Crítica: 'Underwater', con Kristen Stewart
La película de terror submarino de Kristen Stewart no inventa la rueda pero resulta altamente efectiva.
Creo que todos los que, justificadamente o no, recordamos con afecto ese año 1989 en el que confluyeron, como si un canto del cisne del género se tratase, películas de monstruos y claustrofobia como Abyss, Profundidad Seis, Leviathan o La Grieta, todos ellos últimos derivados de la moda generada a partir del éxito de Alien, hemos recibido con interés el estreno de una película como esta Underwater. Que Hollywood siga invirtiendo una respetable cantidad de dinero en películas como la dirigida por William Eubank (un goteo no constante y a estas alturas, en un mundo de franquicias e IP's como única fuente creativa, no precisamente rentable) no deja de resultar una buena noticia en una industria donde las películas "medianas" luchan por sobrevivir entre el lánguido indie de festival y sagas de superhéroes.
Underwater, en la que un equipo de científicos trata de sobrevivir tras un accidente subacuático con cierta amenaza extraña de por medio, genera afecto por eso, pero es que además trata de un filme repleto de virtudes. También lastrado de una manera importante por ciertos elementos que no dan en la diana (la carencia de sangre y cierta confusión en las escenas submarinas, que parece heredada de los compases finales de Sunshine de Danny Boyle) pero a la vez impulsado por una potente sensación de suspense, un comienzo altamente energético y una interpretación de Kristen Stewart verdaderamente meritoria: ya nunca más la protagonista de Crepúsculo, la actriz aporta un plus de vulnerabilidad e inteligencia a su Ripley del siglo XXI que actualiza e impulsa hacia delante el espectáculo.
Underwater hace otra cosa muy bien: como heredera inesperada de un videojuego de última hornada, no solo en lo visual (sus trajes de buzo y el diseño de producción remiten directamente a Bioshock) sino en lo narrativa, Eubank nos introduce de lleno en la acción tras una breve secuencia con voz en off que además de cierta psicología de manual (altamente efectiva gracias a la labor de Stewart) le añade un plus de ambigüedad al relato. El recurso final al arquetipo de Lovecraft no hace sino refrendar la hipótesis de que, como en Origen de Nolan, no todo lo visto en este filme sea lo que parece y que lo genérico tenga cierto componente "sui generis". Lo dicho: en tiempos en que las películas de bichos parecen condenadas al abismo de Sharknado y otras humoradas, encontrar trabajos menores pero sinceros y contundentes como Underwater se convierte en una bicoca para algunos... algunos entre los que me encuentro.
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