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Pedro de Tena

Otros duelos: ni los últimos, ni los primeros, pero tan interesantes como el de Ridley Scott

En realidad, se cita como el último duelo por honor celebrado en Francia el que tuvo lugar el 21 de abril de 1967 entre dos políticos franceses.

En realidad, se cita como el último duelo por honor celebrado en Francia el que tuvo lugar el 21 de abril de 1967 entre dos políticos franceses.
Imagen de 'El último duelo' | YouTube

El último duelo de Ridley Scott no es el único gran duelo de su carrera en el cine, que se inició, precisamente, con la película Los duelistas, inspirada en la obra del mismo nombre de Joseph Conrad, una de las muchas en que se han tratado de duelos en la literatura. Chèjov y Casanova, por ejemplo. El mismo Borges cuenta varios en su Historia Universal de la infamia y trata mucho de ellos. Incluso nuestro Larra fue testigo de uno en el que murió un amigo suyo y lo escribió cumplidamente.

En realidad, se cita como el último duelo por honor celebrado en Francia el que tuvo lugar el 21 de abril de 1967 entre dos políticos franceses, Gaston Defferre y René Ribierre. El día anterior, en una sesión parlamentaria, Defferre llamó estúpido a su adversario político. El duelo a espada lo ganó el ofensor tras herir a su contrincante en un brazo.

Tampoco fue el primero. Hay quien hace que la historia de los duelos a muerte por razones de honor o de bandera o de cualquier otro origen comience en Caín y Abel. Tal vez se exagera porque más que un duelo codificado aquello fue un asesinato. Fueron en mayor medida duelos el de David y Goliat, el de Aquiles y Héctor o el más olvidado de Paris y Menelao, en sentido general, pero el duelo a muerte reglado y con código por razones de honor es de origen medieval y norteuropeo.

El duelo como tal exige una "dualidad de personas, recíproco consentimiento en determinarse al combate privado y en establecer sus condiciones, y consciente propósito de tomarse la justicia por su mano en una cierta esfera de acciones", como queda claro en el artículo que el gran Espasa dedica al tema.

Duelos ha habido muchísimos, incluso femeninos. Con poner unos ejemplos famosos bastará. El poeta ruso Alexander Pushkin, que se batió al menos 15 veces, murió tras el que le enfrentó con quien le llamó "cornudo", Georges d´Anthès, un noble francés, en 1837. Más escritores rusos se batieron en duelo, como Mijaíl Lérmontov, Kondrati Ryleyev y Alexander Griboiédov entre otros.

Alexandre Dumas, Émile Zola e incluso Marcel Proust participaron en duelos. El primero luchó a pistolas contra Frédéric Gaillardet, su colaborador, que le acusó de haberle robado la autoría de algunas obras. El segundo actuó como segundo para su amigo, el pintor Édouard Manet que desafió a un crítico de arte. Proust tuvo un lance con un periodista, homosexual como él, Jean Lorraine, que le llamó "peineta arcoíris", como ya resaltó Nuria Richart en LD.

El socialista Jean Jaurés se batió a pistola en Hendaya en diciembre de 1904 con Paul Déroulède, representante de la derecha nacionalista. Tras dos intentos de pistola, no se acertaron y ahí quedó la cosa. Antes, otro socialista, Ferdinad Lasalle murió en un duelo. Presidentes de Estados Unidos como Andrew Jackson (1806) o de Uruguay, como José Batlle, (1815) se batieron a muerte.

Pocos creerán que el ex presidente socialista de Chile, Salvador Allende se batió en duelo el 6 de agosto de 1952. Su contrincante fue el senador Raúl Rettig, del Partido Radical. Nadie resultó herido porque Allende se resbaló y cayó al suelo en el momento justo.

En Argentina hubo un famoso duelo en 1968. El periodista y dirigente radical Yoliván Biglieri se batió a espada y a muerte con el almirante Benigno Varela. A pesar de las heridas que se infligieron en la localidad de Monte Chingolo, Partido de Lanús, no se reconciliaron. Si se detuvo el episodio fue por orden del juez de la contienda.

Y así podríamos seguir y seguir, pero mejor será referirse a algunos libros recientes sobre el duelo que deben traerse a colación. Uno, muy sugerente, es el de la periodista Mamen Gil que lleva por expresivo título Las duelistas: mujeres, floretes y pistolas. El otro, Duelo y duelistas españoles, de José Esteban. Entre los dos informan suficiente y brillantemente sobre este tipo de pendencias.

A lo que no queremos renunciar es, aprovechando la oportuna percha de Ridley Scott, a referirnos a algunos duelos menos conocidos en España y a esbozar los rasgos de otros interesantes para ser llevados al cine.

Curiosidades destacables a propósito de duelos y duelistas en España

España ha sido también tierra de duelos. Algunos muy serios y otros no tanto, como el que enfrentó a Camilo José Cela y al poeta sevillano, Adriano del Valle. El propio hijo de éste ha recordado que fue un duelo a garrotazos que tuvo lugar en 1952, en plena celebración del Congreso Internacional de Poesía en Segovia. El golpe gordo se lo llevó Cela. Frances Cambó persiguió con su bastón a Juan de la Cierva por el hemiciclo del Congreso. Una broma.

Más serio y popular fue el duelo a muerte entre Juan Alastuey Marías y Vicente Blasco Ibáñez en la tarde del 29 de febrero de 1904 en una finca cerca del Paseo de las Delicias de Madrid ante 2.000 personas. Antes, Espronceda perdió con el conde de Cheste, Pedro Antonio de Alarcón se enfrentó al periodista Heriberto García de Quevedo y Ramón del Valle-Inclán se batió a bastonazos dañándose una mano. Hasta "Clarín" tuvo un duelo con el periodista cubano Emilio Bobadilla siendo Armando Palacio Valdés su testigo.

Téngase en cuenta que las profesiones de periodista, escritor, militar o político, además de la condición de aristócrata, eran de alto riesgo en materia de duelo. Hasta tal punto era así que cuenta Rafael Cansinos Assens que, en la redacción de su periódico, había una sala de entrenamiento para educar al duelista y estar mejor preparados para futuros lances. Así se ha recogido en un documentado artículo sobre los periodistas y el duelo.

Los generales Aguilera, Weyler, Sanjurjo, Segura, Miguel Primo de Rivera, el almirante José María Berenguer fueron, entre otros muchos, duelistas. Nobles como Aldana, Astorga, Cheste, Portago, el conde de San Luis, Vega Armijo y Villabrágima, lo fueron asimismo. Y entre políticos, González Bravo, Burelí, Lerroux, Cristino Marlos, Ríos Rosas, Rivero, Romanones, Sagasta, Sánchez Guerra, Canalejas, Eduardo Dato y Rodrigo Soriano se batieron en duelos y no fueron los únicos.

Periodistas que participaron en duelos, una o más veces, fueron Ducazcal, José María Carretero, Rafael y Ricardo Gasset, Luis Antón del Olmet, el experto esgrimidor Enrique Gómez Carrillo, Luis López Ballesteros, Torcuato y Juan Ignacio Luca de Tena, Santiago Mataix, Paúl y Angulo, Antonio Santonja, Adolfo Suárez de Figueroa, Leopoldo Romeo y la lista no acaba aquí.

Puede por ello ser más interesante lo menos conocido. Tres propuestas.

Cómo no, hubo de ser don Marcelino Menéndez Pelayo quien nos pusiera en la pista de duelos protagonizados por personas naturales de lo que hoy llamamos España. Cita el cántabro, además de otros como el reto judicial de Zamora en tiempos del Cid, el desafío a muerte que tuvo lugar en Hispania, en Carthago Nova, en el año 209 a. C. Por tanto, debemos estar ante uno de los primeros duelos conocidos de la historia de España, duelo a muerte por razones de dominio sobre un territorio.

Cuenta Tito Livio en Historia de Roma [ab urbe condita] que, tras la toma de Carthago Nova Publio Cornelio Escipión el Africano organizó en la ciudad los funerales en honor de su padre y de su tío —Publio Cornelio Escipión y Cneo Cornelio Escipión— asesinados durante la guerra en Hispania el año 211 a. C. al ser traicionados por las tropas auxiliares indígenas. En ellos se dio lugar preeminente a combates de "gladiadores" si bien, al contrario que en ellos, aquí los contendientes fueron voluntarios. Esto es, si dejamos al margen el código de honor, fueron propiamente duelos.

El historiador romano lo cuenta así: "[28.21]…. Escipión volvió a Cartagena para cumplir sus votos de ofrecer un espectáculo de gladiadores, que había preparado en honor a la memoria de su padre y su tío. Los gladiadores…eran todos voluntarios y prestaron sus servicios gratuitamente….Hubo algunos que tenían querellas pendientes y acordaron aprovechar esta oportunidad para resolverlas mediante la espada, con la condición de que el vencido quedaría a disposición del vencedor….Miembros de linajes nada oscuros, sino nobles e ilustres, como Corbis y Orsua, primos hermanos entre sí, que se disputaban la primacía de una ciudad llamada Ibe [¿Ibi?.-N. del T.], declararon su intención de resolver su controversia mediante la espada".

Y continúa: "Corbis era el mayor de los dos: el padre de Orsua había sido el último en ostentar el principado, habiendo sucedido a su hermano mayor tras la muerte de este. Escipión quería que discutiesen la cuestión calmada y pacíficamente, pero como se habían negado a petición de sus propios familiares, le dijeron que no aceptarían el arbitrio de nadie, fuera hombre o dios, excepto de Marte, y solo a él apelarían. El mayor se enorgullecía de en su fuerza, el más joven de su juventud; ambos preferían luchar a muerte antes que uno quedase a las órdenes del otro".

Segundo. En los Libros de Caballería y en el Romancero español hay muchos duelos y desafíos. Hay un precioso ejemplar titulado Bernardo del Carpio, epopeya que evoca las hazañas heroicas de este paladín español relatada a los niños, de José Baeza (Araluce, Barcelona, 1937), que narra un duelo del héroe que merece la pena ser recordado, al margen, claro está, de su autenticidad histórica.

Bernardo del Carpio quería encontrar a Roldán, el famoso del Cantar, y pregona: "¿Dónde está Roldán?" Relata Baeza: "Y por fin, cuando por centésima vez se ha hecho esta pregunta, el héroe francés aparece ante Bernardo con la espada en la mano, las ropas destrozadas y cubierto con la sangre de los que han osado ponerse al alcance de su acero". Y sigue:

Y en este silencio se oye la voz de Roldán.
—Bernardo, prepárate a morir.
A lo que Bernardo responde:
—Eres tú Roldán, el que te dejarás la vida en la punta de mi espada.

Finalmente, ganó Bernardo, que mató de un abrazo colosal y asfixiante al gran héroe francés en el año 778 (¿) en Roncesvalles, dejando al romancero sembrado de inspiración. Por cierto, Bernardo peleó como astur aliado con los musulmanes contra Carlomagno.

Y tres. Se cree que Cervantes se midió en duelo con un tal Antonio de Segura, que faltó al respeto a Andrea, la hermana de don Miguel, que, al parecer, era madre soltera. Lo que sí es seguro es que Cervantes conocía los duelos y relata uno en su Quijote. Lo hace en el capítulo XIX, Donde se cuenta la aventura del pastor enamorado, con otros en verdad graciosos sucesos. En la edición ilustrada por Gustavo Doré aparece una escena de este duelo.

Tras una discusión sobre el hablar bien, el bachiller Corchuelo se enzarzó con un amigo licenciado acerca de las espadas y sus destrezas. El debate subió de tomo hasta el punto de que se produjo un desafío que Don Quijote arbitrará aportando cierto orden:

—No ha de ser así —dijo a este instante don Quijote—, que yo quiero ser el maestro desta esgrima y el juez desta muchas veces no averiguada cuestión. Y apeándose de Rocinante y asiendo de su lanza, se puso en la mitad del camino, al tiempo que ya el licenciado, con gentil donaire de cuerpo y compás de pies, se iba contra Corchuelo, que contra él se vino, lanzando, como decirse suele, fuego por los ojos.

Finalmente Corchuelo se cayó de la burra, así lo dice, advirtiendo su inferioridad y todo quedó en una amistad mayor que la que ya tenían.

Dos duelos interesantes. Uno de mujeres en el Retiro de Madrid y otro, mortal, en Sevilla

No debe extrañar que los duelos entre mujeres hayan existido desde hace mucho. La periodista ya mencionada, Mamen Gil, recoge algunos de los más destacados. Uno de ellos es el que tuvo lugar, sin consecuencias, en el parque de El Retiro de Madrid, junto a la estatua de El ángel caído, de Ricardo Bellver, una de las muy pocas representaciones escultóricas del diablo colocada a ¡666 metros! sobre el nivel del mar.

Pues en ese paraje donde se tuvo la Fuente de la China y la ermita de san Antonio de los Portugueses (de Padua), se celebró más de un duelo entre mujeres. Allí se fijó el duelo a florete a finales del siglo XIX entre Paz Villavicencio y Lolita "la de las Canas". Ocurrió no muchos años después del famoso duelo de Carabanchel de 1870 en el que Antonio de Orleans, duque de Montpensier, y Enrique de Borbón, duque de Sevilla, lucharon a muerte con la peor suerte para el segundo.

Villavicencio y "la de las Canas" eran "cortesanas "habituales del café Fornos, que combinaba artistas, políticos y golfos. Fue probablemente pionero de tertulias madrileñas y heredero de las botillerías. En él se conocieron, por ejemplo, Unamuno y Baroja. Allí comía muchas veces Menéndez Pelayo y pasaba horas Manuel Machado. El Círculo de Bellas Artes se concibió en el Fornos.

Dicen que allí copeó la mismísima Mata-Hari, Margaretha Geertruida Zelle. Y Amadeo de Saboya, que supo de su "cese" allí mismo, y Alfonso XII. Y pintores como Ignacio Zuloaga. La crónica de su apertura en 1870 fue escrita por Gustavo Adolfo Bécquer, que murió poco después. Cerró en 1909 y luego siguió con otros nombres y tipos de negocio.

Sirva lo dicho para comprender la trascendencia pública de aquel duelo femenino que se inició en el Café, no se sabe bien por qué, y que tuvo lugar en abril de 1891 según la prensa de la época. Se ha anotado que Julio Camba escribió una crónica del suceso, pero no la encontramos. Sí se comentó su mención a los pantalones que llevaban las duelistas.

En otros medios, se habló de lucha a pecho descubierto. Lo cierto es que la cosa no pasó a mayores tras una herida "a primera sangre". Poco seguro es lo demás. El suceso inspiró un sainete lírico llamado El ángel caído, libreto en verso de Federico Jaques y música de Apolinar Brull, en el que unos versos dicen:

Pues supimos que las chicas
anoche se desafiaron
para hoy al amanecer,
y que el sitio designado
para el lance es el Retiro.
Como son la piel del diablo
las dos, por seguir la moda
de fin de siglo, buscaron
cuatro amigas y... se matan
si se las deja….No tanto.

El último duelo que queremos destacar terminó en tragedia. En el libro de Miguel Martorell, Duelo a muerte en Sevilla, se cuenta la defunción de Rafael de León y Primo de Rivera, marido de María de las Cuevas Pickman, nieta del fundador de la fábrica de La Cartuja de Sevilla. De León, un don Guido de manual, acabó con el dinero de la esposa y pedía prestado para mantener sus apariencias. Uno de los que le proveían era el capitán de la Guardia Civil, Vicente Paredes Maroto.

Alguien anónimamente hizo llegar al marqués que el militar estaba rondando a la marquesa. Enardecido, lo buscó por Sevilla y lo encontró en un teatro. Escribe Martorell: "La noche del jueves 6 de octubre, Pickman arribó al Cervantes (el teatro) mientras la compañía representaba Gigantes y Cabezudos, de Manuel Fernández Caballero, que había comenzado sobre las 22 h…. Felisa Lázaro estaba en escena. Pero no prestó atención a la diva: iba en busca del capitán Paredes".

Y sigue: "Llegó hasta su asiento y le agarró por el hombro. Le increpó, le insultó. Trató de sacarle a la fuerza hacia el vestíbulo. Cuando el capitán al fin se levantó, el marqués le propinó una ‘tremenda bofetada’ con su ‘mano hercúlea’. Paredes cayó sobre el respaldo de la butaca, según una versión. O se desplomó en el suelo, apuntó otra. Entonces Pickman le pateó. La función se detuvo". Todo ello sucedió en presencia del Capitán General, que amparó el duelo a muerte derivado que se fijó para el 9 de octubre de 1904.

Los padrinos de Paredes optaron por un duelo apuntando, el mejor para un buen tirador como el militar. La modalidad tenía como consecuencia habitual heridas graves o muerte. Había voluntad de matar. Y se consiguió. Al tercer turno de disparos, Paredes metió un balazo en el corazón del marqués de Pickman a través de la axila cuando tenía levantado el brazo para disparar.

La Iglesia prohibió el entierro en el Camposanto, pero la multitud, entre ella los obreros de la fábrica de cerámica, forzó el entierro en sagrado. No sirvió de nada. Durante la noche su féretro fue exhumado violentamente y trasladado por los guardias al cementerio civil. Se cantó así en aquella Sevilla:

Que alguien tomó por ladrones
o salteadores, al verlos
andar entre los sepulcros
y circular entre ellos,
en la noche, que es la hora
de los delitos siniestros.

Tienen películas. Como las tienen otros lances de la historia de España. A ver si un día.

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