Dalí y su testamento a favor de España
Una breve semblanza de Salvador Dalí (Figueras, 11 de mayo de 1904-íbidem, 23 de enero de 1989).
Salvador Dalí y el problema de la ideología de los artistas. Dalí, "el surrealismo soy yo", acabó sus días proclamándose "anarco-monárquico". Salvador Dalí, el original, no era un modelo moral, pese a la enfebrecida defensa del catolicismo a partir de su regreso a España, en 1949. Dalí, pieza nuclear del arte del siglo XX. El artista que triunfó en América, el hombre que fue expulsado del clan de los surrealistas en un acto sublime de surrealismo. Dalí, el escatológico, el erótico, el subversivo, el multimillonario, el pornógrafo, el actor y el arte en carne, hueso y bigotes afilados, pasa ahora por el trance inaudito de ser considerado una figura del franquismo.
Como quiera que Dalí era un tipo peculiar, envidiado, odiado y admirado, unos y otros, de los de aquellos, interpretaron su retorno a Cadaqués como un apoyo explícito al régimen dictatorial de Franco. Dalí era una celebridad mundial, un artista integral y fundamental dotado para las más variadas formas del arte hasta el punto de convertir su propia vida en una magna representación que excedía cualquier límite. Los relojes blandos, los elefantes con patas de jirafa, la Crucifixión son algunos de los ejemplos típicos y clásicos del creador del método paranoico-crítico.
Controvertido, caricaturizado, incomprendido y deambulante como una especie de loco al que todo le estaba permitido, Dalí era alérgico al nacionalismo, tanto que logró salvar su ingente patrimonio artístico de las garras de Jordi Pujol.
El testamento de Dalí ilustra a la perfección los procedimientos reivindicativos y operativos del nacionalismo catalán. Durante los últimos años de vida del pintor la Generalidad de Jordi Pujol hizo todo lo posible por que variara el testamento a su favor y hasta llegó a instalar a un notario en la clínica donde agonizaba el artista por si las presiones surtían efecto a última hora.
No hubo manera, pero por iniciativa del Ministerio de Cultura, que dirigía Jorge Semprún, se creó una comisión Estado-Generalidad de Cataluña a los efectos de determinar qué obras se expondrían en el museo de Figueras y cuáles en el Reina Sofía de Madrid. Fue la primera vez que Jordi Pujol invocó la teoría según la cual la Generalidad era el Estado en Cataluña. Según el consejero de Cultura de la Generalidad, Joan Guitart, debía ser la administración catalana la que tuviera la mayor capacidad decisoria y la propietaria del legado del pintor puesto que la Generalidad no era sino la forma administrativa del Estado (se sobreentendía que del español) en Cataluña.
El ministerio cedió la mitad de la colección al museo de Figueras, pero mantuvo y mantiene la titularidad, en atención a que el pintor habia manifestado en repetidas ocasiones su interés por convertir su ciudad natal en una capital museística. También se incluyó a la Generalidad, al ayuntamiento de Figueras y a un grupo de notables del nacionalismo catalán (Miquel Roca es patrono vitalicio) en la fundación que gestiona el patrimonio del pintor.
En caso de independencia, el Estado debería reclamar todo ese patrimonio a la Generalidad en virtud del último testamento de Dalí, que se consideraba un pintor español, razón por la que tal vez se le quiera quitar la plaza que se le dedicó en la capital de España. Toda una muestra de reconocimiento.
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