"Franco, rey de España. ¿Por qué no?", era la pregunta que contestaba Cesáreo Rodríguez y García-Loredo, presbítero y catedrático en Oviedo, en un opúsculo publicado en 1964. El régimen debía seguir, decía, en la misma forma que se dio desde la aprobación de la Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado (1947), que no era otra que la monarquía.
La monarquía, como se sabe, -decía- está de de derecho instaurada; pero, aunque al día de mañana o en el porvenir se instaure de hecho o tenga rey, no por eso cambia el Régimen o, lo que es igual, el ideario que el Régimen encarna.
Y es que el régimen de Franco había tenido que adaptarse para sobrevivir tras la derrota de Alemania. El 27 de julio de 1947 el gobierno convocó un referéndum sobre la Ley de Sucesión a la Jefatura del Estado, según la cual España se constituía en Reino. Sin embargo, en su artículo 6º establecía que Franco, en el momento "que estime" propondría a las Cortes a la persona "llamada en su día a sucederle a título de Rey o de Regente". Los resultados oficiales de este referéndum, realizado sin las mínimas garantías democráticas, fueron de un 89% de participación (el voto era obligatorio), con un 93% de votos afirmativos, un 4,7% negativos, y un 2,3% en blanco o nulos.
No era el único candidato
Claro que la propuesta de Cesáreo Rodríguez convertía al nieto de Franco en Príncipe de Asturias. Esta idea no gustó al dictador, acostumbrado a peloteos, ni a su círculo. Carrero Blanco y López Rodó consideraban que la legitimidad del régimen ya no podía ser la victoria militar, como aún creían algunos, sino el crecimiento económico y el reconocimiento de un heredero dinástico. Carlos Hugo Borbón y Parma, el candidato carlista, se había propuesto en 1963, al igual que Jaime de Borbón y Battenberg, hijo mayor de Alfonso XIII. Pero no tenían nada que hacer, al igual que Juan de Borbón, el padre de Juan Carlos.
Juan Carlos ocupó el sitio de honor junto al Dictador en un desfile militar por primera vez en mayo de 1965: esto le convirtió en el designado para la sucesión ante los ojos de toda España. Desde ese momento, los aperturistas, como López Rodó y Fraga Iribarne, aunque desde perspectivas distintas, iniciaron su promoción como candidato ideal. Sin embargo, Franco y Carrero jugaron con la baza de Alfonso de Borbón Dampierre como reserva para presionar a Juan Carlos. Por otro lado, los partidarios de Juan de Borbón, dirigidos en ese momento por José María de Areilza, trataron de atraerse al Príncipe. Fue imposible.
Rey por la gracia de Franco
Juan Carlos estaba convencido de que solo sería rey si así lo quería Franco. El dictador se mostraba contento:
Tengo la seguridad de que poco a poco todo el país sentirá afecto hacia los príncipes don Juan Carlos y doña Sofía –decía a finales de 1966-, cuyas conductas son irreprochables, modélicas en todo, llevando una vida de absoluta sencillez y austeridad, y procurando estar siempre en contacto con las necesidades del pueblo español.
En marzo de 1966, Juan Carlos informó al dictador que no iría a Estoril a un homenaje a Juan de Borbón, con quien se excusó diciendo que estaba mal del estómago. Meses después, enero de 1967, declaró en EEUU a los periodistas, en que sucedería a Franco siguiendo los principios del Movimiento Nacional, y lo confirmó al cuerpo diplomático en julio de 1968. Los juanistas, vengativos, colaron en una entrevista que concedió Juan Carlos a la revista francesa Point de Vue, en noviembre de 1968, la frase "jamás aceptaré reinar mientras mi padre viva", que en realidad había dicho a la revista Times tres años antes. La declaración fue censurada en ABC.
Juan Carlos para contrarrestar el efecto concedió una entrevista a la Agencia EFE el 7 de enero de 1969, aconsejado por López Rodó, Mondéjar, Fraga, Elorriaga, y Armada, en la que declaró que haría "sacrificios", pero siempre respetando "las leyes de mi país". Unos días después se reunió con Franco, y según López Rodó, tuvieron esta conversación:
-Tenga mucha tranquilidad, alteza –dijo el dictador-. No se deje atraer por nada. Todo está hecho.
-No se preocupe, mi general. Yo ya he aprendido mucho de su galleguismo.
-Vuestra alteza lo hace muy bien.
El último escollo: Juan de Borbón
Todavía faltaba algo. Juan Carlos había cumplido ya los treinta años, edad exigida en la Ley de Sucesión para acceder al trono, pero debía asegurarse, él y Franco, de que Juan de Borbón no causaría problemas. No en vano, su Consejo Privado, encabezado por Pemán, insistía en seguir la línea dinástica o, como mal menor, Juan Carlos. La lipotimia que sufrió Franco en Cazorla en octubre de 1967 dio esperanzas a los juanistas de que muriera sin nombrar sucesor, y en una rápida maniobra, que Juan de Borbón tomara el poder.
En febrero de 1968, Juan de Borbón había aparecido en Madrid con cierto éxito para el bautizo de su nieto Felipe. La distancia entre padre e hijo ya eran insalvables. Por eso, el 12 de octubre de 1968, Juan escribió una carta encabezada por un "Mi querido Juanito", en la que decía estar "contento" con él y calificaba a Franco de "clarividente" por haberse decidido por la monarquía. Solo le preocupaba que se mostrara a la Familia Real "dividida o rota".
El papel de Carrero fue fundamental. Presionó a Franco para que el régimen tuviera sucesión porque existía en los españoles "temor general" al vacío, y necesitaba dar seguridad en el orden internacional. Carrero entregó a Franco planes sobre la actuación, un calendario, y un discurso para las Cortes. Juan Carlos, al parecer, no conocía esos detalles, y así se lo dijo a su padre el verano de 1969. Sin embargo, cuando el 12 de julio llegó a El Pardo, Franco le conminó a que aceptase en ese momento la sucesión, y escribió a su padre:
Te quiero muchísimo y he recibido de ti las mejores lecciones de servicio y de amor a España. Estas lecciones son las que me obligan como español y como miembro de la Dinastía a hacer el mayor sacrificio de mi vida y, cumpliendo un deber de conciencia y realizando con ello lo que creo es un servicio a la Patria, aceptar el nombramiento para que vuelva a España la Monarquía y pueda garantizar para el futuro
La respuesta de Juan de Borbón, que no pensaba abdicar, fue clara:
Querido Juanito: (…) ¿Qué monarquía salvas? ¿Una monarquía contra tu padre? No has salvado nada. ¿Quieres salvar una monarquía franquista?.
El dictador presentó la designación de Juan Carlos al Consejo del Reino el 21 de julio de 1969. Las Cortes lo aprobaron un día después por una mayoría de 491 a 19, con nueve abstenciones. El 23 de julio, Juan Carlos juró "lealtad a Su Excelencia el Jefe del Estado y fidelidad a los Principios del Movimiento y las Leyes Fundamentales". Todo indicaba, al menos en apariencia, que la sucesión consolidaba el régimen, le daba continuidad, y le confería legitimidad monárquica; y todo según el guión marcado por Franco.