A Pablo Iglesias le gustan las películas y las series. El problema es que prefiere los enredos estratégicos que juguetean con el nihilismo y hacen gloria del cinismo, al estilo de Juego de Tronos y House of Cards, en lugar de aquellas que, como Tempestad sobre Washington y El mejor hombre, muestran que, como decía Ragnar Lodbrok, "el poder atrae a los peores y corrompe a los mejores".
La llegada del gobierno socialista ha sido una mala noticia para el Estado Liberal de Derecho. Solo ha tardado un día el Consejo General del Poder Judicial en poner en su sitio al Poder Ejecutivo ante el ataque de Pablo Iglesias a los jueces españoles. Pero recordemos que la mayor parte de los jueces y fiscales pusieron en evidencia nada menos que a un ministro de Justicia del gobierno conservador, Rafael Catalá, ante las sibilinas infamias que deslizó contra un juez en el caso de la Manada.
Afortunadamente, todavía queda gente dispuesta a recoger el testigo de Montesquieu. Dos películas imprescindibles en nuestra cartelera –por su grandeza cinematográfica, su majestuosidad política y su coraje moral– son El oficial y el espía, de Roman Polanski, y Richard Jewell, de Clint Eastwood. Ambas tratan casos similares: cuando el Poder Ejecutivo decide cargarse a un ciudadano cualquiera para que sea el cabeza de turco de un bien pretendidamente superior, la seguridad nacional.
El affaire Dreyfuss y el caso Jewell son la cara y la cruz de una misma moneda: la indefensión del ciudadano común cuando la maquinaria del Estado se comporta como un Leviatán dispuesto a sacrificar a un individuo cualesquiera. También sobre el peligro de que la democracia se convierta en tiranía de la mayoría, con el griterío popular cargado de prejuicios acompasado por unos medios convertidos en propaganda populista, elevando el linchamiento a método de tribunales populares y la presunción de inocencia en un vicio del sistema burgués que hay que erradicar. Ignacio Escolar, director de un periódico progubernamental, se puso al servicio de la coalición del Frente Popular Posmoderno amenazando con iniciar una "Lawfare", una guerra jurídica, contra la independencia judicial.
Es sintomático que una película que se agota en el virtuosismo técnico y el sentimentalismo ramplón como 1917 de Sam Mendes haya sido premiada con el Globo de Oro a Mejor Película mientras que Richard Jewell haya sido ninguneada en las nominadas a los Oscar (salvo la extraordinaria actuación de Kathy Bates, aunque la no menos impresionante de Olivia Wilde haya sido dejada de lado por una campaña en contra del feminismo tóxico contra Eastwood). Y es que la película de Eastwood está llena de aristas y espinas contra todos los poderes establecidos, haciendo, al mismo tiempo, una defensa sin ambages de lo que nos queda: la resistencia de algunos valientes que todavía se atreven a defender la separación de poderes y la presunción de inocencia. Unos valientes representados en Émile Zola en la película de Polanski y en el abogado libertario que interpreta Sam Rockwell en la de Eastwood.
Que ambas estén basadas en hechos reales, con los salvoconductos que se permite ser al fin y al cabo cine de ficción, son además una invitación que nos hacen Polanski y Eastwood a profundizar en los hechos reales que propiciaron que en dos países como Francia y los Estados Unidos pudiesen darse casos más inspirados en El proceso de Kafka que en El espíritu de las leyes del marqués de Secondat. Y también nos debería advertir que casos semejantes se están dando hoy día en España, donde se está produciendo un acoso y derribo tanto político como mediático contra la independencia de los jueces y conceptos como la presunción de inocencia.
Tanto El oficial y el espía como en Richard Jewell podrían abrirse con una frase de la obra de Kafka:
¿Cómo se puede evitar, dado lo absurdo de todo el procedimiento, la corrupción general del cuerpo de funcionarios?
Pero no olvidemos que dicho absurdo no es circunstancial y casual sino que es buscado por las ideologías que pretenden subvertir el Estado Liberal de Derecho para imponer un Estado Policial de lo Políticamente Correcto.