¿Por qué Garci es un maestro? Porque se dirige a espectadores inteligentes, a personas que les supone intelecto, una capacidad activa o facultad de conocimiento. Sin ese supuesto no hay posibilidad de educación y menos de magisterio. El artista, el educador, en fin, el director de cine no quiere ni puede comenzar su tarea por darle a nadie lo que le niega la naturaleza. El talento se tiene o no se tiene. La habilidad de pensar, como el sentido moral y artístico, no se da sino que se educa y se le ofrece una orientación determinada. El sentido de la inteligencia, del bien y de la belleza son previos a todo proceso educativo y artístico. El cine de Garci es, en efecto, para gente desarrollada, para individuos que se les supone, reitero, un sentido intelectual, moral y artístico. Por eso, porque respeta profundamente el sentido racional y artístico de la existencia, todo el cine de Garci, independientemente de que lo clasifiquemos en un "género" determinado, es educativo. Ilustrado. Potencia todas nuestras capacidades intelectuales, morales y artísticas, más aún extrae lo mejor, sin duda alguna, de lo peor que alberga el alma humana.
Repitamos la idea. Es clave para circunstanciar toda la obra de Garci. Más aún, es trascendental para acabar con las falsificaciones ideológicas que se han hecho de sus películas. A personas que tienen inteligencia, capacidad de raciocinio, con amplias experiencias morales y, naturalmente, con un cierto sentido de la belleza se dirige el cine de Garci. A quienes saben que debatir, pensar y entender no es algo privativo de un saber determinado, por ejemplo, la filosofía, sino que es algo que se le supone a la mayoría de las personas, se dirige el cine de Garci. A quienes saben que el vivir, la mera vida, no es nada, pura irracionalidad, si no va acompañada de la tarea de pensar nuestra propia vida, se dirige el cine de Garci. En fin, Garci toca el alma de quienes saben vivir en el fracaso. Eso es Vivir. Melancolía de lo que pudo ser y no es. Pero eso no implica renuncia al perfeccionamiento. Antes al contrario, eso es insistencia, persistencia y resistencia. Jamás, pues, podrá llamarse reaccionario a alguien que cree en la capacidad de perfectibilidad y mejora del ser humano.
Y, además, encara la situación, cualquier circunstancia personal o social, con un profundo realismo. Realismo policiaco. Nos habla directamente al corazón con el silencio reflexivo de su Areta. La última escena del Crak cero es una síntesis magistral de todo el cine de Garci: un intento de dar sentido a lo que no lo tiene. El pensador, de Rodin, es un pálido reflejo, una imagen fría y distante, del genuino filósofo de la calle, de Germán Areta, investigador privado, de la última toma de la película de Garci. Ahí está todo Garci. En ese final vemos todo su Cine negro. Su cine. El cine negro de toda la vida, que no es un género específico ni un movimiento cultural, sino una actitud artística. La actitud define al director. Él no dirige actores. Él solo sabe elegirlos. Las constantes citas de obras ocultas son una delicia, un guiño permanente, para recordarnos que el cine también es literatura. Pensamiento. Las sombras, que ocultan decorados y rostros, son una invitación a cruzar constantemente el espejo de la ficción. Traspasado, cuando no trizado, ese espejo nos contemplamos realmente como somos, y salen al exterior todos nuestros demonios. Nada falta en esta película que no esté en el gran cine negro de otras épocas y de la nuestra: policías, crímenes, la noche lluviosa y neblinosa, que desestabiliza siempre al más templado; aunque atemperado por el discurrir de la vida cotidiana y la mirada irónica de los protagonistas, domina el absoluto pesimismo que deforma artísticamente la realidad hasta generar una desconfianza respecto a todos los órdenes establecidos; el escarabajeo del alma que exhala todo el guión es alta literatura. También están muy bien representados los héroes y los antihéroes, y el el canto a los deportes de masas, el fútbol y el boxeo, se convierte en una pieza imprescindible de nuestra cultura popular…
Todo es bueno en esta "precuela" del Crack 1 y 2. Nadie diga que Garci ha querido "rebañar el plato". Falso. Todo es inocente, sencillo y candorosos en esta película. Mas todo se juega en la última toma. Es su mejor legado para un país de filósofos callejeros. Cine para perroflautas de verdad. Cine de Secta, sí, de la secta de los Cínicos del gran Dionisio, capaz de reírse de los que se ríen de la seriedad, y de Epicuro, que une la alegría a la benevolencia y la felicidad a la bienaventuranza. La última toma representa la búsqueda de la serenidad de la vida. ¿Vida serena? ¡Un imposible! ¿Quién lo sabe? La última toma aparece un hombre pensativo. Un hombre de verdad. Alguien que piensa sus luces y sus sombras. Eso es el cine negro, negrísimo, de la vida: una amalgama de todos los recovecos y complejidades del alma humana en cualquier circunstancia y situación. Recuerdo esa última toma y me convenzo, casi toco con las yemas de mis dedos, el contenido de verdad de la frase de Ortega sobre el cine: "Ver es pensar con los ojos".
Veo y reveo la última toma y me digo: a este tipo le han dado duro y por todas partes. Este hombre es, según el lenguaje de los cursis, un perdedor, pero él ha respondido a cada paso… Le ha hecho frente a todos. No se ha arrugado. Germán Areta tiene eso que le falta a más de media humanidad, un sentido moral de la existencia. ¡Auténtico! Porque conoce bien su biografía, porque ha hecho del conocimiento de sí casi una tarea artística, tira "p´alante". La última toma es un compendio artístico de un extraordinario director de cine que no vive del pasado, ni siquiera es un nostálgico de lo que sabe que ya no volverá a ser, sino que asume que la vida, como la historia, es una conexión sabia y sensible de pasado, presente y futuro.
La lección artística de Garci es sencilla y va de la mano de su lección moral. La formularé con la cita de un clásico: ¿Quién habla de éxitos? Levantarse es todo. El crack cero es cine negro para una época en colores de insensibilidad intelectual, moral y artística. Cine de barrio para conllevar nuestras miserias culturales.