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Rosa Belmonte

Franco como Darth Vader

'Mientras dure la guerra' puede parecer una simplificación y si lo es no creo que sea por torpeza sino de forma deliberada.

'Mientras dure la guerra' puede parecer una simplificación y si lo es no creo que sea por torpeza sino de forma deliberada.
'Mientras dure la guerra', dirigida por Amenábar. | Buena Vista International

Esa idea de que las películas históricas se hacen desde el presente (y no sólo de manera física) es una cosa obvia en Mientras dure la guerra. Verla el mismo día que el TS daba la razón al Gobierno a la hora de sacar a Franco del Valle de los Caídos sólo es una casualidad. A la vista de algunas manifestaciones (tomemos por un lado a Lastra y Calvo y por otro a los de Vox con lo del profanamiento de tumbas) pareciera que la guerra dura todavía. Pero nuestra guerra actual es como esa escena en la que Unamuno y su amigo el catedrático discuten acaloradamente sobre Stalin mirando la ciudad. Una metáfora amable.

Pero Unamuno escribió los artículos Examen de conciencia y En el torbellino y los dos bandos le parecían igual de crueles. Los hunos y los hotros, aunque al final dijo que los hotros (los rebeldes) se habían convertido en peores. Colette y Jean-Claude Rabaté, biógrafos de Unamuno, aseguran: "En unos de sus últimos borradores (inédito y que hemos descubierto nosotros) dejó patente que la causa de la Guerra Civil era el resentimiento, el odio del pueblo español contra sí mismo". También dicen los hispanistas, que han visto la película de Amenábar, que el resultado es bueno e interesante. Pero que, como el mismo director dice, es una interpretación, no un producto histórico. Con licencias. También recuerdan que ellos tienen un documental de Manuel Menchón donde darán a conocer un informe que aclara el enfrentamiento de Unamuno y Millán-Astray, fundador de la Legión, en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca.

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Dibujo de Moisés Domínguez de la despedida entre Millán Astray y Unamuno

El propio Amenábar sabe que se toma licencias. Que el espíritu de lo que pasó el Día de la Raza de 1936 está ahí, pero adrede no introduce la mención de Unamuno a José Rizal, que es lo que provocó a Millán-Astray. "Si tengo que explicar quién es Rizal y la guerra de Filipinas para que el espectador lo entienda… Algo que no iba a tener importancia para la película".

En espíritu se sigue la versión que puso en marcha el profesor Luis Gabriel Portillo. Hugh Thomas lo reprodujo en La guerra civil española (1961) y lo volvió a popularizar. Portillo no estuvo allí el día en el que parece que se enfrentaron el bien y el mal. Pemán, que sí estuvo en el Paraninfo de Salamanca, negó que las palabras de Unamuno fueran una réplica al militar, que intervino al final con su "Muera la inteligencia traidora". Y entre la ovación y otros gritos de ira se oyó: "¡Abajo los intelectuales!" y "¡Viva la muerte!" Según Colette y Jean-Claude Rabaté, Unamuno ya no pudo seguir, "y es de suponer que, de hacerlo, hubiera citado de memoria como tantas veces las últimas palabras del líder independentista filipino fusilado".

Una película didáctica

Pero sí es verdad que la película resulta didáctica. Y cuando digo didáctica digo que llega a ser un cuentecito para poner en los colegios. Amenábar siempre cuenta las historias pensando en el público. Mientras dure la guerra puede parecer una simplificación y si lo es no creo que sea por torpeza sino de forma deliberada. Es un relato intimista sobre casi un instante de la historia de España. Un momento, dos, tres de ese comienzo de la Guerra Civil. El aire invivible. Pero no hay checas. Sí malos que se llevan a la gente de paseo, pero no muestra así a los generales. Ni siquiera a Franco. Y Millán-Astray parece una especie de Gabrielle D’Anunzio sin la poesía, pero tan chiflado y gracioso (sí, gracioso). Su vida es mucho más interesante que la de cualquiera de los que sale en la película. Incluyo en su vida cuando dejó embarazada a la sobrina de José Ortega y Gasset, cosa que a Franco no gustó nada. O antes, la gira propagandista por Italia en el 39. Coincidió con Carlo Delcroix, que estaba todavía más mutilado que el español. Había perdido la vista y las manos en la Primera Guerra Mundial. "Feliz tú, hermano, al que tu Patria te pidió los dos ojos, mientras que a mí me dejaba uno; feliz tú a quien tu Patria te pidió las dos manos, mientras que a mí me dejaba con una", le dijo Millán-Astray mientras lo abrazaba. Aplausos atronadores en el auditorio. Me gustaría ver ahí a Eduard Fernández, que seguramente será más bajo que Millán-Astray pero que destaca demasiado como actor frente a Karra Elejalde (Unamuno).

No hay ninguna hagiografía. Ni de Unamuno y sus contradicciones ni mucho menos de Franco. Pero tampoco se carga contra ellos. No extraña que Amenábar repita que ha intentado no ofender y ser entendido por la izquierda y la derecha. Otra cosa es que lo haya conseguido cuando hay gente que ha cavado la trinchera antes de ver la película. Claro que tiene mucho que ver con algunas de sus declaraciones de promoción. Mi favorita es cuando dice que la polémica de la exhumación demuestra que Franco flota ahí como un fantasma y que España es la que él ideó. "Para mí ha sido como descubrir que Darth Vader era mi padre. Hay algo de padre en Franco". Y a veces llevaba capa. Pero la voz era diferente

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