Hablemos claro: la reunión en mismo fotograma de Sylvester Stallone y Arnold Schwarzenegger, ambos el principal atractivo Plan de Escape, representa el sueño húmedo de cualquier aficionado al cine de palomitas de los ochenta. Ya saben, ése en el que los conflictos (cinematográficos) podían resolverse a base de bíceps y dos tortas, en el que el sudor, la testosterona y la adrenalina de sus estrellas eran el verdadero motor de la evasión por encima de cualquier otra premisa, de lo que allí por Hollywood llaman "high concept".
Y les juro que no había nadie más dispuesto que un servidor a pasárselo bien con Plan de escape, la película que tras muchos años les reúne durante hora y media en pantalla con un -precisamente- "high concept" a su altura. Turmix confeso de Encerrado, Tango & Cash y la serie Prison Break, Plan de Escape desde luego da la cancha necesaria a Stallone y Schwarzenegger para que brillen cada uno a su manera. Los dos, por cierto, cumplen de sobra con sus papeles. La elección del director sueco Mikael Håfström, responsable del apreciable terror 1408 y la infravalorada Shangai, también me parecía a priori la correcta: un artesano capaz de inyectar ritmo en la historia, filmar las escenas de acción con la claridad y buena letra de otros nórdicos como Emmerich o Wolfgang Petersen, y sobre todo de gestionar el estrellato de Sly y Arnie, atender sus necesidades e interacciones... e incluso explotar sus bien asumidas limitaciones.
Pero el realizador sueco no sabe demasiado bien qué hacer con el encargo, si ir en serio con él o tomárselo con la necesaria coña. Håfström hace amagos de ambas cosas, pero tristemente le falta pasión y se extravía por pura falta de energía. No pedíamos filigranas, pero en vez de abrazar con gusto los aspectos más ridículos y ruidosos de la función, la violencia de cómic servida por sus estrellas, algo que por ejemplo sí hizo Kim Je-Woon en la gozosa El último desafío o el propio Stallone con Los Mercenarios, al sueco le falta intensidad a la hora de abordar la atmósfera y tono serie B de la película. El resultado es una aventura sin capacidad de asombro que -al contrario de lo habitual- parece más barata de lo que es y que carece de fuerza, convicción e interés tanto en su fotografía como el montaje o la banda sonora.
Pero un servidor tiene un problema más con la película, y es que no puede mandarla a la porra porque aún así sigue siendo malditamente honesta. Y simpática. Los dos astros brillan a la altura esperada, que no es ni más ni menos que la que dicta el género. Y Jim Caviezel comprende como nadie la naturaleza del material en el que está metido, componiendo un villano a la altura. La película fluye bien, aunque nunca llegue a detonar ante el espectador con la intensidad debida. Me pregunto qué habrían hecho con este material mis queridos Renny Harlin (Máximo Riesgo), el encarcelado John McTiernan (Jungla de Cristal) o incluso el fallecido Tony Scott (El último boy scout). Entonces estaríamos hablando de la gran evasión de Stallone y Schwarzenegger, y no de esa anécdota en las carteleras y el corazón del aficionado que al final ha sido este Plan de Escape.
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