Cómo aumentar la venta de Rottweilers
Richard Donner murió el mismo día que Raffaella Carrá. La Profecía es la película que lanzó su carrera.
No se puede morir uno el mismo día que Raffaella Carrá. Ya lo decía Jean d’Ormesson. Era mala idea parra un escritor morirse a la vez que una estrella. Le pasó a Jean Cocteau con Edith Piaff. Y al propio D’Ormesson con Johnny Hallyday. Y le pasó a Javier Reverte con Sean Connery. Richard Donner no era escritor, pero sí un director que ha hecho disfrutar. La profecía, Supermán, Lady Halcón, Alma letal, Los Goonies.
Pensaba escribir con Donner vivo sobre La profecía (1976), de la que se han cumplido 45 años. En junio del 76 se estrenó en Estados Unidos. En España tuvimos que esperar a noviembre para morirnos de miedo. Richard Donner era hasta entonces un director de televisión. Episodios de La dimensión desconocida, El agente de CIPOL, La isla de Gilligan, Perry Mason, Superagente 86, F.B.I., El fugitivo, Jim West, Ironside, Cannon, Las calles de San Francisco, Lucas Tanner o Kojak. La lista no está completa, sólo quería recordar que antes también había series. Cuando Alan Ladd Jr., el jefazo de Twentieth Century Fox, accedió a producir la película insistió en que Richard Donner la dirigiera y le proporcionó su primera gran película. La idea era original del productor Harvey Bernhard pero el guión lo escribió David Seltzer durante un año.
El remate para validar La profecía (y animar a otros) fue la participación de Gregory Peck, que llevaba un par de años sin hacer nada. Charlton Heston había rechazado el papel para hacer La batalla de Midway. Peck aceptó el papel reduciendo su salario (unos 250.000 dólares) pero se garantizó el 10% de la taquilla, así que salió ganando (la película hizo más de 60 millones de dólares sólo en Estados Unidos). Lee Remick también era una estrella. Ya había hecho a su putón verbenero en Anatomía de un asesinato (creo que es el único putón verbenero del cine clásico con gafas, aunque las llevara para el juicio) o Días de vino y rosas. El hijo del matrimonio Thorn, el niño Damien sí era nuevo. Richard Donner eligió a Harvey Stephens por cómo le atacó cuando, como a todos los niños que pasaron por el casting, le dijo que lo hiciera (pretendían reproducir la escena en la que el niño diabólico ataca en la iglesia a Katherine Horn durante una boda). Gritó, dio patadas y guantazos a Donner para conseguir el papel. El niño era rubio y Donner mandó tintarle el pelo de oscuro para que fuera más inquietante.
Por sí solo, el Demonio ya provoca el suficiente canguelo, pero una película hay que adornarla, intensificarla. La música es fundamental. Sobre todo, en una película como esta, como El planeta de los simios, como El exorcista, como Tiburón. Estando ya en la post producción, Donner y Harvey Bernhard fueron a pedir dinero a Alan Ladd Jr. para contratar a Jerry Goldsmith. Lo habían escuchado en un concierto en el Hollywood Bowl de Los Ángeles y creían que era el adecuado. Ladd les dio 25.000 dólares para el músico y Goldsmith compuso una de sus grandes partituras. La única por la que ganó el Oscar, aunque sepamos que eso da igual. Donner, como Spielberg con John Williams en Tiburón, estaba convencido de que gran parte del éxito de la película se debía a Goldsmith. El todavía no taquillero Donner también se plegó al marketing. La profecía se estrenó el 6 de junio de 1976. Tres seises, la marca del diablo. Donner no quería hacer una película de terror al uso sino una sobre la destrucción de una familia. Pero aunque no fuera tan truculenta como El exorcista daba tanto o más miedo. Y quizá fue más influyente. Después de la película aumentó la venta de perros Rottweiler.
Tiene La profecía, además, una de las escenas de decapitación más famosa (tendría que llegar Hereditary y dejarnos paralizados en el cine para hacerle sombra). David Warner nunca quiso ver su escena de decapitación. Pero guardó la cabeza durante muchos años, hasta que se divorció. Su exmujer obtuvo la custodia de la testa. Menuda tía loca. Y menuda suerte para una que odie a su exmarido tener su cabeza encima de la chimenea. O clavada en una pica, no sé. La gente está muy mal de la cabeza, incluso de una ajena y falsa.
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