Tengo la sensación de que El silencio de los corderos es la última gran película que he visto en el cine. Y eso fue en 1991. En septiembre. La película se había estrenado de manera regular (premieres aparte) el 14 de febrero en Estados Unidos, con lo que no llegó a los Oscar de ese año. Pero era tan buena que aguantó para la siguiente edición. Hace 30 años de esa maravilla. Y uno más de que una película de miedo (la llamen como la llamen) ganara el Oscar a mejor película. Aunque el terror, como dijo su director, Jonathan Demme, estuviera en la interpretación de los personajes.
Hace ese año más (1992) de que Jodie Foster volviera a ganar el Oscar a la mejor interpretación femenina. Esta vez sí, con razón. Tuvo suerte de que Michelle Pfeiffer rechazara el papel. Le parecía una película demasiado oscura y violenta. Y encima consiguió con su contrato que le dejaran dirigir El pequeño Tate (1991). En 1988, Jodie Foster había conseguido el Oscar por Acusados. Vaya usted a saber por qué. Enfrente estaba la grandísima derrotada Glenn Close por Las amistades peligrosas. Y, además, Sigourney Weaver por Gorilas en la niebla, Melanie Griffith por Armas de mujer y Meryl Streep por Un grito en la oscuridad. Échale guindas a las pavas.
Lo de Foster con Glenn Close fue como cuando Julia Louis-Dreyfus ganó el Emmy en 2006, año en que se enfrentaba a Jane Kaczmarek, nominada por la última temporada de Malcolm in the Middle (por su maravillosa Lois Wilkerson, la mejor/peor madre de la historia de la televisión). Julia competía por Las nuevas aventuras de la vieja Cristina). Las otras eran Debra Messing, Lisa Kudrow y Stockard Channing. Como ganó Julia, al día siguiente mandó un ramo de flores a Jane Kaczmarek con esta nota: “Querida Jane, te han jodido. Te quiero. Julia Louis-Dreyfus”. A Glenn Close también la jodieron bien.
Pero esta vez lo de Jodie era merecido. Clarice Sterling es uno de los mejores personajes de la historia del cine. Y encima tiene al lado al más pintoresco y fotogénico Hannibal Lecter de Anthony Hopkins, que quita foco y, si te descuidas, el hígado. Cuatro escenas comparten ambos actores, pero qué escenas. Por separado también se lucen. A John Carpenter no le gustó mucho que la película se centrara en Clarice Starling y dijo en una entrevista que le habría encantado dirigirla, pero que la habría hecho más aterradora. De hecho, Hannibal Lecter salía poquísimo, tanto que Demme tuvo que luchar para presentar a Hopkins a mejor actor principal y no secundario. 24 minutos y cincuenta y dos segundos en pantalla. La actuación de Hopkins es la segunda más corta en ganar un Oscar a mejor actor. Le gana David Niven por Mesas separadas (1958), con veintitrés minutos y treinta y nueve segundos.
Anthony Hopkins siempre ha contado que para su personaje se inspiró en la inteligencia de Hal 9.000. Y para la voz, en las de Truman Capote y Katherine Hepburn. No entendió muy bien que se fijaran en él para la película por su doctor Treves de El hombre elefante, así que le preguntó a Demme la razón. Treves era un buen hombre. La respuesta de Demme: “Lecter es un buen hombre también, sólo que está atrapado en una mente loca”. Cuando recibió el guión, con ese título, pensó que era una película para niños. Luego vio que no. Ni siquiera comía niños. Pero daba miedo. Hasta cuando no comía. De pie en la celda con el mono azul o de blanco en la jaula oyendo música.
Qué secuencias. Esa en la que escapa de la jaula. O la del final de Clarice cuando llama al timbre. A mí me dan igual los spoilers, pero me los ahorraré. Cada vez que la veo me sorprende como la primera vez. Y qué actores aparte de los principales. Esa Diane Baker, la senadora, que cómo demonios va a tener de hija a la cebollona de Brooke Smith (también es verdad que la pobre había engordado para el papel, como Robert de Niro para Toro salvaje).
No sé si quiero ver la serie que la CBS prepara. Clarice se desarrolla en 1993, un año después de lo que pasa en la película (en la original, no en la de Julianne Moore, donde Lecter se come los sesos de Ray Liotta con él vivo). La actriz es Rebecca Breeds. Los creadores, Alex Kurtzman y Jenny Lumet, que trabajó con Jonathan Demme en La boda de Rachel. Habrá que pensar que el Hannibal de Bryan Fuller con Mads Mikkelsen era extraordinario. Ya veremos. Da igual, seguiré viendo El silencio de los corderos una y otra vez.