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Confesiones de un cinépata

Crítica: 'Ahora me ves...'. Magos y ladrones.

Ahora me ves... es una película que pese a sus evidentes desequilibrios, cae bien. De hecho, cae bastante bien. Y de paso demuestra un par de cosas o tres. Una de ellas es que Mark Ruffalo es un actor magnífico, de esos cuya sola presencia sirve para pegar todas las piezas de una película un poco loca. Y otra es, sin duda, la indudable pericia de su director, el francés Louis Leterrier, cuando toca organizar largas set-pieces de acción y encantar al patio de butacas con un ritmo enérgico y brutal, por mucho que en esta ocasión se perciba un exceso de cinetismo que parece destinado a ocultar ciertas lagunas. El realizador de El increíble Hulk y Transporter demuestra -de nuevo- saber mucho mejor que cualquier juntaplanos norteamericano cómo sacar partido de una persecución automovilística (como la que transcurre en Nueva York a mitad de metraje), de un montaje explicativo y hasta de un clímax de acción emotiva como el que resuelve el asunto... antes de su sorpresa final. La tercera cosa es una valoración (aún) más personal de cómo se inserta una cinta como Ahora me ves en la cartelera actual. Lo que hace diez, quince años, sería todo un tent-pole del estudio, ahora es una película media que corre el riesgo de pasar desapercibida en una cartelera en crisis de ideas, poblada (cada vez menos) por espectadores desilusionados ante un modelo en crisis. Lo que me lleva a un cuarto punto, que es la evidente necesidad de, precisamente, defender películas medias como la presente para evitar el aburrimiento frente a la abundancia de grandes blockbusters y también propuestas minoritarias incapaces de engancharnos.

La premisa de Ahora me ves resulta tremendamente atractiva. Una heist-movie o película de robos que emparenta el robo con la magia, protagonizada por un extenso reparto coral al modo de Ocean's Eleven, pero en cuya arquitectura hay lugar para las grandes secuencias que esperamos en una película de verano. Un recurso, el de la prestidigitación, que no sólo justifica escollos y trampas de guión mil, que haberlos haylos, pero que al menos también sustenta un optimista espíritu sense of wonder a defender entre tanto blockbuster oscuro y cínico, y también -no me pondré pesado- dentro del contexto una economía deprimida (los protagonistas, al fin y al cabo, apelan al "quien roba a un ladrón...").

Ahora me ves está tan contenta chapoteando en su propia jarana que, por el camino, se olvida de profundizar en sus personajes, siendo flagrante el caso de los autodenonimados Cuatro Jinetes. Jesse Eisenberg, Isla Fisher, Dave Franco y Woody Harrelson apenas tienen tiempo de escarbar en sus arquetipos más allá del prólogo de la cinta, y pese a que comienzan siendo roles protagonistas acaban ejerciendo un papel demasiado secundario. Pero nos queda Mark Ruffalo. El actor norteamericano se presenta, de nuevo, como un perfecto robaplanos al que no parece importar demasiado quién tenga delante, se llame éste Michael Caine o Morgan Freeman. Es, también, el arma de la película para vencer nuestra incredulidad, dado que su personaje parece enterarse todavía menos que nosotros del percal: su recelo inicial, su mosqueo constante y su ocasional estupidez le acercan más y más al espectador... hasta que llega el momento de dar un golpe sobre la mesa.

Pese a sus defectos, Ahora me ves es una película que tiene la dignidad de apelar al sentimiento y no al intelecto. ¿Qué significa esto? Su espíritu manipulador carece de todo cinismo, el filme entero es consciente de sus propias debilidades, de su ligereza, y de hecho se lanza de cabeza, con orgullo y satisfacción, a sus imposibles giros de guión, sus lagunas argumentales y su saturación de movimiento. Esto no es ninguna tomadura de pelo. Todo ello pese a que Leterrier cae, creo que por primera vez en su carrera, en ciertos excesos a la hora de mover la cámara de los que carecían las escenas de acción de El increíble Hulk o Transporter, ambas filmadas con una limpieza y energía indudables. Quizá obligado por la necesidad de maquillar las increíbles inverosimilitudes, el francés confunde prestigitación con cierto mareo, por mucho que las grandes virtudes del largometraje provengan, precisamente, de su indudable saber hacer tras las cámaras. Película tonta y sobrada como la que más, resulta que en Ahora me ves cada uno de los tres robos que articulan el largometraje proporciona momentos climáticos y retuerce la trama a conciencia, por no hablar de tres largas secuencias bien construídas. De modo que aunque confunda la velocidad con el tocino, nunca mejor dicho, se merece un respeto.

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