El último sermón de Hollywood a sus concienciadas masas es No mires arriba, una farsa de Netflix protagonizada por los sumos sacerdotes de la Iglesia de los Últimos Progres, Meryl Streep y Leonardo Di Caprio, en la que se pretende advertir contra el presunto apocalipsis climático usando como metáfora la llegada a la Tierra de un meteorito de diez kilómetros al que nadie hace ni puñetero caso.
El protagonista es un astrofísico (Leonardo Di Caprio) que trata de que los políticos, los militares, los magnates tecnológicos y demás poderosos se conciencien de que el meteorito está a las puertas. Pero nadie, por una mezcla de estupidez, avaricia y desidia, mira hacia arriba, al peligro inmediato, sino a otro lado: la conspiración, los materiales preciosos del cometa, los puestos de trabajo, su propio ombligo…
Dado que la premisa fundamental de la película es falsa, y es que ningún fenómeno contemporáneo ha recibido tanta atención y financiación como la lucha contra el cambio climático (salvo la pandemia en los dos últimos dos años), podríamos descartar la película como la enésima forma de los artistas woke norteamericanos para premiarse a sí mismos con la medalla de ser los únicos que están epistemológicamente al loro, por no hablar de su superioridad moral. Como dice un militar en la película: "Todo es política". Incluso, claro, No mires arriba.
Entre los ridiculizados no están los que, como el mismo Di Caprio, más contaminan el planeta cuando viajan con sus jets privados a reuniones climáticas en las que se advierte al común de la población de que no haga viajes aéreos. Tampoco aparece satirizada Greta Thunberg, símbolo de los que han convertido el alarmismo climático en un show y un negocio. Mucho menos los ecologistas sandías (verdes por fuera, rojos por dentro), que se oponen por superstición tecnófoba a la energía nuclear para reducir la huella de carbono de nuestros sistemas energéticos. Pero dedican tanto tiempo a criticar al sosias femenino de Trump (Meryl Streep encantada de conocerse), a la tópica presentadora tontirrubia de Fox News (Cate Blanchet siempre élfica) y a los narcisistas líderes del Metaverso y el turismo espacial, que no tienen ni cinco minutos para la autoparodia.
Pero ¿puede ser que la película tenga razón, a pesar de sí misma, y no estemos mirando hacia el gran peligro que amenaza nuestro modo de existencia? En ese caso, ¿cuál es el cometa hacia el que no está mirando la mayor parte de la casta política, la élite empresarial y, ay, las tribus artísticas progres?
La película tiene un corolario tenebroso en una idea que se está propagando cada vez más: la necesidad de una dictadura climática por parte de aquellos que sí se han despertado. Con el ejemplo del abordaje a la gobernanza de la pandemia del covid-19, donde las democracias han abordado la emergencia de una manera que difícilmente se puede argumentar que ha sido respetuosa de los derechos fundamentales, con restricciones radicales de los derechos de libre circulación, asociación, práctica religiosa e incluso expresión. Las medidas de naturaleza autoritaria se han justificado por periodistas, políticos y académicos como si fuesen legítimas simplemente porque han sido tomadas por Gobiernos democráticos, ignorando que muchas de estas medidas han sido declaradas inconstitucionales a posteriori y sin que hayan tenido ningún coste político.
De esta manera, se está planteando desde la academia científica que "aquellos Gobiernos que pueden pero no quieren enfrentar la crisis climática, que representa una de las mayores amenazas a la seguridad y protección que jamás hayamos enfrentado, son, por esa razón, menos legítimos". Por supuesto, la misma academia que pretende declarar ilegítimos a los Gobiernos que no luchan contra el cambio climático es la que establece qué medidas son las necesarias para enfrentar dicha emergencia, de modo que sistemáticamente se está sesgando en contra de Gobiernos de derechas para declararlos ilegítimos. De este modo, la izquierda se apoya en resultados pretendidamente científicos para asaltar las democracias y eliminar los derechos humanos aprovechando lo que denominan "auténtica crisis de seguridad".
La democracia y los derechos humanos se relativizan según condiciones de seguridad y estabilidad, el típico argumento que se ha venido aprovechando desde Hobbes para justificar el totalitarismo y que fue sintetizado en la famosa falacia de Bertold Brecht , muy querida por la izquierda, de "la comida primero y luego la ética". Lo que le hizo justificar a los totalitarios para que le concedieran premios y honores en el sistema comunista, como el contradictorio y ominoso Premio Stalin de la Paz.
No mires arriba es también contradictoria: nos distrae de donde deberíamos mirar y convierte en héroes a los que nos empujan hacia la ceguera políticamente correcta. Deberían resucitar el Premio Stalin para dárselo a su director, Adam McKay.