de Prieto y al presidente de la República, Manuel Azaña a forzar su dimisión el 17 de mayo.

Largo Caballero se enfadó tanto con Negrín, que le sustituyó en la presidencia, y con los demás jerifaltes republicanos, que se apartó de la política activa y no participó en las sesiones de las menguadas Cortes.

Hundida la República, el anciano y fracasado Largo Caballero huyó a Francia y allí fue abandonado por sus correligionarios. Ni dinero ni bandas de seguidores, a diferencia de Prieto y Negrín. A la vez, incubaba un odio implacable contra los comunistas: entre las causas, a su comportamiento en la guerra se unieron el pacto entre Hitler y Stalin y la colaboración de los comunistas franceses con los invasores nazis.

Detenido por la Gestapo

La única simpatía que provoca uno de los grandes responsables de la guerra civil es su sufrimiento en los años de la Segunda Guerra Mundial.

Permaneció en París hasta la proximidad del ejército alemán y entonces huyó a Tolouse, a la vivienda de Rodolfo Llopis, que en los años siguientes se haría con el PSOE hasta que Felipe González y su camarilla, con la ayuda de los servicios secretos del franquismo, le despojaron de la secretaría general.

El Gobierno español solicitó su extradición, pero los tribunales de la Francia de Vichy la rechazaron. En febrero de 1943 fue detenido por la Gestapo que, después de tenerlo detenido cinco meses en su cuartel de Neuilly, le envió a Berlín. El 31 de julio, sin haber sufrido violencias físicas, a diferencia de tantos españoles detenidos en las chekas de su partido y su sindicato, se le ingresó en el campo de concentración de Oranienburg, a 30 kilómetros de Berlín, donde comenzó la redacción de sus memorias. Le liberó el Ejército Rojo el 24 de abril de 1945, pero sólo pudo volver a París, para reencontrarse con su hija Carmen, en septiembre.

Negándose a reconocer que su tiempo había pasado por sus errores y su edad, participó en unos pocos actos del exilio y elaboró un proyecto contra Franco, en el que regresó al reformismo que había abandonado en la década anterior y propuso el pacto en vez de la imposición. Falleció el 23 de marzo de 1946, a los 76 años de edad. Al menos no se pegó la gran vida de Prieto y Negrín.

En abril de 1978, sus restos regresaron a España y se enterraron en el cementerio civil.

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