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Juan Manuel González

Crítica: ‘La maldición (The Grudge)’

Nueva secuela de 'La maldición', el éxito del terror japonés que obtuvo su propia saga norteamericana.

Nueva secuela de 'La maldición', el éxito del terror japonés que obtuvo su propia saga norteamericana.
La maldición, en cines 1 de enero | Sony Pictures

Desde finales de los noventa y toda la década posterior, los fantasmas y espíritus de las leyendas japonesas crearon su propia ola de películas de terror. Las películas de horror urbano y sobrenatural niponas o kaigu obtuvieron su impacto comercial y reconocimiento fuera de su país gracias al éxito de Ringu y The Ring, Ju-on o El grito, sus secuelas y títulos similares y, sobre todo y de cara al público occidental, sus respectivos remakes norteamericanos, creando una moda que refrescó el viciado panorama de películas de terror en los años posteriores a la revalorización del slasher de Scream.

El que aquí vuelve a presentar el legendario Sam Raimi (Posesión Infernal) en calidad de productor no es tanto un remake de El Grito: Ju-on (o un remake del remake: ambos, por cierto, los realizó Takashi Shimizu, aquí solamente productor) sino, en realidad, una secuela tardía del título original japonés, aunque técnicamente podría funcionar como ambas cosas.

Al principio de la película se nos vuelve a recordar que una maldición se genera cuando alguien muere con un terrible sentimiento de dolor y furia... como las que sufrió la ahora pérfida Kayako, un invencible espectro capaz de expandir su mal como un virus. Y eso es más o menos lo mismo que le pasa a esta cuarta maldición norteamericana dirigida por Nicolas Pesce, que parece una reverberación, un eco del pasado sin aportar nada distinto y tampoco mejorar especialmente el original. La película trata de combinar ciertos intentos de elegancia con la cafrería que le suponemos a un título de horror destinado a hacer "cash" entre los adolescentes, pero si obviamos la atmosférica banda sonora de The Newton Brothers (habituales del excelente Mike Flanagan) y algún buen uso del panorámico, es más eficaz en lo segundo que en lo primero (ojo con la gráfica muerte de uno de los personajes principales, estrellándose contra el hueco de una escalera…). El aprecio a esta maldición dependerá, por tanto, de la estima que tengamos a las anteriores.

El resto da la impresión de que malgasta buenos actores, puesto que sufre de las mismas características estructurales que limitaban el impacto de las de Shimizu, con esa narrativa a modo de rompecabezas con flashbacks que lleva a recuperar y perder personajes (o que se pierden sin más, caso del de Demián Bichir) sin atarse demasiado a ellos… pero adoleciendo de ese sentido del miedo primordial que aquellas sí tenían. Al final, La maldición de 2020 lo único que hace es recordarnos esa reinterpretación de la casa fantasma entendida como un concepto que trasciende tiempo y lugar, pero sin que esa ruptura traspase los códigos de una intriga frustrante.

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