Falangistas y tecnócratas
El PSOE es en muchos sentidos es heredero de los ideales falangistas durante el franquismo. Por su parte el PP imita modos de enfrentar la política de los llamados tecnócratas franquistas, gestionan pero escurren el bulto.
Durante la época de Zapatero, el PSOE renegó de su papel protagonista durante la Transición y denunció que el régimen de 1978 todavía tenía mucho de franquista. La idea de que la reforma fue insuficiente y que España necesitaba una ruptura le dio la victoria en 2008 atrayéndose a muchos votantes de extrema izquierda. Este planteamiento ha sido asumido por Podemos, que ha detectado con qué hay que romper, con la Monarquía, que es el cordón umbilical que nos mantiene unidos al franquismo. La verdad es que el régimen actual no tiene nada que ver con el franquista. Que Zapatero y Pablo Iglesias prefieran la democracia popular a la liberal no hace de ésta última una pariente, siquiera lejana, de la dictadura franquista. Lo que sí hay en la sociedad española, que no en su régimen político, son algunos legados del franquismo. Los hay positivos, como esa clase media que hoy sigue siendo el dique que impide que las crisis que padecemos azucen en exceso a los extremismos. Otros, son negativos, como es la resignación y naturalidad con la que aceptamos que el Estado se inmiscuya en nuestras vidas.
Entre las muchas cosas que en España todavía hoy recuerdan a lo que sucedía durante el franquismo, hay sin embargo una que, sin ser propia del régimen político, sí tiene mucha relación con él y es algo que nadie en la derecha ni en la izquierda está dispuesto a reconocer.
Franco carecía de profundas ideas políticas. Era un conservador monárquico y poco más. La Falange de José Antonio fue la que le proporcionó sustrato ideológico a su régimen. Por eso, el franquismo puede ser considerado fascista, no porque Franco lo fuera en origen. Cuando finalizó la Guerra Civil, fueron las ideas de la Falange las que se emplearon para construir el nuevo régimen. Se aplicaran o no con lealtad, aquellas ideas fracasaron económicamente hasta que acudió al rescate el Plan de Estabilización de 1959. Aquello supuso introducir en la economía española el mínimo de liberalización que la hiciera viable. Desde entonces, la política económica del régimen fue una constante dialéctica entre la "revolución pendiente" de los falangistas y las correctas recetas de los tecnócratas. Franco se escoraba a un lado o a otro según le iba pareciendo sin que ninguno de los dos grupos resultara ser totalmente vencedor, aunque con el pasar de los años y la paulatina modernización de la economía española, cada vez fueron más las victorias de los tecnócratas sobre los falangistas.
Cuando llegó la democracia, la derecha se repartió entre la UCD, donde estaban quienes, con el apoyo del rey y las ideas de Torcuato Fernández Miranda, querían una reforma más radical, y Alianza Popular, donde estaban quienes deseaban conservar del régimen de Franco todo lo que tuviera algún valor. Los falangistas, que empezaron a ser llamados "los azules" (no debe olvidarse que Fernández-Miranda lo era) se integraron en la UCD. Y los tecnócratas, aunque era un grupo mucho más heterogéneo, en AP. La desaparición de la UCD a raíz de la victoria del PSOE en 1982 hizo que Alianza Popular, con sus orígenes tecnocráticos, monopolizara casi todo lo que estaba a la derecha del PSOE. Los azules poco a poco abandonaron la política. ¿Quién recogió su testigo? De alguna manera fueron los socialistas.
Es verdad que el PSOE se presentó en España primero, con el puño en alto cantando la internacional y luego, como un partido social-demócrata más próximo a Billy Brandt que a Pietro Nenni. Pero, cuando llegó al poder, resultó ser un partido estatalista que ambicionaba controlar todos los resortes del poder a costa de la libertad. Lo que hizo con los avances sociales del franquismo, cuyo origen era esencialmente falangista, no fue liquidarlos o transformarlos, sino llevarlos a sus últimas consecuencias elevando los impuestos tanto como fue necesario para financiarlos. No es en absoluto casualidad que quienes dirigían El País, el periódico que señaló el camino al gobierno de Felipe González, fueran Juan Luis Cebrián, hijo de falangista, y Javier Pradera, nieto de un tradicionalista que simpatizó con la Falange. Tampoco lo es el que muchos hijos de falangistas acabaran ocupando importantes puestos en el PSOE. La indiferencia que los socialistas demuestran cuando se les habla de la unidad de España, la urticaria que les produce la bandera de España, el recelo con el que tratan al ejército español, la disposición que tienen a negociar con la ETA no debe ocultar que, en materia de política económica y social, el PSOE es en muchos sentidos heredero de los ideales falangistas durante el franquismo.
Al otro lado, la Alianza Popular de Manuel Fraga, convertida luego en Partido Popular, recibió muchos de los resabios de los tecnócratas del franquismo. Una de las características de éstos era su disposición a concentrarse en los problemas de gestión despreciando a la vez las cuestiones ideológicas. Eran, con respecto al régimen, como lo fue la CEDA respecto al régimen republicano, "accidentalistas", o sea, consideraban que el régimen político era algo accidental y que lo que importaba eran las políticas del día a día. Los tecnócratas no pusieron en tela de juicio al régimen de Franco, mucho menos lo desafiaron, pero tampoco lo respaldaron. Se limitaron a decir qué había que hacer en buena técnica económica según dictaran las circunstancias. El Partido Popular ha heredado estos dos modos de enfrentar la política. No es extraño ver a sus dirigentes enorgullecerse de lo bien que gestionan a la vez que escurren el bulto cuando se les hacen directas preguntas ideológicas. Parten de la base de que España es de izquierdas y de que sólo gobernarán si convencen a los españoles de que gestionan mejor que los socialistas renunciando a introducir reformas en el régimen que puedan ser tachadas ideológicamente de derechas. El que a veces se envuelvan en la bandera española, hablen de la unidad de España, digan respaldar al ejército, o afirmen que no negocian con la ETA, no debe ocultar que lo que hacen es sólo gestionar, sin reformar más que lo que es indispensable para que el sistema sobreviva, pero sin aplicar al hacerlo ninguna ideología. Por eso, son de alguna manera herederos de aquellos tecnócratas que modernizaron el franquismo sin cambiar su esencia.
Hoy, que tanto el PSOE como el PP están en crisis, pueden ambos ser retratados uno, como el partido que hace una política social, que aunque agrada a la mayoría de españoles, es imposible de financiar y otro, como el partido que se ocupa de hacer las reformas indispensables para que esa política social pueda seguir siendo posible.
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