Sofía Loren: de su origen pobre y sin estudios a estrella mundial
La actriz, que se ha labrado una gran carrera gracias a su talento y su gran inteligencia, cumple 90 años.
La belleza es indudable que ayuda a triunfar en el cine, especialmente a las mujeres; el atractivo, la fotogenia. Pero a veces se da la circunstancia de ir acompañada de una inteligencia natural, talento. Lo tenía Sofía Loren, que acaba de cumplir 90 años.
No tuvo apenas estudios. La pobreza en la que transcurrió su niñez y adolescencia se lo impidieron, junto al hecho de no ser reconocida por su padre hasta que alcanzó su juventud. Sería su marido, Carlo Ponti, quien ejerció de Pigmalión con ella, la instruyó cuanto pudo, aparte de que mientras iba poco a poco escalando peldaños en el cine adquirió lecciones de cultura que le inculcaron profesores particulares. Su "cultura de mundo", sus deseos de aprender, la curiosidad por saber, hicieron de ella una mujer que superó sus grandes carencias de educación. El trato que tuvo con guionistas, directores y cultivados actores completaron el resto para considerarla lo suficientemente culta cuando ya estaba en la cima del éxito mundial.
Desde 1950, su debut en la pantalla hasta 2010, su filmografía registra noventa y un títulos. Escribimos sobre los más interesantes. A modo curioso, el primero de ellos fue Totó Tarzán, de Mario Mattoli, cuando todavía usaba el apellido paterno Scicolone. Era poco más que una extra en los filmes siguientes, caso de Quo Vadis, de Melvyn Le Roy.
También conocida como la Sofía Lazzaro de las fotonovelas, merodeaba por los estudios de Cineccittá, construidos en tiempos del fascismo mussoliniano, los más grandes de Europa. Poco a poco iba mostrando su lado pícaro y temperamental como buena napolitana. Tiempos en los que no sólo ella sino compañeras suyas, unas amigas, otras rivales como Gina Lollobrígida, Lucía Bosé, Silvana Pampanini… iban acaparando papeles de futuras estrellas. El cine italiano estaba en auge en la década de los 50 del pasado siglo.
Todas las citadas, otras más, lucían una impresionante belleza. Sofía Loren acabó superando a todas ellas por su espectacular anatomía. Mas necesitaba que algún magnate del cine se fijara en ella. Lo consiguió: Carlo Ponti, que le firmó un contrato por siete películas, él con treinta y ocho años, casado, con dos hijos, que aparte de su protector acabaría siendo algo más que representante y exclusivista: su marido, tras no pocas dificultades.
Carlo Ponti
Ponti la instruyó en gajes del oficio. Ofreciéndole como es lógico al principio papeles secundarios caso de Anna, de Alberto Lattuada. Una producción a medias entre Carlo Ponti y Dino de Laurentiis, otro magnate del cine italiano, que impuso de protagonista a su propia esposa, la sensual Ana Mangano, con aquel subyugante bayón que en la España de la época fue considerado obsceno y pecaminoso por la censura. O el caso de El jardín de Alá, donde ella, "sexy", lindando el erotismo por primera vez en la pantalla, bailaba la danza del vientre. Después, otros de mayor enjundia, en 1952, África bajo el mar, que es cuando ya quedó bautizada por el definitivo apelativo de Sofía Loren.
A título puramente anecdótico fue protagonista de Las noches de Cleopatra, junto a Alberto Sordi, que puede calificarse como un perfecto engendro, aunque ella estuviera electrizante mostrando sus despampanantes muslos. Vittorio de Sica sería fundamental en la carrera de la actriz, bien como actor a su lado, o asimismo responsable de la dirección, comenzando con El oro de Nápoles, fechada en 1954, película de seis historias variadas, con un guionista excepcional llamado Cesare Zavatttini. Un año en el que Ponti ya consideraba que su pupila debía interpretar papeles que no fueran siempre de robacorazones. Rodó entonces el melodrama La chica del río, donde se lucía bailando y cantando un mambo, con movimientos sencillamente eróticos. Por problemas con De Laurentiis que supusieron su ruptura entonces con Ponti, esa cinta tardó en estrenarse. En 1955, su rival, Gina Lollobrígida se negó a intervenir en la tercera secuela de Pan y... Sofía la sustituyó en Pan, amor y… Con Gina se llevaba "a matar".
Napolitana temperamental
De napolitana temperamental fue muchas veces en la pantalla, comenzando por El signo de Venus, donde Dino Risi la tuvo a sus órdenes en 1955. Por entonces también intervino en una divertida comedia La ladrona, su padre y el taxista, que Alessandro Blasetti dirigió un año antes, 1954, donde por vez primera Sofía y Mastroianni formaron compartieron estrellato. Tiempos en los que ese tipo de películas se enfrentaba en las taquillas con la moda del neorrealismo, que hizo fortuna en Italia y después algo en España, más tímidamente por impedimentos de la censura.
Se ha escrito mucho especulándose por una supuesta atadura profesional con Carlo Ponti. Sí, era su descubridor, en Italia quien producía sus películas, el que oficiaba de agente artístico. Pero no hasta el punto de impedirle trabajar fuera, sobre todo en los Estados Unidos, lo que ocurrió en producciones norteamericanas a partir de 1957, en Orgullo y pasión, de Stanley Kramer, con exteriores en Segovia y Ávila, donde Frank Sinatra quiso conquistarla fuera del set pero quien "se la llevó al huerto" fue Cary Grant. Luego, rodó ese mismo año La sirena y el delfín, junto al veterano Alan Ladd, donde uno de sus compañeros de reparto era el valenciano Jorge Mistral, guapo pero algo bajo de estatura, lo que solucionaba utilizando calzas en sus zapatos, filme el citado que realizó Jean Negulesco, considerado uno de los intelectuales del cine. Preocupado Carlo Ponti en servirle a Sofía Loren otros filmes de rango internacional, lo consiguió después al acordar con el productor judío norteamericano Samuel Bronston que fuera la protagonista de El Cid, en el papel de Jimena, junto a Charlton Heston como Rodrigo Díaz de Vivar. La distribución mundial de esa película le sirvió a la estrella italiana de trampolín en todo el mundo.
Dos mujeres (La ciociara, título original) es de 1960. El auténtico espaldarazo mundial para Sofía, dirigida por Vittorio de Sica, en un papel que no quiso interpretar Ana Magnani y a aquella le significó ganar el Oscar a la mejor interpretación en un filme no hablado en inglés. De Sica se sirvió de un espléndido relato de Alberto Moravia, y de un guionista de la talla de Zavattini. Un drama durante la II Guerra Mundial de una madre e hija huyendo del desastre y la miseria, con una tragedia que salpicaba a ambas. El coraje de aquella madre lo interpretó magistralmente Sofía. Allí no tuvo que brillar por su belleza, sino por su innato talento interpretativo. La lista que siguió después en su filmografía combina películas notables y otras deficientes, amén de las que se consideraban simplemente comerciales.
Sofía trabajaba sin desmayo. Así, en Los secuestrados de Altona, luego Matrimonio a la italiana, formando un delicioso emparejamiento con Marcello Mastronianni, el mejor de sus galanes, con quien siempre se compenetró en los rodajes, sin que entre ambos surgiera la chispa amorosa. Al fin y al cabo, Carlos Ponti estaba muy cerca de ellos en el estudio. Con él volvió a encontrarse en La suerte de ser mujer, donde también estaba un veterano galán de brillante trayectoria e indiscutible atractivo: Charles Boyer.
La caída del Imperio Romano fue otra aventura de elevado riesgo económico que Samuel Bronston afrontó en sus estudios madrileños del pueblo de Las Rozas. Y se arruinó. Sofía Loren encabezaba el reparto, ajena por supuesto a ese derrumbe en 1964, del que fue responsable tras la cámara Anthony Mann, que fuera marido de Sara Montiel. En 1966, Sofía era la estrella de Arabesco y de La condesa de Hong-Kong, fallido filme de Charles Chaplin, que se retiró entonces del cine después de ser el genio por excelencia del Séptimo Arte, creador del universal Charlot.
La Concha de Plata
Los años siguientes no fueron muy afortunados para "la Loren". Pasamos por alto las películas de la segunda mitad de los 60. Nada más comenzar los 70 volvió a colocarse ante la cámara que dirigía su gran maestro y amigo, Vittorio de Sica, en Los girasoles, con escenarios en la Unión Soviética, interpretando junto a Mastroianni a un matrimonio separado por la tragedia de la II Guerra Mundial, y El viaje, donde Marcello ya no fue su pareja, sino Richard Burton. Película que se estrenó en el Festival de San Sebastián, donde Sofía recibió la Concha de Plata. De 1972 fue El hombre de la Mancha, de Arthur Hiller, y dos años después El veredicto, de André Cayatte.
Pasarían otros hasta llegar a 1977 que es cuando la diva volvió a brillar con su inseparable pareja en la historia de ambos, Marcello Mastroianni, protagonistas de Una jornada particular, melodrama de una tarde en la que Roma estaba desierta porque miles de ciudadanos vitoreaban al Duce en uno de sus interminables mítines fascistas, en tanto los personajes de Sofía y Marcello, vecinos en un mismo edificio, se contaban sus penas; dos seres solitarios, él homosexual. Extraordinaria la interpretación de ambos. Un filme para la historia, que dirigió Ettore Scola. Escribía Marcello en sus memorias, con gran ironía, que, de haber seguido las lecciones del Actor´s Studio, o el llamado "método", para preparar de antemano su papel debiera haber recurrido a un sodomita.
El tándem Sofía Loren-Marcello Mastroianni funcionaba en taquilla, así es que Carlo Ponti y Vittorio de Sica buscaron un guion que les sirviera para un nuevo proyecto. Lo encontraron en una antigua pieza teatral de Eduardo de Filippo, Filomena Maturano, que era la historia de una guapa mujer que en su juventud había sido una fulana y ya en la madurez ansiaba ser una dama respetable, soñando con alguien que la quisiera para casarse.
En los años 80 Sofía Loren ya no parecía interesar a los productores cinematográficos. Buscó entonces la mejor salida: las series de televisión. Incluso una de ellas la dirigió otra vez Dino Rissi, La ciociara, repitiendo en la pequeña pantalla en 1989 lo que ya había realizado antes en la gran pantalla. Ya al final de su carrera, rodó Nine, en 2009. Y, colaboraciones aparte, se despidió ya como actriz cuando le emocionó que su hijo Eduardo la dirigiera en La vida ante sí, el año 2021.
Sofía Loren, aparte del merecido Oscar, ganó otros muchos premios: en siete ocasiones el David de Donatello, máximo galardón de la cinematografía italiana; cinco globos de oro… La premiaron en Cannes, en Venecia, en Berlín con los Bafta, en París con un César… Siendo una auténtica estrella, ha sido siempre respetada. Y aunque la consideramos una diva, el adjetivo es puramente acreditativo de su espléndida carrera, porque no lo referimos a su carácter: sencilla, afable con los periodistas, cariñosa con el público y siempre amante de la familia: una "mamma napolitana" que con escasa cultura llegó a escalar la cima en la historia del cine.
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