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Crítica: 'La Noche de Halloween' (2018), con Jamie Lee Curtis

El nuevo Halloween es todo un ejercicio de mitomanía respecto a la primera película. El recuento de víctimas continúa...

El nuevo Halloween es todo un ejercicio de mitomanía respecto a la primera película. El recuento de víctimas continúa...

Esta nueva La noche de Halloween es fruto de un fenómeno cinematográfico digno de estudio: la rentabilización, vía nostalgia y pura mitomanía, de memorables hitos del pasado como el simple, retorcido y elegante slasher dirigido con cuatro dólares por John Carpenter allá por 1978. Precisamente el propio director norteamericano avala el proyecto por primera vez en tres décadas: desvinculado completamente del tinglado desde la tercera secuela, la película que ahora dirige el "indie" David Gordon Green cuenta no solo con el apoyo de Carpenter, sino también con su labor musical (y, por cierto, la banda sonora del filme es lo mejor de todo) y su firma como productor. Llámese poner el cazo ante el previsible éxito de una película excelentemente promocionada desde su misma génesis, o simplemente respeto hacia la propuesta elaborada por Gordon Green y el actor y guionista Danny R. McBride (conocido por sus papeles cómicos como De culo y cuesta abajo), lo cierto es que La Noche de Halloween (2018) intenta replicar el estilo minimalista de la película original... pero en realidad, aunque no lo confiese y nadie (aún) quiera reconocerlo, no elude la influencia de sus secuelas, ni siquiera de los infravalorados remakes perpetrados por Rob Zombie en la última década. Dicho de otra forma: Laurie y Michael no son hermanos, el reguero de víctimas es más alto, los golpes de efecto más radicales y los guiños al pasado, abundantes.

En definitiva, el estreno del nuevo filme es un acontecimiento esperado e importante para el fan del terror. Que ha respondido plenamente a la llamada de esta autoproclamada "secuela verdadera" del primer Halloween, que obvia todas las líneas argumentales abiertas (¡hasta 5!) desde que Michael Myers consiguiera huir del Dr. Loomis en el que fue su primer regreso a casa: nada menos que 77,5 millones de dólares de recaudación el primer fin de semana sobre un presupuesto de apenas 10 han sido la recompensa. Un éxito sin paliativos que resucitará el género pero que hay que tomar con algo de cuidado: estamos ante un caso en el que las excesivas expectativas, y el hasta cierto punto inexplicable buen trato dispensado por la prensa USA, pueden perjudicar la experiencia de un slasher plenamente válido... pero a la vez, excesivamente devoto.

Y también algo calculador y oportunista, generando un puñado de sensaciones contradictorias. Al fin y al cabo, el guión de Gordon Green y McBride, junto a Jeff Fradley, no hace sino repetir y remendar algunos hallazgos de esas mismas secuelas que todo el mundo parece empeñado en denostar hasta el extremo: la situación personal de Laurie Strode (como siempre, excelente Jamie Lee Curtis) como mujer traumada, madre y ahora también abuela protectora, en realidad ya es algo que habíamos visto en la olvidada Halloween H20, película que repetía muchos de estos postulados solo que en sus propios términos, los del slasher de los 90 realizados a la sombra de la exitosa Scream, y también en la desoladora y durísima Halloween II de Rob Zombie, uno de los filmes más denostados de la saga.

La película, por tanto, brilla por su competencia a la hora de servir al fan, pero también por su escasa novedad real. Obviando la revelación de la primera secuela original, Sanguinario (1981), en la que el propio Carpenter se sacó de la manga que heroína y villano fueran, en realidad, hermanos, la película plantea un horizonte de autoconsciencia relativamente nuevo, encarnado por los dos periodistas que, previamente a una segunda revelación argumental que aquí no contaremos y que explica la escapada del villano, nos introducen de nuevo a Michael Myers 40 años después de su matanza original. Se trata de un rasgo de inteligencia y autocrítica que, aunque no lleva a ningún sitio, quizá sí que otorga una dosis de crédito a unos creadores que han elegido trabajar a la sombra de un mito, y por tanto, salir perdiendo con la comparación.

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Jamie Lee Curtis es Laurie Strode | Universal

Muchos de los problemas de La noche de Halloween provienen, por tanto, de la propia película, pero también de cierta recepción acrítica que se le ha dispensado (y, por ello, serán olvidados una vez la película salga en DVD): todo el mundo tenía tantas ganas de una nueva historia anclada a su propia memoria sentimental que no se han parado a reflexionar sobre lo pertinente o no que resultaba, del alcance real de sus méritos. El remake de Rob Zombie y su secuela eran, con sus errores de bulto y otros exabruptos, obras modernas de un autor preocupado tanto por hacer una interpretación contemporánea como, a la vez, reflexionar y contextualizar -incluso involuntariamente- las insondables virtudes y características de la Halloween original. Esos periodistas que al principio de esta entrega llegan al psiquiátrico para convertir a Michael Myers en objeto de estudio, pero a la vez relativizando sus crímenes (como dice uno de los chicos protagonistas, Dave, "cinco muertos no es tan importante para el estándar de ahora) replican nuestra propia actitud entre devota y cínica a la hora de afrontar la película original y el denostado slasher como género. Tanto da, Michael Myers va a escapar y la calabaza podrida, como en los excelentes títulos de crédito de la película, se hinchará ante nuestros propios ojos como si viajáramos cuarenta años atrás en el tiempo, pero sin salir de 2018.

La película funciona casi todo el tiempo pero patina en, precisamente, dos momentos aplaudidos a rabiar: el plano secuencia de Michael Myers entrando en varias casas y asesinando a sus moradores (porque visualiza la decisión a un personaje que quiere ser el Mal más abstracto); y ese final en el que Laurie Strode toma el lugar de Michael Myers y sale de las sombras para atacar a su asesino, y donde la película imita (mal) un par de momentos trascendentales de Carpenter invirtiendo, confundiendo, la iconografía de la víctima con la del asesino. Afortunadamente, lo demás está bastante mejor, destacando la interpretación de una franquísima Jamie Lee Curtis, entregada en cuerpo y alma al papel sin molestarse en disimular ni un pelo la edad real del personaje (y la suya propia) y el resto de personajes juveniles, sonrojantes en todo caso porque así deben de serlo.

¿Cómo tratará el tiempo a La noche de Halloween, una vez que comienzen a llegar nuevas secuelas? Está por ver, porque además de estos problemas de identidad a la película cabe reconocerle no pocas virtudes. Se trata de un slasher muy válido, que devuelve ciertos atributos a la eterna figura del Hombre del Saco Michael Myers, y que al menos propone una alianza de personajes femeninos muy a la moda (también oportunista: si algo ha caracterizado al género es el aluvión de heroínas y "Reinas del Grito"). Existen un par de momentos de verdadero aplauso en la sección final y los personajes, incluso los secundarios, están bien definidos y sustentados. El humor, insertado sin sutileza alguna (tampoco era la intención ser eso, sutiles) funciona en algún episodio hilarante como el de ese niño negro que parece prolongar la caracterización de "losers" tan querida al cómico McBride, y resulta memorable en su combinación de dos emociones tan complementarias como humor y horror. No, la película no es original en nada, pero abunda en una pregunta muy propia de las secuelas que va al meollo del terror más disfrutable, ese que no tenemos por qué dejar atrás porque refleja problemáticas inconscientes, reales: ¿hasta qué punto es justificable vivir a la defensiva a la sobra de un trauma, y sobre todo, en un mundo lleno de horrores? Y, en lo relativo a Michael Myers ¿es su matanza un fenómeno aleatorio o bien selecciona a sus víctimas, y más ahora que Laurie Strode literalmente persigue a su perseguidor? Ninguna las contesta, jamás va más lejos que su mera enunciación, pero tampoco lo hacía Tiburón 2, la original Sanguinario (Halloween 2) ni casi ninguna otra secuela con protagonista traumatizado: la película opta por una vía relativamente pura para explicar ambos extremos, no del todo inocente pero altamente disfrutable como espectáculo fílmico y generador de situaciones frescas de cara al goteo de víctimas. Como siempre, ustedes eligen.

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