Crítica: 'El otro guardaespaldas 2', con Ryan Reynolds, Samuel L. Jackson y Salma Hayek
El otro guardaespaldas 2 mejora el original. Es una parodia de James Bond en clave de delirante folletín latino.
Resulta un tanto difícil escribir unas líneas medianamente reflexivas de una película como El otro guardaespaldas 2. Y no porque la secuela de ese olvidado título con Ryan Reynolds y Samuel L. Jackson esté mal, al menos dentro de sus propios términos. Es, precisamente, por esos términos donde la película juega voluntariamente. La secuela en la que el guardaespaldas más reputado debe proteger al asesino más leal está, de hecho, francamente mejor que su precedente, con todos los implicados —empezando por el director Patrick Hughes— más y mejor entonados para dar el show. Y eso, en un filme como este, equivale a desembarazarse de la lógica, la historia y hasta de la vergüenza. ¿Se acuerdan de El gran halcón de Bruce Willis, fracaso sin igual detenida hoy título de culto? La ambientación italiana de la aquí presente no puede ser casualidad.
El otro guardaespaldas 2 comienza con una vulgar y hasta irresponsable excusa política, por aquello de poder presentarse a sí misma como una aventura de espionaje a lo 007. Un villano griego está dispuesto a recuperar los laureles de su civilización (atención a cuando describen al personaje de Antonio Banderas: "Como si Liberace se hubiera follado unas cortinas") haciendo quebrar la economía europea. Una excusa dramática, el de la importancia de Europa, que a un americano ya debe sonarle a una chiste, a lo que el filme añade después la cultura del "mindfulness" (por el año sabático del protagonista) y el romance aventurero y de serie B más trivial.
El otro guardaespaldas 2 abunda en el desprecio absoluto a las leyes de la física y la gravedad en unas escenas de acción que están, eso sí, un punto por debajo de las originales por el abuso de CGI en relación a acrobacias reales. La película se muestra mucho menos preocupada por la anterior en crear una química imposible entre Reynolds y Jackson, milita en el caos argumental total y pasa de una propuesta a otra sin ningún ánimo de profundizar. Y eso, paradójicamente, resulta bueno para el humor, mucho más payaso y despreocupado. Es una decisión deliberada y a la película le viene muy bien en tanto carece de todo asomo de solemnidad y sostén. Sus personajes son ya "cartoons" invencibles y chiflados metidos en una parodia del camino heroico y el psicoanálisis a través de las relaciones paternas y de pareja, que gracias a la presencia de la mexicana Salma Hayek (insultando en español en la V.O., por supuesto) se canaliza como un delirante folletín latino.
Todos los actores están a gusto en una película que se ve un solo un poco por encima de una serie B de la Emmet/Furla a nivel de puesta en escena. Pero Hughes consigue un filme de sanota apariencia al menos para aquellos dispuestos a recuperar durante un rato un simulacro de tiempos pretéritos del género de acción. El resumen de todo esto es que el conjunto mejora cuando, una vez desembarazados de la parodia de El guardaespaldas, entramos en territorio Hudson Hawk.
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