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'Siempre a mi lado': sufre, Zac, sufre

Charlie St. Cloud (Zac Efron) es el chico perfecto. Su familia le adora, en especial su hermano menor Sam, y afronta un futuro brillante en la universidad. Pero todo va a cambiar después de un trágico accidente de tráfico en el que su hermano fallece. Charlie abandonará entonces todos sus planes para cumplir una promesa que le hizo a su éste... Pero la llegada al pueblo de una joven amiga va a obligar a Charlie a replantearse su vida.

Pese a lo que acaban de leer, hay varias razones por las cuales Siempre a mi lado, estrenada en cines el 1 de octubre, no causa la misma urticaria que otras púberes love story recientes. Se trata de un filme inane e insustancial, pero en absoluto dañino a la vista. La dirección de Burr Steers, completamente a disposición de su protagonista y estrella Zac Efron (le dirigió en la comedia 17 otra vez), no acierta a dar sustancia a un drama interior con un componente... llamémosle sobrenatural, trascendental y romántico, pero sí pone y dispone las ocasiones necesarias para soltar el lagrimón, interesarse transitoriamente por el ligoteo de los tórtolos y darse un pequeño baño de sorpresa en un desenlace que añade gotas de thriller de sobremesa.

Y a pesar de regodearse con la reglamentaria falta de rubor en todos los tópicos de uno y otro subgénero, Siempre a mi lado no se lleva nada mal gracias a la nostalgia que inspira su fotografía y al innegable buen hacer de Efron, efebo-actor que le da cien patadas a los demás competidores de la farándula teenager y que aquí trata de transitar de forma progresiva hacia aguas mayores.

No sabemos si los ardores carnales de sus fans le van a dejar, pero el chaval aprueba con nota. Otra cosa es que los fáciles recursos del guión y el pastiche sentimental y fantástico levante el vuelo. Pero no llegan a ser morosos ni efectistas, y el conjunto resulte más amable que cursi. En conjunto, un drama adolescente suficiente para los tiempos que corren.

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