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Crítica: 'Bosque Maldito', de Lee Cronin

Bosque Maldito trata de jugar en la liga de Hereditary, y quizá no le hacía falta. Al fin y al cabo, aquella tampoco inventó nada nuevo, ¿no?

Bosque Maldito, debut en el largometraje del director Lee Cronin, es un terror con doble vocación. Por un lado, en pleno auge de cierto cierto cine de género con pretensiones de sofisticación (léase La Bruja o Hereditary, o la inminente Midsommar, estas dos últimas de Ari Aster) la película se apunta a esa liga aportando un punto de vista psicológico, definitivamente ambiguo, a lo que aparentemente funciona como otro terror con niño inquietante. Pero Cronin tampoco renuncia a algunos lugares del género en su variedad más tren de la bruja, que (vamos a decirlo claro) no es ni mejor ni peor que la primera de las ramas expuestas, dando lugar a un trabajo con tantas luces como sombras. El típico y viejo problema de las etiquetas, de la alta y la baja cultura, pero aplicada desde dentro del propio género, uno que -recordemos- siempre se ha situado en la segunda categoría por aquellos que decidían.

Hemos dicho sombras porque Bosque Maldito no acaba de decidirse, quizá porque tanto en una liga como en otra juega con referencias gigantes y además ampliamente tratadas. El Resplandor y Babadook planean alrededor de esta historia de una madre joven, encerrada a pleno sol (nublado) con su hijo en un viejo caserón irlandés. Y la de Cronin no es ajena tampoco a otra sensación del horror británico, y aquí no puedo evitar pensar en la contundente The Descent de Neil Marshall, en su temática femenino-telúrica. Ahondar en los motivos quizá sería caer en el "spoiler", pero ese componente de horror nacido de la pura tierra, como metáfora puramente visual de ciertos estados psicológicos, está ahí gritando detrás de las imágenes, y no precisamente con sutileza.

Traducción bastante común del original "The hole in the ground", en el fondo mucho más gráfica pese a su condición metafórica, la película está preñada de excelentes encuadres y una luz tenebrosa y elegante. Lo peor, que, pese a sus excusas formales nunca llega llegar a abordar nada con contundencia (en su interior late una tremenda alegoría sobre la maternidad y ciertas condiciones psicológicas que nunca se llegan a enunciar). Pero su modestia al final juega a su favor. Bosque Maldito transcurre con comodidad y sin que su indecisión llegue a perjudicar la claridad de la historia: la atmósfera se disfruta, las interpretaciones son buenas y Cronin, en su lucha por evitar lugares comunes, sabe encuadrar verdaderamente bien.

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