En uno de sus más célebres relatos, Novela de ajedrez, Zweig relata la tortura a la que sometían los nazis a un hombre. Consistía en aislarlo absolutamente de todo contacto humano de modo que se volviese loco. Sin embargo, el protagonista encontraba una distracción en la colcha de la cama, que estaba hecha de cuadrados que simulaban un tablero de ajedrez. Con solo su imaginación empezó a jugar partidas contra sí mismo hasta convertirse en un virtuoso del juego. Enloqueció de todos modos pero al menos llegó a ganarle al campeón del mundo.
Y es que en una situación como la actual de aislamiento social es fácil volverse loco. Necesitamos a los demás con mucha mayor intensidad de lo que nos gustaría admitir. Como los erizos de la fábula de Schopenhauer sentimos frío si no tenemos a otros cerca con los que cuidadosamente pincharnos. Del mismo modo que la tecnología salvará nuestros cuerpos, gracias a los científicos que inventen una vacuna, también la tecnología está haciendo más llevable este aislamiento gracias a las redes sociales que nos permiten charlas virtuales con nuestros familiares, amigos, compañeros y alumnos (Skype, Whpp, Zoom), así como las plataformas de películas que permiten que organicemos maratones cinematográficos con los que vivir modelos ejemplares para sobrellevar la cuarentena: de la resignación contemplativa al heroísmo cívico pasando por el cumplimiento del deber profesional o, y no es tan simple como parece, deleitándose en el dolce far niente.
1. Master and Commander.
No hay confinamiento como el de estar en un barco de guerra inglés durante meses, aislado, luchando a brazo partido con tormentas en el Cabo de ídem y un fantasmal enemigo francés. Master & Commander nos enseñó que el truco para no volverse loco reside en trabajar, seguir una rutina, la disciplina, el compañerismo, la trascendencia de una causa mayor que uno mismo y, sobre todo, no quejarse jamás. Busca siempre un capitán de vida como Jack Aubrey, alguien que sabes que será el último en hundirse con el barco.
2. Casta invencible
Paul Newman y Henry Fonda son los líderes de la familia Stamper, detestados por toda su comunidad porque se niegan a obedecer al sindicato maderero que pretenden que dejen de cortar árboles, su profesión. Pero ellos, indomables, siguen con sus destinos, alegres y despreocupados, afrontando la vida y la muerte con igual grandeza y humor. La película empieza con los Stamper arrojando dinamita a los sindicalistas que van a amenazarles, al grito de "¡fuera aquí, malditos socialistas!" y termina con el brazo amputado de Fonda haciendo una peineta. Como a Sísifo, hay que imaginar a los Stapleton, a pesar de todas las penurias, si no felices al menos sí satisfechos de sí mismos.
3. La venganza de Ulzana
Burt Lancaster persigue a los apaches en esta película de Robert Aldrich en las antípodas del John Wayne de Centauros del desierto. Casado con una india y admirador de su ayudante explorador de la misma etnia, comprende la crueldad de los salvajes con la tranquilidad del profesional que combina el conocimiento técnico con la sabiduría de la prudencia y el reconocimiento del honor en la batalla, sin ira ni odio. Por cierto, una de las más sentidas muertes de la historia del cine, emocionante, tranquila, dolorosa y respetuosa.
4. Andrei Rublev
Un artista, Rublev, en plena crisis de identidad y de vocación encuentra su modelo en un jovenzuelo que se lo juega a todo a una carta en la construcción de una gigantesca campana que es más que mero objeto: un símbolo de una comunidad y una promesa de esperanza en el futuro. Y es que en tiempos turbulentos el arte puede ser la respuesta a preguntas existenciales tanto como la fe. Si es que es posible distinguir entre arte y fe. Primera película de Tarkovsky, primera obra maestra.
5. Río Bravo
Howard Hawks dirigió su trilogía anti Solo ante el peligro (Río Bravo, El Dorado y Río Lobo) para mostrar lo que era el american way of life para él. Aunque aparentemente va sobre tipos duros que dirimen sus diferencias a tiros, en realidad es como una de esas películas francesas en las que se ve crecer la hierba, en este caso vaciarse botellas de whisky. Y donde más importante que desenfundar rápido es tener amigos que te guarden las espaldas, aunque uno sea alcohólico, otro un viejo y el de más allá un petimetre. Claro que el protagonista es John Wayne.
6. Alemania, año cero
En Twitter, un millennial se quejaba de lo dura que era la vida para ellos, traumatizados por el 11S, la crisis del 2008, ahora el coronavirus… Me lo imagino horrorizado ante la perspectiva de tener que conformarse con un Huawei en lugar de un iPhone. A Edmund, 12 años, tampoco le iban bien las cosas en el Berlín de 1946. Los alemanes tenían que comerse las ratas para sobrevivir y el país estaba devastado material y espiritualmente. El chaval se encuentra a un antiguo profesor, con pinta de pedófilo, que se niega a ayudarle para curar a su padre con el argumento de que es mejor que los débiles desaparezcan. Edmund lo interpreta a su modo: envenena a su propio padre. Rossellini hace una película ejemplar de la más terrible de la historias. Millennials, abstenerse, no vayáis a traumatizaros todavía más.
7. Derzu uzala
También esta época de soledad puede ser una oportunidad para disfrutar precisamente de eso, soledad, que, en lugar de ser un fardo sinónimo de angustia, puede ser entendida como un lujo para el crecimiento personal y el autoconocimiento, para liberarse de la colectividad omnipresente. Derzu Uzala, la película de Kurosawa, relata la historia de un mongol que sobrevive en mitad de la tundra al frío y a los tigres. Allí echa una mano a unos soldados rusos que creen hacerle un favor llevándolo a la civilización del agua caliente y las cinco comidas diarias. El infierno para unos puede ser el paraíso para otros.
8. El crack.
Las cosas siempre pueden empeorar. Dante era un optimista al creer que el Infierno tiene nueve círculos. El averno real consiste en que cuando estás cómodamente instalado en el peor de los mundos posibles, el diablo –o dios, en esto hay disputas– consigue darle otra vuelta de tuerca. El Germán Areta de José Luis Garci e interpretado por Alfredo Landa sabía bien que a la vuelta de la esquina es más probable que haya un perro de presa que un unicornio. El hombre había llegado un momento en el que estaba preparado para lo peor porque esperaba lo peor. Con su ejemplo, sin embargo, podemos esperar lo mejor pero estando preparados para esa otra vuelta de tuerca infernal.
9. Siete mujeres.
Toda lista cinematográfica sobre cualquier cosa que sea grande y noble ha de contar con una película de John Ford. Me vinieron a la cabeza en primer lugar El sargento negro y Dos cabalgan juntos pero finalmente me he decantado por su última película. No porque sus siete mujeres recluidas tengan que enfrentar una epidemia, y a una horda de bárbaros, sino por el carácter sacrificial de su protagonista, una doctora pagana que salva a una comunidad cristiana desde su paganismo, su ciencia y su conciencia.
10. Calabuch
Todas estas películas se resumen en una película ingenua y optimista, Calabuch. Que "ingenua y optimista" pueda ser sinónimo hoy día de superficial y cursi es solo un síntoma de tiempos cínicos y malévolos. Pero Berlanga nos enseñó en esta película, como en su propia vida, que la mejor forma de vivir es limitándose a vivir el día a día, valga la paradoja, conservar el sentido del humor a cualquier precio y, sobre todo, cultivar la amistad como quien cuida un jardín, con amorosa dedicación. Si Berlanga pudo reírse de la amenaza nuclear, nosotros nos podemos burlar del coronavirus. ¡Que te den, capullo!