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Juan Manuel González

Crítica: 'El Proyecto Adam' de Netflix, con Ryan Reynolds

El Proyecto Adam es una película de ciencia ficción en clave cómica y familiar protagonizada por Ryan Reynolds, esta vez viajero en el tiempo.

El Proyecto Adam es una película de ciencia ficción en clave cómica y familiar protagonizada por Ryan Reynolds, esta vez viajero en el tiempo.
El Proyecto Adam. | Netflix

Depredadora de la afluencia a los cines como es, a Netflix no se le podía escapar la confección de largometrajes "blockbuster" al modelo de los estudios convencionales. Triple Frontera, 6 en la sombra, Alerta Roja… han intentado, con desiguales resultados, hacer la competencia a los grandes espectáculos de cine en su propio territorio: estrellas conocidas, directores de relumbrón y efectos visuales por doquier, además de propuestas que, al menos, se salen de los universos cinematográficos de superhéroes que ya están asegurados por Disney o Warner.

El Proyecto Adam, como en dos de los anteriormente citados, se cuenta con Ryan Reynolds y uno de los principales responsables del éxito de la serie de Netflix Stranger Things, el director Shawn Levy (con quien el actor canadiense trabajó este verano en Free Guy, quizá una de las pocas sorpresas positivas del cine estival del año pasado). Y eso significa una cosa, o mejor, varias: una propuesta de espectáculo sci-fi familiar y humorística con aroma a películas del pasado ya no tan reciente de los 80 y 90.

La película de Levy y Reynolds, ya elevado también a productor, adolece de un mal que parece congénito a las películas Netflix de gran presupuesto: parece dos películas, o incluso tres, en una, sin que su guion haya pasado un adecuado periodo de cocción antes de sacarlo del horno. Una sensación que se agrava en este caso porque El Proyecto Adam apenas supera los 95 minutos de duración. No es, por tanto, que falten ideas, es que a veces hay demasiadas, con la película de un viajero en el tiempo que se encuentra con su yo de doce años pasando (demasiado) rápidamente a un melodrama familiar con familia rota de por medio, y entremedias y todo el tiempo, a una intriga de acción que obliga a sus responsables a percutir con una gran secuencia cada diez minutos de metraje hasta la gran conclusión.

El Proyecto Adam funciona por, precisamente, la colección de buenas proposiciones que sus responsables arrojan a la pantalla esperando que alguna quede bien pegada. Esto no ocurre, pero el ritmo y la intrínseca calidad de bastantes de ellas producen (sin que ninguna sea original) una admiración superior a la de, por ejemplo, una película tan lamentablemente mal dirigida como Alerta Roja, también de Reynolds y Netflix. La película de Levy es rápida, demasiado rápida, y en ocasiones se simplifica a sí misma, sin que sus escenas dramáticas y las climáticas puedan respirar por sí mismas, pero se defiende como película de ciencia ficción e incluso como pastiche de películas como D.A.R.Y.L., Eternamente joven y sí, la inevitable Regreso al futuro.

Lo mejor de El Proyecto Adam (que es un proyecto de persona y un proyecto científico, adivinan bien), paradójicamente, está en cómo se esfuerza en desdramatizar todo, sublimación un tanto bastarda de eso que se ha venido a llamar tono "ochentero" pero que aquí funciona bastante bien, tanto en su tratamiento del bullying como en el drama familiar que subyace en la película. El tema del filme, por eso, está en todo lo que Adam calla, en lo que el personaje adulto no cuenta a su yo infantil (esa mirada a su madre, Jennifer Garner, a través del cristal, que da a entender que todavía hay cosas malas por ocurrir) y lo que el Adam niño oculta a través del humor y que evidencia la memoria selectiva del adulto. También esa idea tremenda en la última conversación de Adam con otro personaje fundamental en su vida, de los varios (demasiados) que aparecen en la película: que todo, y todos, son momentos y personas destinados a pasar de largo y que eso no hay paradoja temporal que lo arregle.

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