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La leyenda de John Wayne, 40 años después

John Wayne, la leyenda, se casó tres veces y tuvo siete hijos. El cine tuvo la culpa de sus fracasos personales.

John Wayne, la leyenda, se casó tres veces y tuvo siete hijos. El cine tuvo la culpa de sus fracasos personales.
John Wayne | Cordon Press

El "western" es un género cinematográfico que, aun denostado por cierta crítica, alcanzó altas cotas de popularidad en todo el mundo. Ahora se cumplen ochenta años del estreno de uno de sus títulos más brillantes, La diligencia. John Ford, su director, demostró allí su innato talento. Y eligió entre sus protagonistas a un todavía escasamente conocido actor, John Wayne, que por ello cobró justo sólo la mitad que su heroína, Claire Trevor: tan sólo tres mil setecientos dólares. Fue el inicio de un personaje de leyenda, quizás el más emblemático de cuantas figuras destacaron en esas películas "del Oeste", como aquí las etiquetamos, incluyendo entre otras a James Stewart y a Gary Cooper. Aquel grandullón, que casi medía dos metros de estatura, ha dejado para la historia del cine títulos inolvidables como Río Rojo, El hombre tranquilo, Centauros del desierto, El hombre que mató a Liberty Valance y sobre todo El Álamo, que el propio actor se empeñó en rodar contra viento y marea.

John Wayne, un auténtico héroe americano, recordado por varias generaciones, murió hace justamente cuarenta años, el 11 de junio de 1979. Merece que lo evoquemos, aquí desde luego más en el plano íntimo, personal. Se llamaba en realidad Marion Mitchell Morrison y vino al mundo en el estado norteamericano de Iowa el 26 de mayo de 1907. Un museo existe en su pueblo natal, Winterset, que reúne objetos personales y recuerdos. El Presidente Trump lo visitó no hace mucho, aprovechando un acto conmemorativo para ensalzar las virtudes que como americano reunió John Wayne, sobrenombre del que no se sabe bien si fue ocurrencia de John Ford o de su agente artístico. La entrada en el cine de John Wayne se produjo mediada la década de los 20, cuando aún existían las películas mudas y a él lo contrataban como "extra" aprovechando su físico: jugaba al fútbol americano, era fuerte, ideal para escenas de acción. No tenía ni idea de cómo moverse, ni la manera de hablar, o de mirar a una cámara. Hasta que John Ford lo fue modelando, aunque de manera ruda, diciéndole que era tan torpe como un hipopótamo. Precisamente impuso con el tiempo una personal forma de caminar, consecuencia de cuantos ensayos y lecciones recibió en su duro aprendizaje. Tuvo un profesor, incluso, que lo familiarizó con la lectura de textos de Shakespeare y con el tono que debía utilizar según qué ocasión.

Aunque no se le conozcan amores impetuosos, sí que tuvo una breve relación sentimental con Marlene Dietrich, con quien rodó varias cintas, pero a la alemana sabido es que le iba más el género femenino. Cuando John Wayne se enamoró de verdad fue hacia 1926. Le presentaron a Josefina Sáenz, de ascendencia hispana, hija del cónsul de Panamá en Estados Unidos. Tejana, católica, refinada, conquistó el corazón de John, al que por cierto siempre le gustaron las mujeres morenas, de raíces españolas. Contrajeron matrimonio en 1929, tuvieron cuatro hijos y a los diez años se separaron. Josefina, como católica, nunca aprobó el divorcio y, hasta el fin de sus días, siempre se consideró la esposa legítima del actor. Quien, sin ser católico ni pertenecer a una determinada confesión cristiana, se mostró siempre muy considerado en ese aspecto, respetando toda clase de creencias y manteniendo toda su vida una actitud consecuente desde el punto de vista moral, aunque tuviera tres matrimonios fracasados. ¿Cuál fue la culpa de su ruptura con Josefina? La misma, prácticamente, que la de los siguientes dos matrimonios: estaba siempre lejos del hogar, apenas veía a su esposa e hijos por mucho que los quería, siempre ocupado en los rodajes de sus películas. Josefina, que lamentó siempre separarse de su marido, al que amó con locura, hizo todo lo posible por llevar adelante la familia, ocupándose de la educación y crianza de sus retoños, en tanto John estaba "a lo suyo", a sus cabalgadas por tierras de Arizona, o en los estudios de Hollywood, o divirtiéndose con sus amigotes.

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Con su mujer Pilar | Cordon Press

La segunda esposa de John Wayne fue Esperanza Bauer, una mexicana a la que llamaban "Chata". También de piel morena. Hizo algunos papelitos de "extra" y poco más en el cine. Se ganó la vida como "call-girl". Es decir, prostituta. John Ford trató de disuadir a John, a quien trataba casi como hijo suyo, de que volviera al redil hogareño, hiciera las paces con Josefina (Josie, en la intimidad) y se reuniera con sus cuatro hijos. Nada que hacer. Tozudo siempre, se encaprichó de la "Chata". Advertida Josefina Saénz de las intenciones de su "ex", y a pesar de su aversión al divorcio como católica, lo obtuvo en 1945. Un año después, John Wayne se casaba con la tal Esperanza Bauer. Tras los primeros meses de pasión, la pareja acabó naufragando. Y no sólo porque el actor pasara mucho tiempo fuera de casa, embebido en sus películas del Oeste: es que ella sacó a relucir su carácter y sus caprichos. Se peleaban cada vez que estaban juntos. Para colmo, en aquel hogar también vivía la madre de "La Chata", que lógicamente defendía siempre a ésta, para sacar todavía más de quicio a John quien, por muchas conciliaciones que aceptó, terminaría admitiendo que aquella mujer iba a acabar con su paciencia. Divorciarse de ella en 1952 le costó un buen pellizco de su patrimonio al ídolo de la pantalla. Mas suspiró tranquilo cuando quedó libre.

Otro "flechazo" sentimental llevó a John Wayne a su tercer y último matrimonio con la peruana Pilar Pallete. Cuando se conocieron ella estaba casada con un empresario americano, pero en vísperas de separarse. Fue en un escenario tan exótico como Hawai cuando en 1954 se desposaron: él con cuarenta y siete años, ella con veintiseis. Como en los dos casos anteriores, en esta tercer ocasión la esposa de Wayne tuvo que adaptarse a su compulsiva costumbre de rodar varias películas al año, lo que lógicamente volvía a alejarlo del hogar conyugal. Pilar se esforzaba por acompañarlo a algunos rodajes. Y hasta a convivir con la familia de John Ford, con la que el héroe de la pantalla pasaba algunas temporadas. Eso suponía soportar jornadas de borracheras de Ford, Wayne y su pandilla de amigos.

Hagamos aquí un giro en esta historia amorosa del "Duke", como se le llamó en los Estados Unidos y así figura en todas sus biografías, para contarles cuando vino a rodar a España. Fue en el verano de 1963. Aprovechó un contrato que le brindó Samuel Bronston para protagonizar en Madrid El fabuloso mundo del circo, junto a Claudia Cardinale. Y antes de incorporarse al rodaje hizo una larga travesía en su propio barco por la Costa Azul llegando hasta Palma de Mallorca. Ya en la capital de España la productora consiguió del Ayuntamiento que el Parque del Retiro prácticamente estuviera cerrado al público mientras se filmaban las escenas del circo, para lo cual el estanque hubo de ser completamente vaciado. Hubo un incendio, Wayne quiso apagar las llamas, lo que le ocasionó algunos problemas respiratorios. El principio del fin de una enfermedad de tipo cancerígeno sobre la que se especuló si la causa procedía de otro rodaje cerca de un terreno en Estados Unidos utilizado para pruebas nucleares. Aunque la tercera mujer de John, Pilar, siempre creyó que toda la culpa provenía del inveterado vicio que aquel tenía con el tabaco. Fumaba sin desmayo, como un carretero, que se decía.

Otros tres niños tendría John Wayne con Pilar. Siete hijos en total, por tanto, añadiendo los cuatro con su primera esposa. A comienzos de los años 70 la estabilidad de aquella pareja se tambaleaba. Él hizo lo posible por recomponer el matrimonio. Se reconcilió varias veces con ella. Siempre con el propósito de enmienda, de trabajar menos, de estar más tiempo en casa. Pero nunca cumplía lo pactado. En 1974 Pilar se mostró favorable para darle otra oportunidad pero de manera casual pudo enterarse de que John la engañaba. Con su secretaria de muchos años, Pat Stacy. Y se separaron. No obstante, Pilar procuró estar al tanto de la salud del que fuera su marido. En esa última etapa de su existencia, John Wayne manifestó su deseo de comprarse una casa en México y aprender español. Recibió sus primeras clases. Al fin y al cabo, sus tres mujeres eran de procedencia hispana, pero nunca pudo retener más de unas pocas palabras de nuestro idioma. Y un día sus dolores de estómago, insoportables, revelaron que el cáncer que padecía ya no tenía cura alguna. Su físico iba deteriorándose. No le faltó el cariño de sus hijos. Ni de Pilar Pallette, que regentaba por entonces un restaurante: se reencontraron, asiendo sus manos cariñosamente.

Concedió John Wayne su última entrevista a la presentadora de televisión Bárbara Walters, confesándole que rezaba mucho a Dios, que no temía a la muerte y que había sido muy feliz en su vida. Pat Stacy, su secretaria, y su último amor, no dejaba de permanecer a su lado en los últimos días de la vida del legendario actor. Era media tarde del 11 de junio de 1979 cuando John Wayne dejó de existir. Fue enterrado en el Pacific View Memorial Park, cementerio de Newport. Mas por deseo de dos de los hijos mayores, nunca se hizo público el lugar exacto de la tumba. Temían que alguien pudiera profanarla, algún fanático, como ha ocurrido otras veces con varios personajes famosos. Sólo la familia y muy pocos amigos son conocedores de donde reposa para siempre quien sigue siendo para millones de sus admiradores "el gran héroe americano de las películas del Oeste". Por cierto: en esa tumba reza un epitafio que dictó el propio John Wayne en español y, como tal, así figura, a modo definitorio de su personalidad, sin duda la de un hombre entero de los pies a la cabeza, con tres efes: "Feo, fuerte y formal".

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