'The Marvels' acierta con una aventura rápida, alegre y sin pretensiones
The Marvels tiene el encanto de las buenas películas Marvel, aunque no el de sus mejores guiones.
The Marvels llega en un momento un tanto complicado para la factoría Marvel. Tras más de una década de primacía como fenómeno de taquilla y popular, su horizonte argumental, la claridad de su proyecto, parece haberse diluido mientras los contras (la nula presencia de directores, su omnipresencia en cine y televisión y el lógico cansancio generacional, además de ciertas polémicas sobre algunos de sus intérpretes) se enfatizaban. Secuela directa de Capitana Marvel, película que en su momento se saludó como una suerte de inexplicable revolución cultural feminista en su área, la película parece pagar también los platos rotos de una pretenciosidad que no obstante funcionó en taquilla. Aquejada de ciertos problemas de producción y una duración (poco más de 100 minutos) que delata la tijera en edición, The Marvels arrastraba por tanto una mochila importante para una novata directora como Nia DaCosta (CandyMan), responsable no obstante y de manera poco habitual del libreto del film.
Pese a los malos pronósticos (sobre todo de taquilla), The Marvels se erige sin embargo como un buen paradigma de película de superhéroes. La película sufre por incorporar a la fórmula dos personajes secundarios como Khamala Khan (Ms Marvel) y Mónica Rambeau, esta última no especialmente carismática, pero DaCosta entrega una película que no pide disculpas por nada, no trata de erigirse como manifiesto social de ninguna causa y que, por eso mismo, prefiere precipitarse a un primer acto que va a toda velocidad y sin presentación ninguna. Vamos a ver esto como un acierto, porque a pesar de ciertas torpezas narrativas, a cambio The Marvels sí posee esa energía maníaca de un cómic (toda la primera mitad funciona, a su manera, como una comedia de intercambios de personalidad) que arrastra al espectador dentro del flujo alegre de una viñeta. Su discurso, por tanto, es puramente fantástico y esta reconfiguración de las alegorías sociales de la primera Capitana Marvel redunda en una mayor frescura.
Es por eso que Brie Larson comienza, por fin, a ofrecer una interpretación carismática, por mucho que el guion, apresurado (o recortado) como es, tampoco profundice en esa mezcla de narcisismo y abandono que quiere caracterizar al personaje. Pero la intención y las imágenes proporcionadas por DaCosta están ahí para compensarlo. The Marvels, pese a desaprovechar sus propias ideas (ese planeta musical que sirve para parodiar los remakes Disney, un episodio finalmente irrelevante), a su atropellado pero vertiginoso ritmo narrativo, vive de la emotividad y la química de sus actrices (Iman Vellani con todo el reparto, desde Samuel L. Jackson a la propia Larson) sin necesidad de presumir de nada. DaCosta, al fin y al cabo, demuestra tener el mismo pulso cómico que el insoportable Taika Waititi, sin convertir el show en un pulso autoreferencial consigo mismo, por lo que al final, el previsible mayor fracaso de Marvel acaba resultando su película más modesta, más simpática y, también, más interesante, pese a su evidente y confusa naturaleza de producto de transición hacia otra fase diferente que, por primera vez, nadie en el estudio parece tener demasiado clara.
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