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Juan Manuel González

Crítica: 'Bad Boys for Life', con Will Smith y Martin Lawrence

Bad Boys for Life finiquita y actualiza la saga Dos Policías Rebeldes con un par de nuevos ingredientes.

Bad Boys for Life finiquita y actualiza la saga Dos Policías Rebeldes con un par de nuevos ingredientes.
Bad Boys for Life | Sony

Cómo se echa de menos al director Michael Bay en Bad Boys for Life, tardía secuela del que fue su debut en el largometraje con la muy noventera Dos Policías Rebeldes y su amoral secuela en los dos mil, ya con su identidad de "auteur" palomitero plenamente confirmada. Esta tercera parte tiene a los belgas Bilall Fallah y Adil El Arbi tras la cámara y la verdad es que no hay color: no es que esta Bad Boys for Life sea especialmente peor que las anteriores, sendas exhibiciones visuales y videcliperas de Bay, pero la falta de inventiva y casi televisiva puesta en escena de esta tercera parte demuestra que no, que no basta con repartir ralentis aquí y allí y gradar el color digitalmente para aportar "salsa especial" de un director a quien la pantalla grande se le quedaba... pequeña.

Bien es cierto que el guión de Chris Bremner, en el que aparece acreditado también Joe Carnahan (vinculado a las tareas de dirección hasta que dejó de estarlo) salpica de algunas ideas y actualizaciones interesantes el tinglado. Lo fundamental sigue siendo la privilegiada química entre Will Smith y Martin Lawrence, dos intérpretes que funcionan rematadamente bien en pareja, pero la noción de crear un equipo con una nueva generación de "Bad Boys" que añade sirve para 1) llevarse una franquicia muerta al territorio de otra que está muy viva, la de Fast & Furious, y 2) realizar un par de tibias reflexiones sobre cambios generacionales, nuevos métodos policiales e incluso la legitimación de la violencia que está en el ADN del género. Todo son cosas que añaden una nota de oscuridad al conjunto, o al menos, una cierta dosis de autoconciencia y relectura del héroe masculino a la hora de representar el mito del "macho alfa de acción". La película, en general, también es más abierta y sentimental que aquellas, algo que no es necesariamente malo ya que en el germen de Bad Boys siempre hubo mucho de sitcom turboalimentada.

Bad Boys for Life es una película que pide bajar al barro. Ese giro telenovelesco de su tercer acto, de nuevo no del todo bien ejecutado por Fallah y El Arbi, desplaza el tercer acto de Dos Policías Rebeldes 2 (en el que como metáfora de la era Bush, los protagonistas violentaban las fronteras cubanas para atrapar a su narco Johnny Tapia) y lo reinterpreta en clave de folletín familiar latino, algo perfectamente justificado por la procedencia de sus villanos. Signo de los tiempos, pero también disfrutable en sus propios términos. Lo peor sigue siendo la puesta en escena meramente funcional de los directores, que apenas reproducen la infinita habilidad de Bay para sobredimensionar el montaje y crear angulaciones y tiros de cámara interesantes a cada segundo. Su pulcra corrección, moral y estética, disfrazada eso sí con luces de videoclip, es un tibio recordatorio de la mejor época de Simpson y Bruckeimer, cuando estetas como Tony Scott, Gore Verbinski o el propio Bay se hacían cargo de sus productos, ha pasado y no volverá nunca.

Pese a ello quedan set-pieces realmente interesantes como la del side-car (atención al chiste del chichón, que sí es puro Bay); el desenlace con el helicóptero, donde al menos sí cargan las tintas con el ruido y los destrozos, y ese montaje con Mike Lowrey y Marcus Burnett en sus "vehículos oficiales", uno en su Porsche y otro en su sillón. El conjunto agrada, entretiene y tiene muy buenas ideas, más de las que uno podría esperarse, pero algunos nos quedamos la sensación de que la tarta se desinfla cuando por fin estaba metida en el horno: si Dos Policías Rebeldes la diriges como una película normal... lo que te queda es eso, una película "normal".

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