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100 años de Jose Luis López Vázquez, actor genial y hombre de vida problemática

Se cumplen 100 años del nacimiento de López Vázquez, todavía hoy uno de los actores españoles más recordados.

Se cumplen 100 años del nacimiento de López Vázquez, todavía hoy uno de los actores españoles más recordados.
López Vázquez en La cabina | Imagen de vídeo

Hace cien años que vino al mundo uno de los más grandes actores españoles del siglo XX. José Luís López Vázquez de la Torre, nacido el 11 de marzo de 1922, en el barrio madrileño de las Delicias. Cuando en su juventud se dedicó a pintar nada en él parecía que iba a pasar a la historia como un genial intérprete de comedias y dramas. Y así hemos de recordarlo ahora en su centenario, doce años después de su desaparición, cuando ya su memoria veraneaba y apenas si podía recordar lo que fue su existencia, triunfal en lo artístico; desafortunada en lo sentimental.

Hijo de Luís López, funcionario del Ministerio de Justicia, al que apenas conoció. Sus padres se separaron siendo José Luís muy niño. En algunas biografías figura como nacido el día 12 de marzo. El interesado, contaba: "Con los nervios del suceso a mi padre se le olvidó inscribirme y lo hizo al día siguiente". Lo chusco, como refería él, es que a su progenitor también se le pasó por alto darle al funcionario el nombre que elegía para el bebé. Y tuvo que volver junto a su hermano José. Las oficinas ya estaban cerradas y tuvieron que retorna un día más tarde. Con los apelativos de ambos quedó inscrito José Luís López Vázquez de la Torre.

El padre los abandonó a poco de nacer José Luís, quien pasó su infancia y su juventud junto a Margarita Vázquez de la Torre. Esa circunstancia marcó buena parte de la existencia del actor. "Mi padre no se preocupó apenas de mí; alguna carta, algún dinero de vez en cuando...". La madre y la abuela fueron quienes lo educaron. "Mi madre no dejaba de sonreír y de cantar". Y ello en tiempos difíciles, casi de miseria en su roto hogar, durante la guerra, la postguerra… Así es que José Luís fue un niño melancólico, triste, introvertido. Sin juguetes. No concluyó sus estudios de Bachillerato. En 1935 comenzó a trabajar de administrativo en el laboratorio y Parque Central de Farmacia Militar. Madrid estaba semivacío cuando estalló la guerra, rememoraba. Su casa, bombardeaba. Tuvieron que mudarse a otra. Iba mucho al cine, paseaba por el Retiro, ayudaba a un fotógrafo ambulante vendiendo sus trabajos.Tenía miedo y hambre. Por fortuna, no fue al frente. Su quinta, la del 45, se libró.

Se interesó por el teatro, a través del Frente de Juventudes. Entró en el TEU (Teatro Español Universitario) que dirigía Modesto Higueras. Ya se alimentaba mejor, en los comedores del SEU. Perfiló su vocación de dibujante, gracias sobre todo al pintor Pepe Caballero, que había formado parte de "La Barraca" de Federico García Lorca. Lo ayudó para ganar unas pesetas como decorador de escenarios teatrales. Diseñó vestuario para varias películas. Y Luís Escobar le proporcionó, con pequeños cometidos, su debut como actor en el teatro María Guerrero. "Siendo yo muy tímido nunca comprendí como me dediqué a esta profesión".

Se casó en 1951 con la actriz Ana María Ventura. Convivían con la madre del actor. Felices por poco tiempo, hasta separarse. Cinco años estuvo José Luís representando teatro clásico. Hizo "el Avellaneda" del Tenorio, con decorados de Dalí. A partir de 1951 fue introduciéndose en el cine, cuando Bardem y Berlanga le encomendaron el papel de vendedor de unos grandes almacenes en "Esa pareja feliz". "En realidad – recordaba – yo no decía nada con aquel cometido en Galerías Preciados". Abandonó la pintura en 1954, cuando ya se convenció de que su vida era el teatro y el cine. Un año antes Berlanga se acordó de José Luís para la película "Novio a la vista", argumento basado en el cuento d Edgar Neville "Quince añitos". Y hasta trabajó como ayudante de dirección – dato poco conocido – de Pío Ballesteros, Enrique Herreros, y José María Forqué, a cuyas órdenes rodó "Amanecer en Puerta Oscura".

Preparaba Berlanga una de sus mejores producciones, ¡Bienvenido, míster Marshall!. Pidió que le buscaran a López Vázquez. No dieron con él. Y eso significó que no pudo intervenir en aquella ya mítica película. Pero hizo muchas otras, como El inquilino, de Nieves Conde, y El pisito, de Marco Ferreri, donde se retrataba la realidad social de aquellos años 50, cuando la emigración a Madrid suponía para gentes sencillas, humildes, un problema para encontrar una vivienda digna a la que pudieran acceder,. El asunto siguió coleando, desde luego. López Vázquez admiraba a Pepe Isbert y con él tuvo la ocasión de rodar El cochecito, corrosivo argumento de Rafael Azcona que filmó Marco Ferreri, con el que el guionista riojano, genial, colaboró mucho.

Hizo José Luís de párroco en Los jueves milagro, otro filme berlanguiano. Y a finales de los 50, cuando la Televisión Española estaba "en mantillas", formó una deliciosa pareja con Elena María Tejeiro, en la serie Palma y don Jaime. En otra de tipo sainetesco, volvió a la pequeña pantalla, junto a la estupenda Elvira Quintillá: Tercero izquierda. Y ya en 1960 es cuando Luís García Berlanga vuelve a contar con él para otra de sus vitriólicas historias, en principio titulada Siente un pobre a su mesa. La censura no autorizó tal título, que acabó siendo estrenado como "Plácido". Más funciones teatrales, hasta llegar a 1963, cuando Berlanga en la más virulenta, quizás, de sus películas, al menos la más ácida, El verdugo, lo propone como protagonista, junto a Enma Penella y Pepe Isbert. Pero los coproductores italalianos impusieron a Nino Manfredi. Y López Vázquez hubo de consolarse con un personaje de menor entidad, el de sastre militar. Se decepcionó mucho.

Mediados los 60 es cuando José Luis López Vázquez va convirtiéndose en el actor principal de comedias, muchas de ellas astracanescas, personificando a tipos obsesionados con el sexo, persiguiendo en las playas a nórdicas en biquini. Asumiría el sambenito del español medio en esos disparatados personajes. Actor de otras comedias teatrales escritas por el entonces prolífico Alfonso Paso, fue en la pantalla el ideal compañero de Gracita Morales, obligados a exagerar al máximo sus interopretaciones, entre gesticulaciones ridículas y movimientos exagerados, pero de gran aceptación popular en los cines de entonces. Humor garbancero que alcanzó en taquilla cantidades importantes de recaudación. El gran actor, que atendiendo las observaciones que escuchó de labios de Pepe Isbert, sobre ese tipo de películas que éste denominaba "alimenticias", pudo luego desquitarse gracias a que Carlos Saura contó con él para, en Pippermint frappé, dar vida en la pantalla a un radiólogo enamorado de la mujer de su mejor amigo, que era Geraldine Chaplin. El padre de ésta, "Charlot", llegó a felicitar a José Luís. "Mi padre te ha visto y dice que eres un actor singular, que le gustas mucho", le transmitió Geraldine.

De nuevo bajo las órdenes de Saura, López Vázquez rodó dos importantes producciones, de esas que le proporcionaron tanto éxito como una impronta de calidad: El jardín de las delicias y La prima Angélica. Eran los primeros años 70. Década en la que, si bien era solicitado para cintas comerciales en esa línea sainetesca que tanta notoriedad le proporcionó, pero no críticas elogiosas, éstas también las recibió gracias a El bosque del lobo, en el papel de un esquizofrénico en la Galicia rural de las leyendas sobre licantropía, y sobre todo a la que se ha considerado la más difícil y lograda de sus actuaciones en la pantalla: Mi querida señorita, oficialmente dirigida por Jaime de Armiñán, aunque José Luís Boráu estaba muy pendiente del rodaje, Doble papel hacía López Vázquez. Complicadísimo. Con el riesgo, que él tenía, de no acertar con la seriedad debida a tan compleja historia inquietante: la de Adela, mujer provinciana, cuya naturaleza es otra. Se siente hombre. "Utilicé la ropa, el maquillaje, una serie de recursos… para hacer creíble mi personaje". Con él ha quedado ya para siempre inscrito en una de las mejores películas del cine hispano.

Pudo haber ido a Hollywood. Pero no se atrevió, indeciso porque decía que sólo sabía interpretar en nuestra lengua. Quiso convencerlo de lo contrario George Cukor, que lo contrató para varias sesiones en Viajes con mi tía. José Luís llegó a asistir a clases de inglés junto a José María Forqué, en una academia de Madrid, según me confesó. "Pero no seguí adelante".

Su mundo estaba aquí., En 1972 rodó una fantástica historia, cuento de ciencia-ficción escrito por José Luís Garcia, dirigido por Antonio Mercero: La cabina. Premiadísima "peli", con reducido metraje, para Televisión Española. El gesto, la mirada, todo un recital de sensaciones expresaba el inmenso actor que siempre fue López Vázquez convertido en el impotente ciudadano encerrado en la absurda cabina, de la que nunca pudo salir. Daba para pensar. Mensajes del hombre acorralado, víctima de tantas cosas, de las que no puede librarse.

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En Los ladrones van a la oficina | Archivo

Fueron transcurriendo las temporadas de los años 70, cuando rodó "Habla, mudita", de Gutiérrez Aragón; la serie de televisión, "Ese señor de negro". Para representar una difícil comedia dramática de Peter Shaffer, "Equus". José Luís era el psiquiatra que atendía a un enfermo obsesionado por los caballos, hasta dar la sensación de ser un equini. Obra que figura en la historia de la escena española como la primera en la que una actriz se desnudaba totalmente, Victoria Vera.Y la década que nos ocupa acabaría felizmente para nuestro biografiado, al ser uno de los principales actores de la trilogía berlanguiana "La escopeta nacional", "Patrimonio Nacional" y "Nacional III", con la que se remató en 1982. El realizador valenciano volvió a reclamarlo en 1987 para "Moros y cristrianos", y en 1993 "Todos a la cárcel", las postrimerías ya de Berlanga tras las cámaras y guiones mano a mano con Azcona. Y saltándonos bastantes títulos mediocres que aceptaba José Luís, por aquello de llenar la nevera, guíado por un afán de ganar dinero aunque las ofertas fueran de baja o nula calidad, lo que le venía de aquellos años de postguerra junto a su madre, cuando conoció casi la miseria, nos enciontramos ya en 1993, que es cuando intervino en una popular serie televisiva, "Los ladrones van a la oficina", con un sensacional reparto en que se encontraba Fernando Fernán-Gómez. Se emitió durante varias temporadas.

Ya en su posterior etapa teatral, entre 1985 y 1986, representó "Muerte de un viajante", con una soberbia interpretación de Billy Loman. A esas alturas me confesó que su pasión ya no era el teatro: "Me entra claustrofobia". No lo comprendí bien; acaso se refería al cansancio que pudiera producirle las dos obligadas funciones diarias. Más adelante, por interés de su buen amigo, el empresario Enrique Cornejo, aceptó obras tan diferentes como "Mariquilla Terremoto" y "Un par de chiflados", "Cena para dos"… Su adiós escénico sucedería con "Tres hombres y un destino", donde compartió cartelera junto a otros dos excelentes y recordados actores, Agustín González y Manuel Alexandre.

"Hay pocos papeles para un actor de mi edad", me confiaba José Luís ya en su últimos años, agregándome que "yo no puedo permitirme el lujo de retirarme, tengo que seguir trabajando para vivir". Exageraba; tenía ya "un buen pasar". Pero como dijimos líneas arribas, le aterraba la idea de quedarse sin dinero, obsesión de los años de la guerra. El más tacaño de los actores que yo pude conocer. Si tomabas un café con él, cada uno tenía que pagarse el suyo. No guardaba ni recortes de prensa, ni vídeos: "No soy nostálgico. Las cosas suceden… y se acabó".

Apuntamos al principio que logró éxitos muy inportantes en su vida profesional, pero no en la afectiva. Tras aquel, ya reseñado fracaso con Ana María Ventura, de la que se había separó en 1960, López Vázquez convió con la francesa Ketty Magerus hasta 1978. Tuvieron dos hijos, José Luís y Virginia, ésta falleció en 1994. Luego, tras otros intentos sentimentales, el actor creyó equilibrar su complicada existencia al conocer a la periodista Flor Aguilar. Contrajeron matrimonio civil, tuvieron dos gemelas y se separaron en 1988, tras un decenio de vida en común. Haciendo un balance de su vida sentimental, confesó: "Todas las mujeres me abandonan". Por algo sería, piensa uno. A pesar de tan triste sentencia, alcanzó en el último tramo de su vida, ya por poco tiempo, a intimar con la actriz Carmen de la Maza. Cada uno vivía en su casa. Hablaban mucho por teléfono, se veían, compartiendo su mutua soledad.

Se fue deteriorando su salud. Y su memoria se desvanecía. Nos dejó para siempre el 2 de noviembre de 2009. No lo hemos olvidado.

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