Definitivamente, los ochenta están de moda. Paul es la primera aventura americana del dúo actoral Simon Pegg-Nick Frost, además de un peculiar homenaje al cine fantástico de esa época, en la que Spielberg, Zemeckis y otros directores afines conmocionaron las plateas y revolucionaron el cine norteamericano con películas como E.T., Encuentros en la Tercera Fase o Regreso al futuro. Unos títulos que antes eran mirados con cierto recelo, y ahora con creciente nostalgia.
Claro que esta vez, y a la espera de que J.J. Abrams desembarque con su maravillosa Super 8, el guiño llega en clave de comedia gamberra y con un alienígena digital como coprotagonista. Y es que Paul no es otra cosa que un singular y locuaz marciano que se cruza en el camino de dos geeks ingleses en EEUU durante su huida del Área 51. Perseguidos y acosados por un eficaz hombre de negro (Jason Bateman) el peculiar trío se verá obligado a huir por el desierto de Nuevo Mexico de toda una galería de extraños personajes.
La correcta película de Greg Mottola (Adventureland, Supersalidos), además de su adscripción a la ciencia ficción y la comedia gamberra, se caracteriza también por su mezcla a partes iguales de humor británico y norteamericano, gracias al guión de la que también es su pareja protagonista, los ingleses Simon Pegg y Nick Frost, y un reparto que recurre a comediantes de uno y otro lado del charco.
Pegg y Frost reciben con la película su bautismo norteamericano después de sus subversivas, irreverentes y salvajes parodias Zombies Party y Arma Fatal, dos cintas de culto tan acertadas e imposibles como infravaloradas entre el público español, y la inédita serie televisiva Spaced. Aunque esta vez el resultado está quizá algo por detrás de esas dos cintas debido a una historia más previsible y un humor más manso –Edgar Wright, el director y guionista de ambas, es el único ausente en la ecuación, y algo se nota-, este peculiar reverso a la vez salvaje y tierno de las películas amparadas por Steven Spielberg en los ochenta es capaz de satisfacer a todo tipo de públicos, y no sólo a la generación más nostálgica.
Todo ello pese a la pérdida de fuerza en el dibujo de los dos protagonistas una vez la persecución y el desenlace aprietan, pese a un comienzo prometedor al respecto. Aunque dudo que entre las intenciones de Frost y Pegg estuvieran ponerse mínimamente serios, lo cierto es que los personajes -incluido el propio Paul- nos importan menos a medida que se desarrolla el filme, y no al contrario.
Sin embargo, la pareja no se ha olvidado todo el vitriolo en Londres. Aunque retrata con cariño y espíritu burlón a la generación geek de amantes de la ciencia ficción surgida a raíz de Star Wars –impagable su comienzo, nada menos que en la Comic Con de San Diego, y el retrato de la amistad de los dos protagonistas-, la película aporta a todo ello una inesperada ironía a costa de la América Profunda que entronca muy bien con la estructura de road-movie que articula la aventura. Los buenos efectos visuales y la buena labor de todo el reparto –incluyendo a una destacable Kristen Wiig, y de Pegg y Frost, que demuestran su innegable química de nuevo-, rematan una experiencia de lo más agradable.