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Confesiones de un cinépata

Crítica. 'X-Men: Días del Futuro Pasado', con Hugh Jackman

Existe la percepción generalizada de que X-Men. Días del Futuro Pasado es, o va a ser, uno de los filmes definitivos de superhéroes. No sólo de la franquicia de los mutantes de Marvel, llevada con tanta pena como gloria por su estudio, Fox (no confundir con Marvel Studios), sino también del género en sí mismo, por el alcance y significado de su argumento. Una vez vista, y a falta de volver a abordarla cuanto antes mejor, me queda un ligero poso de decepción, por mucho que a la película cualidades no le falten. Para empezar, supone el regreso a la franquicia de un director con "pedigrí" como es Bryan Singer, después haberla abandonado en su tercera entrega para rodar la fallida Superman Returns (una decisión que ha resultado casi fatal, para él y para la saga). Y por otro lado, porque estamos ante la reunión en una misma aventura del reparto original de la serie, encabezado por Hugh Jackman, Patrick Stewart e Ian McKellen, con el de la entrega anterior, Primera Generación, una brillante precuela que narraba las aventuras de casi los mismos personajes, pero interpretados por excelente sangre nueva como James McAvoy, Michael Fassbender y Jennifer Lawrence. El argumento, con viajes en el tiempo para justificar la argucia, y basado en uno de los cómics más valorados de la marca, también indicaban el camino.

¿A qué se debe este ligero tono de disconformidad? No adelantemos acontecimientos: X-Men. Días del Futuro Pasado es un buen filme de superhéroes y una inteligente y espectacular película de verano. El regreso de Singer a la saga se nota mucho, y el realizador se asegura de que su presencia sea evidente desde sus primeros compases: la melodía original de John Ottman (también montador) durante la secuencia de apertura, el primer combate contra los Centinelas, en el que la fluidez de los movimientos de cámara se antepone a la mera exhibición de presupuesto... todo deja al espectador pegado a la butaca. Singer también se asegura de que el argumento de Días del Futuro Pasado funcione de manera lo más autónoma posible, tanto recuperando el tono original de sus dos películas originales como a la hora de establecer lazos con el resto de la saga, aspecto en el que, por cierto, muestra cierta memoria selectiva. Esto lo comprenderán muy bien los fans de los filmes de Marvel Studios, casa que ha logrado construir un universo fílmico propio, y expandido el concepto de secuela y relato transmediático, hasta cotas de complejidad que antes sólo se escondían en los sueños más íntimos de los productores y fans (mérito que a estas alturas, algunas mentes brillantes todavía le discuten).

En efecto, en Días del Futuro Pasado no encontraremos la sombra de la incompetencia y las continuas intromisiones del estudio que echaron abajo secuelas como X-Men. La Decisión Final o X-Men Orígenes: Lobezno. La película continúa la senda recuperada por Matthew Vaughn y James Mangold, firmantes respectivamente de Primera Generación y Lobezno Inmortal, para obsequiar al espectador con una película que antepone una narrativa cohesionada y elegante con la mera exhibición de (malos) efectos visuales. Singer, de hecho, remata la jugada de los anteriores y se lleva la película a su terreno, trazando paralelismos entre ese futuro desolado con el Holocausto judío, una referencia ineludible en el director de Valkiria y que recuerda en lo visual a la saga Terminator de Cameron. Pero tras una primera mitad excelente, en la que de manera inesperada destacan sus interludios cómicos (atención a la entrada en escena de Quicksilver, la mejor escena de la película), sobre la película de Singer planea cierta sensación de rutina.

En efecto, tras reunir de nuevo al equipo mutante, X-Men: Días del Futuro Pasado no acaba de detonar y pierde gas: no logra dar carne y sangre al villano, interpretado por el carismático Peter Dinklage (Juego de Tronos) y en su lugar se entrega a cierto historicismo (esa caricatura de Nixon...) que funcionó muy bien en la sexy entrega de Matthew Vaughn, con la crisis de los misiles cubanos de por medio, pero que aquí corre el riesgo de caer en la parodia. El de Sospechosos Habituales no tiene tampoco demasiadas ganas de meter la mano en la ciencia ficción, y se olvida de definir un concepto tan brutalmente bueno como el de los Centinelas, criaturas artificiales responsables del genocidio planetario, ni tampoco hacernos creer semejante exterminio. Al depender enteramente de ese argumento, de la tesis inicial, Singer tampoco decora el árbol de navidad de la película: tratando de demostrar que la suya no depende de la acción sino del concepto, sitúa las más secuencias más interesantes al comienzo del metraje, una táctica que le sale bien, pero hasta cierto punto: la película se le queda sin emoción en su parte final, en la que todo queda en manos de Jennifer Lawrence, que acomete su labor con todo su talento... pero sin lograr generar impacto en su montaje paralelo.

Da la impresión de que el realizador se ha confiado en su propio área de confort, perdiendo intensidad por el camino, y de que además, -injusticias de la vida- se va a llevar parte de los méritos de Vaughn y Mangold. Por suerte, le apoyan su inmenso oficio y un gran repertorio de ideas, gracias a las cuales el subtexto social de los mutantes sigue funcionando. Singer también cuenta el mejor reparto posible: Hugh Jackman, que lleva la voz cantante por encima de Kittie Pryde (protagonista del cómic original), sirve de puente entre ambos repartos y lidera casi toda la película, salvo durante el inesperado tramo final. Y qué decir de Fassbender, Stewart y todos los ya mencionados. X-Men: Días del Futuro Pasado no llega a alcanzar el nivel de las mejores, y me parece que anda un paso por detrás de X-Men: Primera Generación. Pero por poco. Singer da la impresión de haberse atascado en los méritos de la saga original, pero pese a ello todo sigue funcionando definitivamente bien. ¿Se acuerdan de lo que dije sobre Al filo del mañana y el concepto de película de verano? Pues bien, aquí tienen la segunda.

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