Notas para una historia nacional de la felonía (II)
Repaso exhaustivo a los grandes felones de la historia de España. La lista de felones llegó a su paroxismo durante la Guerra Civil.
Vamos con algunos elementos que habría que utilizar en el empeño. Para empezar, la etimología. En el Diccionario Enclopédico de Montaner y Simón, felón procedía del sajón y significaba delinquir. El Espasa, más completo, afirma que felón, que aparece en casi todas las lenguas europeas, incluso en esperanto, es alguien desleal, villano, pérfido; que comete felonía o incurre en ella. Es más, un baladrón, un hombre vano o despreciable. Según la RAE de entonces, procedía del bajo latín fello -onis, aunque, según otros, derivaba del latín fallere, engañar, e incluso de otras raíces que indicaban el significado de azotar. Pero el Etimológico de Corominas y el profesor de Gramática Histórica de la Lengua Española la Universidad de Sevilla, José A. Pascual, que nunca menciona nadie, concluye que el felón que conocemos es el antiguo follón de Cervantes, que Trapiello traduce al castellano actual según y cuándo, y podemos hablar de él como un traidor de comportamiento feo o chungo, que viene del caló.
Por poner un ejemplo, Bruto fue un traidor a César pero su traición no fue repulsiva del todo porque defendía una causa superior a su bolsillo o su ego con riesgo de su vida. Lo de Trueba y otros muchos progres de salón, es menor y repelente. Es una felonía barata, como la adjetiva Pérez Reverte, e inexplicable, porque en sus tiempos no estaba extendida la felonía pedagógica de adoctrinar en vez de enseñar que subrayó Jean François Revel.
Parece ser que fue el padre Mariana (lo dicen Corominas y Pascual) el primero de quien se tiene constancia que usó el derivado felonía. Lo hizo atribuyendo a los cartagineses un comportamiento feo y desagradecido para con los comarcanos de la vieja España que los llamaron como defensores y luego vieron robados sus bienes y su libertad. O sea, que esto de la felonía viene de bien lejos.
Hagamos una sucinta relación para la historia de la felonía en España. No se trata de hacer como los jacobinos que confeccionaban listas de felones - esto es, no jacobinos - que leían en público con propósitos inquietantes. Tenemos un propósito ecuánime y moralizante. Un felón es un felón lo digan Agamenón o su porquero, haya tenido las ideas que haya tenido. Insistimos, un felón (o felona) es el autor de una acción desleal y fea que comete contra alguien próximo, sea éste una persona física o jurídica.
En su obra, celebrada por Paul Preston, Malos en la Historia de España, Gabriel Cardona y su amigo, Juan Carlos Losada, sólo consideran felones propiamente dichos a los infantes de Carrión, los yernos del Cid, y a Fernando VII. Como es sabido, aquellos infantes ultrajaron a las hijas de Rodrigo Díaz de Vivar en el robledal de Corpes, en tierras de Guadalajara, tras haber sido escarnecidos por el Campeador que había demostrado su cobardía soltándoles un león más manso que un perrito faldero que los acojonó. Pero, como consecuencia, los infantes, que ya eran felones por haberse casado por dinero, escarnecieron a doña Elvira y doña Sol provocando incluso la cólera del moro Avengalvón (Abelgalbón), amigo del Cid. La vejación se relata en el Poema de Mío Cid de este modo:
Tanto las majaron que sin cosimente son;sangrientas en las camisas e todos los ciclatones.Canssados son de ferir ellos amos a dos,ensayamdos amos quál dará mejores colpes.Ya non pueden fablar don Elvira e doña Sol,por muertas las dexaron en el robredo de Corpes.
No cabe duda. Eran felones, porque a la deslealtad añadieron la cercanía a las víctimas y la fealdad de su afrenta.
Pero mucho antes habría que examinar si Indíbil y Mandonio, dos poderosos hispanos de la Ilergete, fueron felones además de traidores. De hecho, protagonizaron un baile de deserciones y traiciones que podrían tener explicación en la mezquindad de los cartagineses y el poder de los romanos. Pero, claro, en un momento Tito Livio va y cuenta:
Indíbil ... pensó que el proceder más seguro, teniendo en cuenta su situación desesperada, sería entregarse a las bien conocidas clemencia y honor de Escipión. Le envió a su hermano Mandonio. Arrojándose de rodillas ante el vencedor, lo achacó todo a la fatal locura del momento, como si un contagio pestilente hubiera infectado no sólo a los ilergetes y lacetanos, sino incluso enloquecido a todo un campamento romano.
Pudo ser una treta, pero qué poco que ver, la verdad, con los ejemplos de Sagunto o Numancia. Menos mal que luego murieron guerreando contra Roma.
Felonía mayúscula y criminal fue la de Galba, el pretor, que prometió tierras a los hispanos de la Lusitania, les pidió que entregaran las armas en señal de amistad y luego los masacró. Pero Galba no era un hispano como Viriato, uno de los grandes y nobles enemigos de Roma. Viriato, agotado y sin fuerzas, intentó pactar con Roma y envió a parlamentar a tres emisarios de Osuna, vaya por Dios. Se llamaban Audax, Ditalkón y Minuros o algo parecido. Pero Roma les corrompió el corazón y aceptaron matar al héroe a cambio de dinero. Lo hicieron, además, mientras dormía, o sea, más feo aún, "flaqueza indigna de pechos españoles", resopló Modesto Lafuente en su Historia de España, quien hubiera discrepado de nuestra afirmación sobre Indíbil y Mandonio a los que consideraba unos valientes por su rebelión contra Roma. Para desgracia eterna de los felones de Osuna, su villanía fue pintada por Madrazo.
Más brevemente ya, habría que considerar felonía muchas actuaciones de las cortes y los Reyes godos hasta llegar a la del conde don Julián, que dicen que entregó España a los árabes por culpa de don Rodrigo, otro felón que violó a Florinda la Cava mientras dormía. También habría que tener en cuenta a don Oppas, obispo de Sevilla, que cambió de bando en la batalla de La Janda. Aunque nada de esto ocurriera de verdad, le felonía imaginaria sí que existió. Luego habría que seguir con la Noche Toledana, con un felón musulmán que colgó las cabezas de sus enemigos para pasto de los alcaudones. Cómo no, anotamos Bellido Dolfos y así hasta nuestros días pasando por Pedro el Cruel, Lope de Aguirre, Isabel de Farnesio, la princesa de Éboli y Antonio Pérez (leer Jeromín del Padre Coloma) o el propio Felipe II, que tuvo comportamientos poco edificantes. Por poner sólo un ejemplo que no sea la muerte de Escobedo, ordenó simular como muerte natural el ajusticiamiento del baron de Montigny y otros episodios. No digamos nada de algunos "descubridores" e inquisidores, no tantos como algunos quieren, y andando el tiempo, y tras el gran felón mayor Borbon, tómese nota de muchos afrancesados y del tremendo conde de España, Carlos de Espagnac, que tiene un baúl de felonías que no caben en este artículo y, cómo no, del duque de Montpensier y su diabólico plan para asesinar al general Prim.
La lista de felones en la historia de España llega a su paroxismo en la Guerra Civil pero el despellejamiento vivo del trotskista del POUM, Andreu Nin, por los sicarios de Stalin que hacían y deshacían a su antojo en el Partido Comunista es de nota, por no mencionar las matanzas impías de uno y otro bando. Guernica y Cabra, ésta más infame aún por silenciada. Y después de la Guerra Civil, Saborit relata la felonía comunista de eliminar a Besteiro de una lista de víctimas del régimen de Franco, que, ciertamente, cometió una felonía con don Julián haciéndole morir en prisión de manera repugnante. Y añade: "Los comunistas no podían incluir a Besteiro entre las víctimas de Franco hasta que Stalin les autorizara a ello. ¡Qué vergüenza y qué tristeza!". Sabido es que, aún hoy, los comunistas recalcitrantes que pusieron la República en manos de la política exterior e interior de Stalin, acusan a Casado, Mera y Besteiro de rendirse a Franco. Pero como decía Lowell, y cita Saborit, "la única prueba concluyente de la sinceridad de un hombre es la abnegación con que personalmente se sacrifica por un ideal."
Y así sucesivamente y según, porque depende de la perspectiva, hasta el año 2015. Por ejemplo, nadie duda de que los Pujol son una casta de felones, algo que compartimos incluso con Esquerra Republicana de Cataluña que, a su vez, acusa de felonía a Tarradellas, para muchos de nosotros, un hombre cabal. Y luego tenemos a los nuevos felones colectivos, partidos y sindicatos, que roban legal e ilegalmente al pueblo en nombre del pueblo. No se olvide a su excelencia Urdangarín. Tampoco al felón menor Ignasi Guardans i Cambó - Federico Jiménez Losantos dixit con eco de otros muchos felones con capelo y todo-, y a los promotores y enterradores del GAL, del 11-M...Y a... Ya sé que no están todos los que son, pero son todos los que están.
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