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Crítica: 'Tenet', de Christopher Nolan

Tenet es otra extraordinaria (y por momentos incomprensible) aventura cinematográfica de Christopher Nolan.

Tenet es otra extraordinaria (y por momentos incomprensible) aventura cinematográfica de Christopher Nolan.
Tenet | Warner Bros

Parece mentira que hayan pasado ya diez años desde el estreno de Origen. En la aventura de acción psicológica dirigida por Christopher Nolan (y, para quien esto escribe, la mejor de todas sus películas) DiCaprio enunciaba perfectamente la tesis que parece sostener los gigantescos blockbusters del autor británico: "Una idea es como un virus. La más pequeña semilla de una idea puede crecer. ... Puede crecer para definirte o destruirte". En su nueva película, Tenet, la idea es tan simple como compleja: la entropía y todas sus ramificaciones científicas, filosóficas... y sí, también humanas, narrativas y (¿por qué no?) poéticas.

El coronavirus va a a hacer que Nolan, para su completa y absoluta satisfacción, salve la experiencia del cine en salas que tanto defiende, al menos por una temporada. Tenet, convertida por las trágicas circunstancias en el único y gran Blockbuster de esta desierta temporada veraniega, responde a esa misma conceptualización, la reformulación de una gigantesca "Bond movie" combinada con unas altas dosis de ciencia ficción que sirve a Nolan para ensayar, esta vez bajo la excusa de los viajes en el tiempo, sobre la que viene siendo su gran preocupación artística, su gran motivo: el flujo ineludible del tic-tac del reloj que nos sigue, como esa sombra de culpa y recuerdo perseguía a DiCaprio en forma de Marion Cotillard, y nos acaba definiendo de dentro afuera.

El tiempo, y también el espacio, y su implantación en un relato en movimiento en base a distintas excusas argumentales y requiebros narrativos. En definitiva, la realidad como puro material de trabajo. Ya sea su dilatación en los sueños de Origen o los viajes cuánticos de Interestellar; los recuerdos fraccionados de Memento o la entropía alterada de determinados objetos como en Tenet, el tiempo es la gran obsesión de un autor comercial que filosofa, juega, explora la complejidad del blockbuster o película evento contemporánea para esas multisalas comerciales que ahora ven como sus espectadores se prefieren acomodarse con mantita y Netflix.

En Tenet, bien es cierto, el director y guionista fuerza la situación hasta el límite. El cálculo y la emoción son elementos difíciles de controlar. Todos los personajes en la película hablan como si tuvieran un máster de física y el ritmo avasallador del autor no facilita que la idea, el concepto de entropía, cale a la primera. Nolan sublima aquí su recurso narrativo de llegar tarde a la escena y marcharse pronto de la misma, sin prolegómenos o coletazos. Habrá quiene encuentre la película incomprensible y el ambiente irrespirable, pero todos se verán arrastrados por el gigantesco embudo narrativo que propone Tenet.

Que es, al final, es una película de acción que se pretende y se sabe sofisticada. Un grupo de agentes de élite, encabezados por el "protagonista" (John David Washington) y Neil (excelente Robert Pattinson) trata de evitar una Tercera Guerra Mundial y recuperar un objeto en poder de un peligroso sujeto, el contrabandista de armas Andrei Sator (Kenneth Branagh, saboreando el papel de villano Bond que la saga de Daniel Craig nunca le ofreció). La puerta de entrada es un cuadro de Goya y Katherine (Elizabeth Debicki), la esposa de Sator. A partir de ese momento, Tenet lleva ya más de tres cuartos de hora de metraje y el asunto se torna peliagudo de contar.

Pero una cosa es cierta: su gigantesco palíndromo se disfruta y llama a visionados desde el futuro. Nolan demuestra estar en plenas facultades narrativas y me atrevería a decir que factura aquí su película más elegante. No existe la confusión o pobreza visual (relativa) de algunas anteriores aventuras, ni tampoco la sucesión de bustos parlantes que sus detractores le atribuyen a sus secuencias de acción. Todo está afinado al máximo en una película que funciona con la cadencia implacable de un sueño cinematográfico. No hay pausas, no hay momentos de relax, la acción y los conceptos físicos se suceden a una velocidad despiadada en una película que, de nuevo (volvemos al principio) se fundamenta en una par de preguntas básicas y banales, recursos del suspense clásico y anclajes emocionales concebidos como (única) conexión humana con los personajes. Funcionan, si bien no con la misma intensidad que en anteriores juguetes "nolanescos". Tenet en ocasiones es complicada, sinceramente demasiado, y no por falta de claridad narrativa o ideas, aunque lo cierto es que Nolan no ayuda demasiado.

El matrimonio fracasado (por llamarlo de alguna manera) entre dos personajes, la amistad de los dos héroes de la obra, un cuadro de Goya, el suicidio de un hombre y el Armageddon, el amor corrupto a una mujer que al final significa el mundo… Son motivos interesantes repartidos aquí y allí, y así podríamos seguir. Todos ceden al empuje del gigantesco motor de Nolan, que lleva el thriller de la Guerra Fría basado en el equilibrio de fuerzas a un nuevo territorio, el de la pura paradoja de las mismas, y hace colapsar el concepto de película Bond con una historia en la que pasado y futuro colisionan como lo hace la trama con el cerebro del espectador. Tenet se relee a sí misma a medida que transcurre con una mezcla de romanticismo y afán rupturista, complacencia e infinito afán de gustar. Suena a palabrería, pero es lo que tiene tratar de definir una experiencia.

Para el recuerdo, la película nos deja testimonio de su infinita valía. El comienzo en la ópera, en el que Nolan apela al trágico recuerdo de la sala Bataclan para, ya desde el principio, soñar con la presencia entre nosotros de héroes fríos pero humanos; la extraordinaria secuencia del robo en la autopista… y, por supuesto, ese momento con el avión que remite a Cara a Cara de John Woo y a partir del cual la película se lanza al vacío durante más de una hora.

El futuro puede ser una amenaza o la salvación, y Christopher Nolan parece tener la llave del destino. Al menos, del cine de entretenimiento.

Tenet se estrena en cines españoles el 26 de agosto.

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