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Crítica de 'Emma' (2020), la adaptación de Jane Austen con Anya Taylor-Joy

Emma es otra correcta muestra de dos especialidades "british" como son comedia y el relato de época.

Emma es otra correcta muestra de dos especialidades "british" como son comedia y el relato de época.
Anya Taylor Joy en Emma. | Universal

Si bien en cines, esta nueva versión de la Emma de Jane Austen se estrena casi al mismo tiempo que el remake de Rebecca, de Netflix. Pero ha sido esta segunda la que ha recibido toda la ira del cinéfilo (sin que deba entenderse esto como una defensa de la insustancial película de Ben Wheatley) por haberse perpetrado un remake de Hitchcock, cuando éste ya se trataba en sí mismo de una adaptación de la novela de Daphne Du Maurier, fuente original de ambos relatos.

Digo esto porque el caso se repite con esta nueva versión de Emma, novela publicada en 1815 por Jane Austen y que pertenece a la misma productora británica Working Title, especializada (entre otros menesteres) en títulos de esta línea como Orgullo y Prejuicio, Elizabeth o La teoría del todo.

Bien es cierto que casi nadie recuerda la versión de Gwyneth Paltrow de Emma, y menos todavía aquella otra televisiva con Kate Beckinsale. Y algo más su adaptación apócrifa Clueless (Fuera de Onda), convertida en título de culto pese a que los mimbres de Austen aparecen camuflados bajo el aspecto de una comedia de instituto.

La que protagoniza una excelente Anya Taylor-Joy, que demuestra que hay mimbres de actriz en ella para afrontar cualquier tipo de proyecto, es una correcta comedia romántica lastrada por cierta apatía narrativa pero impulsada por un correcto elenco (a destacar, además de Joy, al impagable Bill Nighy) y una buena ambientación… características casi congénitas a las producciones de época de la citada Working Title.

Emma, dirigida por la fotógrafa Autumn de Wilde, carece de fuerza narrativa en su inicio, obligando al espectador a sobreponerse y encontrarse a sí mismo en medio de un notable número de nombres, familias y mansiones. Afortunadamente, y valiéndose del trampolín de sus actores y, claro, la historia impresa, la película coge tono humorístico (ver la primera aparición de Nighy) y sentimental (por supuesto, la larga secuencia del baile) y se erige como una nueva y aceptable muestra de cine británico.

Los enredos de la joven aristócrata Emma Woodhouse, vanidosa pero finalmente entrañable. resultan en una apreciable comedia romántica con un correcto equilibrio entre ironía y afecto, la que proporciona el festival de expresivos primeros planos de Taylor-Joy (como cuando Lady Fairfax se sienta a tocar el piano…) y el gesto de perpetuo y cómico hartazgo de Nighy, además del consabido despliegue de diseño de producción y vestuario. Si bien De Wilde no imprime una marca artística excesiva en la película, sí tiene la profesionalidad de dejar que la historia de Austen, su reparto al completo y la atmósfera "british" sea lo que destaque. Objetivo cumplido.

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